Por: Ney Barrionuevo J., Director RIMISP-Ecuador
Una de las características más dramáticas de las transformaciones rurales en América Latina que documenta Rimisp -Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural-, es el despoblamiento y el envejecimiento de su población, asociado también a la migración de los más jóvenes hacia las ciudades intermedias o a las grandes urbes, buscando oportunidades que sienten no son posibles de alcanzarlas en sus zonas de origen.
Ecuador es un caso que evidencia tal fenómeno: La población migrante ecuatoriana (93% es migración interna) asciende a 1.4 millones de personas mayores de 10 años, de los cuales un 29% (406 mil personas), son originarios de zonas rurales[1]. En el medio rural ecuatoriano, la cantidad de pobladores con menos de 15 años, es el doble de aquellas que se ubican entre 15 y 24 años, mientas que, en las zonas urbanas, este último segmento de la población es el que registra un mayor crecimiento, precisamente, a costa de la fuga de jóvenes talentos rurales.
En las investigaciones que se han realizado en el marco del GDR Ecuador, así como en las entrevistas y diálogo con los jóvenes rurales se da cuenta de una serie de factores de índole económico-social y emocional-cultural, que se entrelazan y explican en su interacción la salida de los jóvenes de la ruralidad, en la que si bien es cierto las actividades agrícolas siguen siendo las predominantes, ve crecer la diversificación de actividades económicas rurales no agrícolas.
En el primer ámbito se señalan los problemas asociados a la falta de acceso a la tierra para los jóvenes, que al no disponer de tal patrimonio se ven en dificultades para acceder a financiamiento, y con ello a la introducción de innovaciones para mejorar la productividad o calidad. En un país con una densidad poblacional[2] de 65 personas por Km2, la más alta de Sudamérica, además con un 85% de Unidades de Producción Agrícola menores a 10 ha y familias de agricultores de 4-5 hijos, la tierra es un bien cada vez más escaso, con zonas en la Sierra que han pasado del mini al microfundio, sin capacidad para sostener una familia y menos si su vinculación al trabajo es como mano de obra familiar no remunerada.
Por otra parte, aunque el nivel de escolaridad promedio en el medio rural es de 7.5 años frente a las 11.3 de la ciudad, entre la población más joven del campo, la cobertura del sistema educativo de bachillerato es mayor que en el pasado (tasa de matrícula rural en bachillerato técnico es del 82,4%); sin embargo, la brecha de calidad determina que la tasa de matrícula en universidades de bachilleres del área rural llegue solo al 5,2%. El divorcio en contenidos y métodos de la educación rural respecto a las demandas de desarrollo de los territorios rurales, a más de la política de cierre de centros educativos en pequeñas comunidades rurales a favor de una concentración en zonas urbanas, explican el por qué se la considera como un factor adicional de expulsión de los jóvenes de la ruralidad.
Una variada gama de emprendimientos agropecuarios, en procesamiento de alimentos, en turismo, gastronomía, artesanías, otros servicios rurales, hablan de la enorme creatividad de los jóvenes rurales, que más allá de los obstáculos para acceder a créditos, se enfrentan según lo manifiestan en las sesiones del GDR a la falta de asesoría en innovaciones productivas y de articulación a mercados, elementos que se conjuran contra la viabilidad y sostenibilidad de esos negocios de generación de auto empleo.
En el plano más emocional-cultural, el hecho de que la pertenencia a las organizaciones de productores en muchas ocasiones requiere de ser propietarios de tierra y/o del pago de cuotas de ingreso que los jóvenes no disponen en ambos casos y la percepción de no ser tenidos en cuenta en las grandes decisiones, se suma a una mentalidad, anhelos y expectativas cada vez más urbanas, que se ven frustradas de realizar en el medio rural y que abonan los hallazgos de entrevistas cualitativas, en los que la migración es una opción mayoritaria y de los que se quedan, solo un mínimo desea quedarse como agricultor.
De allí la afirmación de que el joven abandona el campo para mejorar sus condiciones de vida y para acercarse a los imaginarios de lo que admira en las urbes.[3]
Los jóvenes rurales aportan a las dinámicas de desarrollo territorial con su creatividad y entusiasmo, con una mayor productividad del trabajo, un mejor nivel de instrucción, mayor apertura a innovaciones tecnológicas, mejor capacidad de articulación de lo rural con lo urbano, diversificación de actividades y rubros, pero se están yendo y con ellos los territorios rurales pierden todas esas ventajas.
El objetivo de buscar la permanencia de los jóvenes en el campo, sin comprender la complejidad de la situación de posesión de los recursos, acceso a innovación, financiamiento y mercados e infraestructuras, afecta la viabilidad real de ese propósito, las cuestiones éticas de no considerar las aspiraciones y vocaciones de las personas y de restringirles una trayectoria de vida ligada al campo por haber nacido en un poblado rural, se ha quedado obsoleto y más bien se precisa de políticas públicas que acompañen sus sueños, sean estos dedicarse a la agricultura con alta innovación, diversificarse en otras actividades en el mismo medio rural o emigrar a ciudades intermedias o a las grandes urbes.
Dentro de esas políticas orientadas a los jóvenes rurales, la educación y en particular la educación técnica, así como el apoyo a los emprendimientos son los focos de incidencia del GDR Ecuador para contribuir a la realización del derecho al trabajo y a una vida digna de los jóvenes, pero también con ello a un desarrollo territorial sostenible.
[1] “Jóvenes rurales en Ecuador, una estrategia de incidencia”, GDR-RIMISP,” Alejandra Estévez (2016)
[2] https://datosmacro.expansion.com/demografia/poblacion/ecuador
[3] https://rimisp.org/noticia/ecuador-migracion-de-los-jovenes-impacta-en-el-crecimiento-de-la-poblacion-rural/