Ignacio Morgado Bernal, catedrático de Psicobiología del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona (España) considera que la divulgación del conocimiento científico es una actividad creciente de especial importancia en nuestra sociedad, pues mejora la visión y comprensión que las personas tienen de la naturaleza, les permite conocerse mejor a sí mismas y aumenta su nivel cultural y el de los países que habitan.
Incrementa también, agrega, la calidad de vida y el bienestar de los individuos infundiéndoles hábitos saludables de comportamiento y haciéndoles disfrutar de un modo especial. Ni que decir tiene que es un instrumento muy valioso para inducir vocaciones, especialmente entre los más jóvenes, afirma.
Para este catedrático de Psicobiología del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona, la divulgación del conocimiento científico no consiste en explicar lo sencillo olvidando lo complejo, pues hasta los más difíciles conceptos, observaciones y teorías de la ciencia son susceptibles de algún tipo de explicación que permita acceder a ellos al gran público de cultura media.
Hay que hacer inteligible el conocimiento científico
La buena divulgación, dice, hace inteligible el conocimiento científico mediante estrategias basadas en la aportación de los elementos previos o contextuales necesarios para su comprensión y en la claridad del lenguaje utilizado. El divulgador ha de tener muy claro el conocimiento que quiere trasladar y a qué tipo de audiencia se dirige. Conocer el nivel cultural o el tipo de formación de los potenciales receptores es algo esencial para tener éxito en tal empresa. El divulgador debe aclarar siempre los conceptos que utiliza, procurando no dar demasiados por conocidos. Los receptores no siempre son un público culturalmente homogéneo o con el mismo nivel de conocimientos, por lo que nunca viene mal aclarar incluso cosas que puedan parecer simples para garantizar de ese modo que la mayoría de la audiencia se beneficie del trabajo divulgativo.
Si la materia a divulgar es compleja conviene estructurar muy bien la aportación, empezando por explicar antecedentes más sencillos que permitan ir profundizando en la materia sin que la audiencia quede descolgada por falta de comprensión o excesiva dificultad. Las metáforas y los ejemplos juegan un papel muy importante en ese cometido y el divulgador debe buscar los adecuados para cada situación, sin olvidar tampoco los peligros de desvirtuar la realidad si se abusa de los mismos o se emplean los que son inadecuados, segura el experto.
Relevancia de la divulgación científica
Destaca la relevancia que, sin desmerecer la de otros ámbitos de conocimiento, puede tener la divulgación en su propio ámbito científico: el del cerebro y la mente humana. “Aunque es mucho lo que nos queda por saber sobre tales entidades, el conocimiento que ya poseemos nos ayuda a entender mucho mejor nuestro propio comportamiento y las relaciones entre las personas. En el ámbito de la neurociencia estudiamos procesos tan importantes como las percepciones, las emociones y la memoria, es decir, procesos que forman parte de nuestra propia naturaleza y que inciden continuamente en nuestra vida cotidiana. Es por ello especialmente relevante que el conocimiento en esta materia pueda llegar al mayor número de personas para que puedan beneficiarse del mismo”, subraya.
No es fácil explicar de un modo inteligible lo que sabemos de cómo funciona el cerebro o cómo puede alterarse dando lugar a enfermedades, pero, como decimos, en este y otros muchos campos de la ciencia, el buen divulgador sabe crear la motivación y el modo de exposición necesarios para que los hallazgos e interpretaciones de la ciencia puedan llegar al gran público aunque este carezca de conocimientos especializados, precisa Morgdo.
La ética de la divulgación
Ignacio Morgado Bernal también destaca el carácter ético de la divulgación del conocimiento científico. Al dirigirse desde una posición de confianza y reconocimiento social a un público lego en muchas materias, el divulgador podría abusar de la ignorancia de su audiencia cayendo en tentaciones como la de explicar materias o problemas que él mismo no conoce bien o como descuidar por negligencia la comisión de errores sabiendo que difícilmente serán detectados. Tampoco se debería abusar de explicaciones sumamente sencillas que, pretendiendo ser atractivas, desvirtúen o incluso contradigan la realidad, pues el gran público tiene también derecho a conocer las dudas y lagunas de los científicos, expresa.
Asimismo, añade, sería poco ético divulgar conocimiento que implicase o diese lugar a falsas expectativas en materias científicas relacionadas con enfermedades, catástrofes naturales o peligros tecnológicos o ambientales. Hay que considerar que, en esos casos, solo el público especializado o con base intelectual suficiente será capaz de discernir lo falso o imprudente de lo plausible y el objetivo de la divulgación del conocimiento científico nunca puede ser el crear falsas alarmas y ansiedad en los receptores del mismo. Digamos por último que, siendo la ciencia una obra colectiva y acumulativa, la buena divulgación del conocimiento científico debería destacar siempre esa realidad, con la generosidad de quien se siente, antes que nada, transmisor del producto del trabajo de miles de hombres y mujeres, científicos de tiempos y países diferentes.
No hay nada más universal que la ciencia
Ignacio Morgado Bernal explica que el filósofo Mario Bunge sostiene que no hay nada más universal que la ciencia, ni siquiera la filosofía. Quizá por ello, pocas cosas son tan poderosas como el conocimiento científico para romper barreras entre las personas y fronteras entre los pueblos. Informándonos sobre nosotros mismos y nuestra naturaleza biológica y social, el conocimiento científico puede hacernos más cautos y prudentes y más tolerantes y solidarios, lo que ayuda a mejorar la convivencia entre las personas y el entendimiento entre los pueblos. La verdadera ciencia tiende siempre a apostar por el reconocimiento y la dignidad del ser humano allá donde se encuentre y sea cual sea el color de su piel o su origen social. Aportando a los ciudadanos una forma asimilable de conocimiento, los divulgadores de la ciencia proporcionan a la sociedad dicho beneficio como parte de la compensación por haberles elegido para la noble tarea de desentrañar los secretos de la naturaleza, concluye.
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