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Desafíos de la gestión universitaria

Las instituciones de educación superior deben tener una gestión administrativa ágil y eficiente, inscritas en la legalidad institucional y propiciando la delegación de funciones y responsabilidades a los organismos correspondientes, asignando los recursos que requieran, pero estableciendo niveles de coordinación y sistemas de evaluación y rendición de cuentas de las responsabilidades y recursos asignados y su productividad.

La educación superior requiere de una administración moderna con el objetivo de volver eficientes sus competencias, definiendo líneas claras de mando, responsabilidad, iniciativa y decisión; optimizando los recursos disponibles; corrigiendo los procedimientos administrativos inadecuados; reduciendo al mínimo indispensable los trámites; profundizando el uso de la informática e incrementando la capacidad de prospección del desenvolvimiento administrativo para ponerle al servicio de los requerimientos académicos. Se debe poner especial atención en la elaboración de indicadores de gestión que permitan su evaluación.

La gestión institucional debe ser ética, académica, democrática, participativa, humana y eficiente, respetando las distintas tendencias e ideologías que se manifiesten al interior de la institución. El trato digno, cordial y humano a profesores, estudiantes, empleados y trabajadores de la institución, y al público en general, debe ser el estilo de la gestión, reconociendo y respetando las capacidades y el nivel de calificación técnico-profesional de las personas, asignándoles funciones en base a perfiles humanos y profesionales.

En concordancia con la descentralización administrativa, la dirección de las instituciones de educación superior debe poner especial atención en la delegación de funciones y de responsabilidades, pero con eficientes sistemas de coordinación y rendición de cuentas, con un liderazgo consultivo moderno y con capacidad para asumir decisiones. También deberá establecer las acciones pertinentes para crear ambientes de trabajo participativos, democráticos, agradables, seguros y saludables, apoyando todas las iniciativas que apunten en esta dirección.

El presupuesto y los recursos financieros también deben ser descentralizados, pero estableciendo controles rigurosos para precautelar el adecuado uso de ellos. La gestión financiera debe ser ágil para que pueda atender con eficiencia y prontitud los requerimientos de cada actividad y programa académico, con un sistema eficiente de rendición de cuentas.

Es necesario establecer una política encaminada a descentralizar y descongestionar la gestión financiera, fijando responsabilidades y asignando recursos a los programas, lo cual permitirá una mayor interacción entre lo académico, lo administrativo y lo financiero, optimizando los recursos institucionales.

En esta misma dirección, en la cuestión presupuestaria es pertinente la instrumentación de la técnica del Presupuesto por Resultados que se fundamenta en la identificación y cuantificación de los resultados previstos a las acciones planteadas, analizando comparativamente los impactos sociales y económicos que permitan jerarquizar las acciones de mayor beneficio institucional, en el marco de la eficiencia, eficacia, efectividad y austeridad; es decir, el menor costo para lograr el mayor beneficio institucional.

La implementación del Presupuesto por Resultados exige que las instituciones de educación superior propongan planes de mediano plazo y actividades de corto plazo que se ejecutan por lo general en el ejercicio fiscal y que deben responder a los requerimientos de soluciones inmediatas que la institución demanda. Por esta arzón es indispensable que cada institución desarrolle un ejercicio de planificación estratégica que le permita clarificar y definir las acciones que se constituyen, entre otros aspectos, en la base fundamental para la vinculación plan-presupuesto.

Si en una Universidad cada una y cada uno sabe quién es y cuál es su misión en el ámbito de la investigación, de la enseñanza o de la gestión, y se establecen sistemas para evaluar si lo que se está haciendo realmente se ajusta a la misión institucional, entonces es fácil aclarar qué se debe hacer y cómo se puede hacer mejor.

Finalmente, subrayamos que la fuerza de una Universidad no procede de sus recursos económicos ni de sus apoyos políticos. El origen de su potencia se halla en la capacidad que sus miembros tengan de pensar con originalidad, con libertad, con energía creadora.

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