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Situación de la ciencia ecuatoriana: Problemática, desafíos y futuro

Por: César Paz-y-Miño

Instituto de Investigaciones Biomédicas. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de las Américas.

cpazymino@udla.edu.ec

En el informe sobre competitividad de 2011, la Organización de Naciones Unidas advierte que en los países de América Latina existen 7 veces menos investigadores que en los países desarrollados. Una encuesta sobre desarrollo e investigación muestra que el Ecuador ocupa el puesto 121 de 127 países analizados. Para el Foro Económico Mundial, nuestro país se ubica en el puesto 105 entre 139 analizados dentro del Índice de competitividad que considera algunos parámetros como la Relación industria-universidad en el que llegamos al puesto 122 o la Calidad de instituciones de investigación científica que nos lleva al puesto 139, el último, y peor aún, nos otorga un puntaje de menos 8.

Aunque los reportes de organismos internacionales hay que tomarlos con pinzas, dados los intereses hegemónicos y financieros, los datos gruesos evidencian una situación trágica en la investigación ecuatoriana.

La realidad de la investigación en el Ecuador es compleja. Solo un 6,1% del presupuesto de investigación se dirige a problemas de salud, bajo el supuesto de que el Ministerio de Salud tiene los planes pertinentes para salud pública. Sin embargo, las deficiencias de salud son muy graves y devastadoras para su población aquejada principalmente por cáncer, enfermedades infecciosas, trastornos respiratorios, problemas cardiocirculatorios, diabetes, entre otros.

La UNESCO recomienda que el 1% del Producto Interno Bruto (PIB) de cada estado se utilice en el desarrollo de conocimientos que desde los sectores científicos y tecnológicos beneficien el crecimiento social. Esto significa que el Ecuador debería destinar al menos 572 millones de dólares a esta área. Según el Banco Central, en el 2011 el PIB es de $ 57,25 mil millones; la Secretaría Nacional de Educación Ciencia Tecnología e Innovación (SENESCYT) cuenta con menos de 80 millones como fondo para apoyar la investigación es decir el 0,13%.

Lo que sí ha ocurrido es que los organismos de administración de la ciencia han crecido en su burocracia de una forma impresionante; la antigua SENACYT contaba con unos 30 empleados, la actual SENESCYT tiene más de 250, pero la producción científica ecuatoriana no ha crecido de manera igual.

Según el último informe de la propia SENASCYT (2009), el país ha invertido realmente en investigación el 0,23% de su PIB. De este monto, para investigación en universidades que son las mayores productoras de conocimientos, se ha destinado el 4% frente al 25% para empresas. El gasto por cada investigador, de los 3.619 registrados, es de 35 dólares en el año. Esto refleja el estado deplorable de la ciencia y la falta de producción científica.

Problema de la ciencia ecuatoriana es la irreal visión de que solo un título terminal del investigador es garantía para hacer ciencia seria. Es verdad que un título proporciona herramientas buenas para investigar y producir conocimiento, pero no es ni suficiente ni indispensable. Si esto fuera real, los PhD registrados en el país, que son 14, más los 1.615 investigadores activos (el resto, 2.004 son personal técnico y de servicio que no hace investigación), al menos, deberían haber producido igual número de investigaciones por año, y esto no ocurre.

Al ver la producción a nivel internacional de la ciencia ecuatoriana, no llegamos a mil publicaciones en los últimos 10 años. Como país representamos solo el 0,0000001% anual mundial por dólar por cada millón de dólares destinados para investigación; es decir no hacemos ciencia, ni siquiera producimos un artículo científico por año y por investigador.

En relación a las publicaciones en biomedicina, existen 3.893 sobre el Ecuador y 695 desde el Ecuador entre 1985 hasta hoy. Esto quiere decir que hay más extranjeros investigándonos que propios estudiándonos. Resultado trágico. De los estudios nacionales, 386 provienen de Quito, 186 de Guayaquil, 80 de Cuenca, de Loja 17, de Ibarra 13, de Riobamba 6, de Ambato 5, de Manta y Portoviejo 4, y 2 del resto del país. Esto refleja la desigual producción científica nacional y el desequilibrio en la distribución de investigadores. Vale recordar que solo 3 de cada cien personas económicamente activas en el Ecuador, tienen trabajo relacionado con la ciencia.

Otros países, que han desarrollado la ciencia, han empezado apoyando, en primera instancia, a los centros más productivos y competitivos, fácilmente detectables por el número de publicaciones que tienen. Luego, y tangencialmente, apoyaron al desarrollo científico-tecnológico regional. En el Ecuador la política de apoyo solo a proyectos con fondos concursables parece ser un fracaso. No ha existido ni publicaciones, ni control sobre la producción real en ciencia fruto de cientos de proyectos que al no estar publicados, se debe concluir que están archivados, y en ciencia si no se publica no existe.

Desde esta realidad, ninguna política científica que pretenda crear conocimientos competitivos internacionalmente, debería sujetarse exclusivamente a fondos concursables, sino a inyecciones directas a centros científicos probados, exigiendo, al mismo tiempo, mayores estándares a los investigadores y a su producto intelectual.

Grave problema para el desarrollo de la investigación ecuatoriana es la Ley de Educación Superior que siendo buena, es inaplicable. Esta Ley dice que las instituciones de Educación Superior deben tener un 60% de profesores con título de cuarto nivel, a tiempo completo. Los investigadores registrados en el Ecuador tienen mayoritariamente títulos de tercer nivel (licenciaturas) un 59%; maestrías un 40%; y, doctorados un 7%. ¿De dónde sacará el país tantos doctores o equivalentes? Esto es imposible sin planificación a largo plazo. Mientras tanto, ¿qué hacemos en ciencia y a quién la encomendamos?

Una universidad que tenga mil profesores, necesitará 600 doctores; por consiguiente 600 oficinas, 600 computadoras y facilidades tecnológicas, igual número de proyectos de investigación, al menos un 10% de laboratorios, es decir unos 60, personal de investigación que sería de al menos 2 personas por investigador, personal de apoyo, y más gastos. Esto es imposible mantener en un país como el nuestro, con las reducidas asignaciones económicas destinadas a investigación.

España acaba de invertir 3 mil millones de euros para desarrollo científico tecnológico, lo que le permitirá crear 60 mil puestos de trabajo. El Ecuador se da el lujo de aprobar tan solo 39 proyectos que la SENESCYT considera los buenos entre más de 400 presentados, en clara contradicción con los discursos del presidente Correa quien plantea la necesidad de un incremento “cuantitativo para la investigación científica”. Curiosamente, esta Secretaría “concentra” este año el dinero para investigación en 11 universidades de categoría A (clasificación del CONEA), una B, e incluso una de categoría D, y en un proyecto del INAIA. Esto no es cuantitativamente representativo; lo cualitativo habrá que evaluarlo a futuro.

Contra toda lógica, la inversión en investigación básica en el Ecuador es de 22% y en ciencia experimental de 9%. La salud, campo de investigación básica y experimental, tiene el 11% del total de investigadores registrados, es decir 179, lo que debería significar al menos 179 publicaciones anuales indexadas y solo tenemos 24 en el 2010.

Adicionalmente, el gasto para investigación en salud es del 6% del total asignado para ciencia, a pesar de que las investigaciones nacionales en esta área han sido las más representativas.

Estamos perdidos. La ciencia por su carácter debe ser y es universal, y aunque la nacional es válida, debe tener representatividad internacional para que los conocimientos sean globalmente útiles. La ciencia ecuatoriana está descuidada, entorpecida, poco o casi nada reconocida en el mundo, dirigida con prejuicios y contradicciones.

Mientras el programa Prometeo pretende repatriar investigadores, los científicos jóvenes migran por falta de oportunidades. Seguimos anclados a formatos rígidos de investigación, requisitos burocráticos, metodologías caducas y diseños presupuestarios inflexibles; así poco hemos podido hacer en ciencia.

Las evaluaciones de propuestas de investigación suelen ser realizadas por expertos extranjeros, quienes al desconocer la realidad nacional y tener el prejuicio de que el “tercer mundo” no hace ciencia, realizan apreciaciones imprecisas y sus veredictos son inapelables: ¿Puede existir algo inapelable en ciencia?

Trabados internamente, somos presas fáciles de aquellos “expertos” que desestiman nuestra investigación, bloquean iniciativas de los países en desarrollo y hacen casi imposible obtener fondos del exterior, con el agravante que en el campo de la innovación, por ejemplo, el Ecuador solicita unas 760 patentes al año y solo se le aprueban alrededor de 40.

Abundan normativas represivas para realizar convenios, prohibiciones para intercambio de muestras, escasa disponibilidad de materiales de producción nacional, aranceles altos para productos de investigación, complejos requisitos aduaneros para los insumos; desventajas que tornan 10 veces más altos nuestros costos de investigación que en países desarrollados, sumado esto al reducido presupuesto que Estados como el nuestro destinan a la ciencia.

Grupos consolidados de investigadores se disgregaron o se han disuelto tras la última convocatoria de proyectos de la SENESCYT. La razón no está en la calidad de los casi 400 proyectos descartados, sino en los criterios desacertados de selección que no dan respuesta a realidades y necesidades sociales del país.

Muchos investigadores comparten esta visión respecto al estado de la ciencia en el país. Aún no hemos resuelto los problemas más “simples” que percibimos quienes estamos en laboratorios de investigación. Se nos ha ofrecido apoyo a la ciencia; nos han vendido la idea de que la situación cambiará y esperamos que así sea y se haga realidad el punto de partida de este artículo que es la proclama del presidente Correa y del Ministro de Innovación, de dar un salto cuantitativo y cualitativo para desarrollar la ciencia en el Ecuador.

Debo decir, con preocupación y pena, que esto aún no se ha cumplido.

Bibliografía consultada

Baldeón, Manuel. SENESCYT (2007). Indicadores de Actividades Científicas y Tecnológicas: Ecuador 2007. http://www.senescyt.gob.ec/c/document_library/get_file?uuid=a734a1e4-40d3-40d7-ab02-7254468558a0&groupId=10156

Banco Mundial (2010) Gasto en investigación y desarrollo (% del PIB) http://datos.bancomundial.org/indicador/GB.XPD.RSDV.GD.ZS

Libertad, Aurora (2010) La competitividad de los países. El caso de Ecuador. http://www.monografias.com/trabajos16/indices-competitividad/indices-competitividad.shtml

Observatorio de Política y Estrategia en América Latina (2011) índice de Competitividad Global 2010-2011 América Latina. http://www.opeal.net/en/item/3629-indice-de-competitividad-global-2010-2011-america-latina.html

Panchana, Pilar (2001) Informe Indicadores de Competitividad: Ecuador. Proyecto Andino de Competitividad. Escuela Superior Politécnica del Litoral. http://www.cid.harvard.edu/archive/andes/documents/workingpapers/indicators/indicators_ecuador.pdf

Word Economic Forum (2011) Índice global de competitividad 2010-2011. http://72.52.156.225/Estudio.aspx?Estudio=indice-competitividad.

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