
Por: Dr. Enrique Espinoza Freire, PhD
Universidad Técnica de Machala (Ecuador)
Es preocupación de muchos docentes un fenómeno que se ha hecho habitual en el ámbito de la Enseñanza Básica en nuestro país, el ingreso al magisterio en calidad de docentes de personas ajenas a la profesión, que no han sido formadas para ejercer la docencia, cuando paradójicamente existen maestros y profesores capacitados a los cuales se les imposibilita acceder a una plaza para ejercer la profesión; están alarmados por las consecuencias negativas que a mediano o largo plazo puede tener en la formación de los educandos. Recuerdan con nostalgia sus años como escolares cuando tuvieron el privilegio de contar con maestros entregados por completo a la educación, poniendo en práctica toda su maestría y competencias psicopedagógicas.
Al margen de las posibles disputas sobre las causas que provoca esta situación, es innegable que la preparación de cualquier otro profesional ajeno al ámbito educativo no los capacita para el desempeño de las funciones de un docente.
De igual forma, que sería absurdo contratar a un profesional de la pedagogía para cumplir las funciones de un arquitecto o ingeniero civil, pues peligraría el éxito de la construcción diseñada por él; es contradictorio que un profesional especializado en otra esfera que nada tiene que ver con la docencia, sea encargado de edificar la personalidad del estudiante, más cuando estos se encuentran entre 5 y 15 años de edad, como ocurre en la Enseñanza Básica, en plena niñez o adolescencia, etapas sensibles y cruciales del desarrollo de la personalidad del individuo,
Es importante comprender que el docente no solo instruye, también educa, con este propósito ha sido preparado en la carrera pedagógica, en ese periodo ha sido capacitado en diversas especialidades como: Psicología, Pedagogía, Metodología, Didáctica General y Didáctica particular de la especialidad, etc. No tener esto en cuenta a la hora de otorgar una plaza de maestro sería echar por la borda todos los años de esfuerzo, dedicación y recursos económicos invertidos en su formación; pero lo más importante y peligroso es que se pone en riesgo la formación de las nuevas generaciones de ecuatorianos.
Es menester enfatizar, que no se trata de seleccionar a una persona conocedora de los temas del currículo de una determinada especialidad y que tenga habilidades comunicativas para trasmitirlos; además, debe tener capacidad para enseñar a construirlos, estar preparado para educar desde la instrucción y ser capaz de incidir significativamente en la formación de la personalidad del educando durante su vida escolar. A todo esto, hay que sumar un factor clave, la vocación por la enseñanza, que significa amar la profesión y asumirla como forma de vida y no como modo de vida, con todos los sacrificios que ella entraña, así como ponerse al servicio de los alumnos, las familias y la sociedad.
Por esta razón, es necesario que los decisores de las políticas de contratación de docentes para la Enseñanza Básica tengan en cuenta que, lo más importante es la formación de los niños y adolescentes, pues a la postre, las malas decisiones terminarán por perjudicar a los estudiantes, al sistema educativo y al futuro de la sociedad ecuatoriana.