Hoy por hoy el conocimiento es no sólo el motor principal de desarrollo sino también directa o indirectamente un elemento jerarquizante de las relaciones entre los individuos y los países. La nueva revolución tecnológica, basada en el impulso de la producción, el almacenamiento y la comunicación interactiva de datos e información, ha servido de plataforma en la que las trasformaciones en todos los ámbitos de la vida ciudadana van más allá de las prerrogativas de los estados nacionales.

El impacto de esta situación en los sistemas educativos es inevitable y se refleja en una agenda de tareas que necesitan ser abordadas de manera cada vez más colectiva entre los países. Por tanto, los sistemas de educación en todos los niveles deben ser capaces de formar un nuevo ciudadano y un nuevo profesional para una sociedad cada vez más abierta, integrada y dinámica en términos económicos, sociales y culturales y dentro de este sistema. En ese contexto, el papel de las instituciones de educación se convierte en central siendo en particular la cooperación en materia de educación superior la tribuna de respuesta más adecuada en ese escenario de presiones y desafíos.

La importancia de la cooperación bilateral entre instituciones universitarias, como actividad académica fundamental para el fortalecimiento de las universidades y de sus programas de pregrado y posgrado, y como herramienta para lograr una real inserción en las nuevas dinámicas globales no es nueva e impone fortalecer y actualizar las interacciones entre pares con miras a enriquecer la formación profesional que ofrecen, fortalecer su capacidad investigativa y ampliar su capacidad de impactar positivamente su entorno social.

El sustento principal de la cooperación interuniversitaria, es la búsqueda de las acciones de complemento entre las mismas, sustentadas en las fortalezas y debilidades propias y ajenas y en las necesidades de soporte de una tarea conjunta y asociativa para superar las falencias.

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