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Autoritarismo del siglo XXI

Por: Dr. César Ulloa Tapia PhD.

Vicerrector del Instituto de Altos Estudios Nacionales, la Universidad de Posgardo del Estado

Tenemos autoritarismos de izquierdas, derechas y populistas. Al momento de quebrantar la democracia no interesa de qué signo ideológico son y de dónde provienen. Simplemente, sobrepasan a las funciones del Estado y se salen con la suya. Justifican sus actuaciones porque fueron electos por una población que los aprueba en el gobierno. Es decir, manipulan los principios de la democracia, ya que colocan su popularidad sobre el estado de derecho y la rendición de cuentas. En la actualidad, usan maquinarias propagandísticas para persuadir a la población e instalar una narrativa a su favor.

Estas prácticas de los autoritarismos no dejan de ser arbitrarias, personalistas y mesiánicas, porque no hay ley que se respete. El líder se cree iluminado y hace que todo gire a su alrededor. Actúa en función del bien de los demás porque se cree superdotado y clarividente. Hay una característica que es transversal al autoritarismo: quien ejerce el poder se cree infalible, es decir que nunca comete errores y cuando los hace, tampoco reconoce sus faltas, buscando siempre un chivo expiatorio. Como dice la sabiduría popular, si en la mesa de asesores, ministros y consejeros, el líder es el más inteligente, el gobierno fracasará.

En la actualidad, vivimos un virus de autoritarismo en todo el mundo. Está en las democracias de la más alta calidad hasta en las de mediana y nula. Es una práctica política que contribuye a la agonía de las libertades y los derechos. Los líderes con estas características promueven la idea de que gozan de una superioridad moral y determinística. En otras palabras, no solo operan en los planos de la política y la economía, sino también en los campos ético y religioso. Su discurso pretende catequizar a sus seguidores.

Con el tiempo y el correr de las aguas, las actuaciones de los autoritarismos se develan, transparentan y caen en picada. Solo es cuestión de tiempo. Lamentablemente, en los últimos años ha ido creciendo la simpatía por este tipo de liderazgos, porque no se dimensionan sus consecuencias en el mediano y largo plazos.

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