Por: Jesús Díaz del Campo
El metaverso es una realidad paralela que trata de unir lo físico con lo digital y trasladarlo a un escenario virtual en el que se puede interactuar en tiempo real con otros usuarios a través de una serie de avatares personalizados que representan a las personas. Se puede acceder al metaverso mediante una serie de dispositivos tecnológicos y cuenta con la opción de que los usuarios se puedan desconectar de esta realidad alternativa a su gusto.
Existe un patrón que se repite y que sucedió, por ejemplo, con internet y volvió a suceder con las redes sociales, pues cada vez que surge un avance tecnológico que supone una disrupción en la forma en la que se comunica, se abre un abanico de posibilidades y ventajas infinitas. Al mismo tiempo aparece el escepticismo y la desconfianza por parte de los usuarios, la necesidad de regulación y, sobre todo, la tranquilidad de todos los afectados.
Por tanto, no es que el metaverso sea bueno o malo en sí mismo, sino que todo depende del uso que se haga de él, y hacer un buen uso está directamente ligado a la capacidad de regular su funcionamiento, así lo señala Jesús Díaz del Campo, investigador principal de grupo ‘Comunicación y Sociedad Digital (COYSODI)’ de la Universidad Internacional de La Rioja – UNIR. Este mundo virtual no está disponible solo para personas naturales que buscan una realidad alterna, sino también para las empresas que comienzan a instalarse en este universo virtual, sin embargo, la falta de una regulación común sobre aspectos tan importantes como la transparencia y la seguridad de los datos o el acceso de los menores, se muestra como el principal reto.
Por su parte, el principal riesgo de la falta de regulación es que se produzca una crisis por algún error o descuido, con la consiguiente pérdida de reputación para esa empresa y, según la naturaleza del escándalo, que se puedan producir también pérdidas económicas importantes y haya que pasar por un proceso judicial.
La aplicación de la ética presenta un enfoque preventivo y a priori, basado en que quienes realizan esa actividad son los protagonistas, quienes establecen los criterios para definir cuáles son las mejores prácticas. Por su parte, el derecho suele actuar con un enfoque reparador, a posteriori, y como respuesta a justamente lo contario, es decir, tratando de poner fin a las malas prácticas que ya se han dado. De allí, la importancia de la ética que, entre otras cosas, proporciona mecanismos más ágiles y rápidos que el derecho y, sobre todo, enfoca estos asuntos desde una perspectiva diferente.
Actualmente, las organizaciones se están basando en el sistema de ensayo y error, pero en la mayoría de los casos, no cuentan todavía con una estrategia clara ni para entrar en el metaverso ni mucho menos para calibrar los riesgos que esto entraña. El docente investigador de la UNIR acota que en las noticias se habla sobre la evolución del metaverso, se ve muchas referencias a inversiones, cantidades económicas, recursos, etc., pero pocas o casi ninguna a la ética o a la regulación.
La existencia de una normativa evitaría en buena medida los posibles e importantes riesgos que se derivan de la naturaleza de estos escenarios virtuales. Dentro de las características y principios concretos, hay tres elementos fundamentales que se deben incluir en la normativa: la gobernanza, dar cabida e incluso capacidad de decisión a los usuarios; la transparencia, la información debe ser lo más clara y completa posible para evitar la desconfianza; y la rendición de cuentas, las compañías deben exponer de forma continua cuál es su actividad.
¿Sirven los postulados éticos clásicos para lo digital?
El docente investigador de la UNIR explica que la respuesta no es exactamente una ni otra. Los mismos principios clásicos son los válidos, pero reformulados. A medida que los medios, canales y plataformas se expanden y evolucionan, también lo hacen las directrices y prácticas éticas. En cuanto a principios concretos, si habría que señalar un concepto clave es el de la responsabilidad por parte de todos quienes impulsen el metaverso, de los profesionales y también de los usuarios, que deben ser conscientes de las implicaciones que tendrán sus acciones en el metaverso.
También se pueden mencionar otra serie de principios que tienen mucha importancia en este tipo de escenarios, como el manejo de datos y todo lo que tiene que ver con la privacidad, por ejemplo, de los datos biométricos, de las cuestiones relativas a la autenticidad y la veracidad y de garantizar en todo momento que se respete la autonomía y voluntad, con especial importancia para la regulación del consentimiento informado.
Aparte de todo eso, por supuesto, hay un sector especialmente vulnerable y que por ello hay que proteger de manera más específica: la infancia. El control de la edad, la regulación del acceso y la identidad para evitar que haya adultos que se hagan pasar por niños, y viceversa, es fundamental.
Para aplicar la ética el concepto clave es el de autorregulación. Por lo tanto, todos los implicados son quienes tienen que impulsar esa normativa, sin esperar a que sean los gobiernos y las administraciones o las instancias jurídicas las que den el primer paso. Por supuesto, es positivo que las administraciones también sean sensibles y entren en esta cuestión, pero lo deseable es que haya esa regulación a priori y desde dentro.