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Hoy como ayer

Por: Rodolfo Bueno 

Veamos un argumento más a favor de la causa de Snowden. En mayo de 1941, a vísperas de la Gran Guerra Patria, el conde von Schulenburg, Embajador de Alemania en Moscú, dio una recepción oficial. En ese momento, él conocía acerca de la futura agresión a la URSS. El embajador, que quería evitar esta confrontación, había intentado disuadir a Hitler explicándole que los rusos, además de no querer la guerra, eran mucho más fuertes de lo que informaban los servicios secretos alemanes; el Führer le ordenó regresar a Moscú y preparar el cierre de la Embajada Rusa.

Esa noche, Von Schulenburg sacó a bailar a una bella invitada, Zoya Voskresenskaya, y la condujo de una sala a otra y, sin pronunciar palabra alguna, le permitió observar lo que pasaba en la sede diplomática: el personal había sido reducido al mínimo y en las salas y en los despachos había maletas, cajas y sacos amontonados por doquier; los estantes estaban vacíos y en las paredes se veía las manchas de los lienzos que hasta hace poco colgaban allí.

Horas después, Zoya Voskresenskaya, que trabajaba para la inteligencia soviética, informó de lo observado a sus superiores, que a su vez lo comunicaron a Stalin, quien confirmó todo lo que ya sabía, que la guerra era inminente.

En 1944, von Schulenburg fue fusilado por haber participado en la Operación Valquiria, el complot contra Hitler encabezado por el coronel von Stauffenberg. Todos los patriotas alemanes complotados fueron ajusticiados bajo la acusación de haber roto el juramento de lealtad al Führer. Tiempo después, al terminar la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra, Francia, la URSS y los EE.UU. juzgaron y condenaron con suma crudeza a numerosos funcionarios alemanes que habían permanecido leales al Tercer Reich, por no sopesar su actitud y seguir los dictados del régimen nazi y no los que dicta una consciencia libre, con lo que, según el juez norteamericano Jackson, contribuyeron a las barbaridades acaecidas bajo el nazismo.

Regresando al presente, la pregunta clave es: ¿Quién es culpable, el Gobierno Federal de los EE.UU. que ha cometido el delito de espiar durante muchos años al mundo entero o Snowden que, siguiendo los dictados de su consciencia libre, ha denunciado los abusos universales e inconstitucionales de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA)?

De la respuesta depende el destino no sólo de Snowden, quien solamente destapó la ilegalidad de la NSA, que graba millones de comunicaciones por minuto y las conserva para que cualquiera que pronuncie una palabra clave sea escuchado, analizado y clasificado de inmediato, control al que ni siquiera el pueblo norteamericano escapa y que los cipayos del imperio intentan ocultar bajo su reacción virulenta; mientras que Assange, Snowden, el soldado Manning, el general Cartwright y otros patriotas más lo intentan impedir.

Se puede afirmar que hoy como ayer, bajo el yugo nazi, está en juego el futuro del planeta si es que éste llegara a caer bajo el control absoluto de la bestia apocalíptica, que es en lo que se está convirtiendo el poder casi hegemónico de los EE.UU. En el caso de que esto llegase a suceder, nadie tendría libertad para nada, porque se cumpliría la profecía de que ella sólo permitiría comprar o vender a los que portaren su marca, o sea que habría que sobrevivir de las migajas que ella arrojare.

Hombres libres del planeta, todavía estamos a tiempo para derrotar a la bestia en gestación, apoyemos a Snowden y luchemos para que esta pesadilla no se plasme en la dura realidad con que nos amenaza el imperio del mal.

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