Mateo, capítulo veinte y tres, versículos del ocho al once: “… Y así fue como el pueblo dizque escogido por el único y verdadero ¨D(d)ios¨ se inspiró en la genocida tiranía de su creador, en la ira de las viejas escrituras y aniquiló, bajo orden celestial, pues si Abraham estaba dispuesto a sacrificar a Isaac, a tantos y cuantos en su contra se pusieron”. Palabra del Señor.

En tanto, al balotaje acaecido recientemente en el país de la mitad del maltrecho y achatado Mundo: el ecuatoriano promedio -algo así como un cincuenta y dos por ciento- prefiere odiar en lugar de pensar.

¿Y si el nazareno hubiese nacido en este lado de la Tierra? Quizá Machu Picchu fuera considerada Tierra Santa. Tal vez Mama Ocllo hubiese recibido la visita de una fecunda guacamaya y hubiera parido a Cristo. Puede que Jesús hubiese usado poncho de alpaca, bebido chicha y bailado para honra de un dios mucho más vigoroso. Acaso no hubiese padecido. Acaso no beberíamos su sangre, ni comeríamos su cuerpo.

Alerta: ya su dispositivo electrónico, que en este preciso momento lo tiene en el bolsillo o lo sostiene en la mano, es mucho más inteligente que usted. Lo siento.

Pecera: fíjese en esa celda que alberga a su pez. Note que aquel animal pasa toda su vida encerrado, preso de una cruenta monotonía y que depende enteramente de una mano que, de mala gana, de tarde en tarde, le arroja migajas y, cuando recuerda, le cambia el agua hedionda. Ese pez valora cada miga y hace piruetas, cuál mono de feria, cuando su dueño decide alimentarlo. Ese pez es feliz, cree tenerlo todo, pese a vivir entre sus propios deshechos. Parece ser más pescado que pez, pero no importa, pues ese pececillo, como mecanismo de autodefensa, no tiene la capacidad de pensar. ¿No le parece familiar esta coincidencia?