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Educación Superior: Derecho o mercancía

Por: José Barata-Moura
(Universidad de Lisboa)
 
1. Educación
 
Empecemos nuestra ponencia de hoy por   un enunciado genérico respecto de la educación: educación es el proceso relacional abierto de dar forma al manejo de nuestro vivir.

Educar no es domesticar ni formatar; educar  es educir: desarrollar y  formar nuestra aptitud de señorío y de orientación del vivir.

La educación es un proceso vita, vale decir: se cumple a lo largo de la vida, en unión estrecha con la formación-construcción del ser humano que cada uno de nosotros protagonizamos.

Este proceso es a un tiempo individual y social: siempre nos  formamos dentro, y desde, un abanico interactivo de relaciones.
 
La educación es un proceso reversible: nosotros nos educamos en ambientes informales desde luego, pero también en entornos formales o institucionales.

2. Educación Superior
 
Topológicamente, la educación superior viene por encima de otras formaciones. Intensivamente, una educación se denomina de “superior” porque profundiza un área consolidada del saber, proporciona determinado título profesional, se despliega en una circunstancia científica de investigación.

Una institución de muchos siglos ha ubicado la educación superior en las universidades.

Un trabajo milenario de formación de humanidad ha enriquecido e institucionalizado nuestra  educación, elevándola a mesetas sucesivas de exigencia, de profundización y de complejidad.

En términos generales, podemos comprobar hoy  un fenómeno de ensanchamiento de la formación básica  reconocida, que nos deja en el umbral de la universidad.

Pero estamos franqueando ya sus puertas. Hay países donde el 70 ó el 80 por cien delos jóvenes entre los 18 y los 24 años cursan estudios superiores.

Esta tendencia a mejorar y a socializar el acceso a la enseñanza superior se plasma además en políticas deliberadas de Estados que entienden el rol preponderante del nivel educativo general de sus miembros en el diseño de estrategias de desarrollo autónomo y sostenible.

La información y el conocimiento han sido siempre factores determinantes en la configuración de las distintas formaciones económicas y sociales. Pero nuestro mundo es ya un mundo de articulación en red adónde el saber dispone de un peso cualitativo añadido sin precedentes.

El cultivo científico de los saberes deviene, por lo tanto, un  bien público de primera necesidad. Porque suministra la materia de muchas producciones y, a la vez, la calificación de la fuerza de trabajo.

Un pueblo culto es además un mercado potencial para consumos más diversificados y exigentes; pero en un pueblo culto se despliega también un concepto y una práctica más adultos de ciudadanía.

3. Derecho a la educación
 
Desde un punto de vista ontológico, el primer derecho humano es el derecho a ser humano: a cultivar su humanidad en la plenitud de sus determinaciones, a darse forma humana al ser de cada uno de nosotros.

Esta es la raíz ontológica del derecho a la educación.

El derecho a la educación es un derecho social. Porque solo en socialidad se produce educación; porque el vivir de agentes cultos se proyecta desde ya en la sociedad.

Podríamos coger como formulación principal la siguiente: educar todos los hombres y el hombre todo.
 
En su realidad, los derechos humanos no son declaraciones abstractas. De su concreción forma parte constitutiva la ubicación histórica: son derechos en devenir de nuevas aportaciones, son derechos que con la historia incorporan nuevos anhelos de humanidad, son derechos que en la historia se materializan.

En el horizonte de nuestros días, el derecho a la educación superior se presenta no solamente como una posibilidad real, sino como un postulado de realización próxima.

Sin perjuicio de otras iniciativas privadas, es, sin embargo, responsabilidad pública de la colectividad políticamente organizada (o sea, del Estado) promover la formación calificada de sus miembros.

Desde un punto de vista comunitario, la dicha formación no constituye una ventaja exclusivamente personal, sino un incremento concreto de la masa crítica y del poder social, con un elevado valor reproductivo en el conjunto de sus marcos de actividad.

4. “Mercantilización”
 
La “mercantilización” de la educación superior parte de presupuestos diametralmente distintos:
–        equipa  la educación a una cosa que se compra y se vende, olvidando totalmente que ella solo se posee porque se construye;
–        convierte la educación en un bien transaccionable de exclusivo interés privado, mientras estropea por completo la valencia social primera de que ella se reviste; por  eso decimos que es un bien público;
–        no entiende en absoluto la diferencia entre el hecho de que existan bienes culturales industrializables (y comerciables) y el hecho de que se produzca cultura solo bajo los dictámenes del mercado  adquirente.
En las sociedades que  conocemos, la mercancía está comandada por la lógica implacable de la optimización del lucro; nosotros pensamos que la educación es una  necesidad humana de formación, no es faena de mercaderes.
A nivel interno de los países, la presunta  “mercantilización” de la “enseñanza” superior es solidaria de políticas liberalistas de alejamiento, y aligeramiento, del Estado respecto de sus funciones sociales: en la educación, la salud, la seguridad social, etc.

En términos de globalización capitalista, en nuestro mundo unipolar (y a menudo, unilateralista), el objetivo central:

–        desde un punto de vista económico , es chupar (sin grandes preocupaciones de calidad) lucros de nuevos mercados, incluso  aprovechando inversiones en larga medida ya amortizadas;
–        desde un punto de vista  político , es influenciar la conducta y las representaciones de futuros cuadros dirigentes autóctonos en un sentido favorable a los intereses del dominante;
–        Desde un punto de vista ideológico, es imponer una maqueta de homogenización cultural y de valores, contrariando la dinámica más fértil  de la diversidad y del diálogo de las culturas.
 
5. Diálogo de las culturas
 
Al día de hoy, el diálogo de las culturas es   un instrumento decisivo para una convivencia sana  y pacífica de los pueblos, llamados a escribir su historia en un horizonte comunicante de multiculturalidad.
 
La globalización actual es una declinación del mercado mundial capitalista que, expandiendo sus límites a los confines del planeta, se crea un mundo a su imagen y semejanza. De ahí sus presurosos intentos de imponer uniformidades en todos  los campos que abarca.

La lógica dominante es la de la conquista, sobredeterminada por un deseo (económico, político, cultural) de  aplastamiento  del otro. La unidimensionalidad siempre nos devuelve una humanidad más pobre y enajenada.

Contra la  inmediatez belicosa del “clash of civilizations”, contra los engaños  ilusivos de la cultura única, contra el diletantismo pragmático del “play-of” de las culturas, contra el cierre intolerante del “apartheid” cultural – solo nos queda un camino: asumir y promover el diálogo constitutivo de las culturas, la única senda de donde puede salir una experiencia en un sentido más rico de humanidad.
 
Este camino es peligroso y arriesgado: abrirse al otro es también exponerse y cuestionarse. Solo una cultura que toma en serio su dialéctica interior de mismidad y de diferencia se encuentra en medida de franquear al otro su misma identidad.

6. Ocio trabajado versus negocio sin freno
 
Es tiempo de concluir, volviendo a nuestro tema nuclear.

Convertir la educación superior en mercancía es algo que está en la agenda de la Organización Mundial del Comercio, y que ha sido objeto ya de compromisos vinculados por nuestros gobiernos en  una anterior rueda de negociaciones.

Importa no olvidar que, como la experiencia lo demuestra, los que están en grado de dominar son los que reclaman la liberalización completa de los cambios.

En el marco de la OMC, y la GATS, la nueva reinvindicación no es tanto una pura “desregulamentación”, sino más bien el uso en provecho de los dominantes de una “regulación” floja o inexistente respecto de la educación no-pública. Se abren de par en par las puertas y las ventanas, no tanto a una verdadera enseñanza superior, sino más bien a un rastrero comercio de diplomas sin controles de calidad.

En el marco ibérico, desafortunadamente, algunas universidades españolas responsables se han asociado a instituciones portuguesas de poca o ninguna credibilidad para impartir distintos cursos de maestría y de doctorado. No me parece una estrategia de largo plazo capaz de contribuir adecuadamente a un desarrollo sano y positivo de las relaciones entre nuestras comunidades científicas.

El cultivo científico de los saberes es, hoy día, también un pilar de la soberanía nacional. Pero esto no tiene que determinar de pronto una clausura de fronteras, además imposible y contraproducente.

Tenemos, entonces, que coger otra vía.

El mejor antídoto contra el desarme ante la anexión cultural, y el rebajamiento de la educación superior al rango de mercancía, sigue siendo el fortalecimiento de un diálogo inter-cultural serio, mediado por protocolos entre instituciones idóneas bajo un propósito firme de desarrollo humanizante, y no de negozuelo aislado y sin escrúpulos.

El cultivo del saber supone libertad y comunicación; pero jamás dispensa la creatividad y el trabajo.
 
Hagamos de la educación superior un espacio y un tiempo de otium trabajado, no un escaparate para el negotium sin freno.

Lisboa, 13 de febrero 2004.

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