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Juan Benigno Vela y la parresía. 2023

Pedro Reino - Wikipedia, la enciclopedia libre

Foto:Wikipedia

Por: Dr. Pedro Reino Garcés, Cronista Oficial de Ambato

Hagamos cuenta que por aquí, ahora mismo, entre quienes me están escuchando, deben estar presentes dos almas de nuestros importantes antepasados. Deben estar inquietas esperando lo que voy a decir de ellas, de lo que hicieron cuando vivían peleándose con medio mundo; mejor dicho, con ese mundo; a ese pueblo de ignorantes a los que los plutócratas les mantenían engañados en toda una República.

No son almas de poetas ni simples literatos como creemos ahora, sino espíritus de políticos que les tocó combatir a los tiranos de su época, que mantenían a la gente sometida a la irreflexión y a la servidumbre, sin saber siquiera que tenían derecho a la protesta.

Gracias a esta  invitación, ellos también se han puesto de cada lado de todos los que estamos aquí. Se sabe que murieron hace más de cien años. El uno murió un 17 de enero de 1889, hace 134 años y algunos quieren resucitarlo para volver a expatriarlo y a matarlo, para idolatrarlo como a momia fresca, mezclándolo y confundiéndonos con cualquier cacareador de tantas injusticias que aparecen en tiempos de elecciones.

El  otro murió un 24 de febrero de 1920. Es un muertito de 103 añitos de soledad que creían que daba “palos de ciego”, pero que veía más con su pluma, con unos ojos que no necesitaban bastón. Pues con ese palito se defendía primero de los curas que le odiaban, más que de los perros callejeros que curuchupamente salían a verlo caminar por las calles de la villa de Ambato.

Acompañados con cada uno de estos espíritus, vamos a comentar algo de lo que ellos leían para luego poder escribir en periódicos. Esto lo hacían para que ambateños y ecuatorianos se ilustren y dejen de pensar que solo la iglesia con sus sermones hablaba la verdad. El  que murió primero, como había nacido para gallo de pelea, cuando les dejaba sangrando las crestas de las iglesias y los gallineros conservadores, tenía que salir del país a cacarear sin miedo en el exilio; mientras que al gallo del bastón que se había propuesto publicar periódicos de combate, le cogían con más facilidad y terminaban desterrándolo y expulsándolo para ver qué hace tras las fronteras.

Estos “gallos” leían a los clásicos; es decir a escritores de Grecia y Roma, y querían que nosotros fuésemos ilustrados como ellos. Ellos buscaban lo que yo he encontrado como su propósito y que quiero volver a compartir con ustedes. ¿Qué era? La respuesta que he encontrado en palabras de ahora es lo que se llama: la parresía, que es sobre lo que he venido a hablarles en esta memoria.

Se sabe por los textos de Platón, en un libro que comentó sobre las Leyes, los ciudadanos eran educados con cantos, gimnasia y música. Pensemos qué música y qué cantos nos presenta el filósofo como cosas separadas. ¿Qué cantaban los griegos? ¿Qué significa que hayan tenido que aprender música?  – Y no es que en ese tiempo hayan existido ni discotecas ni caraokes – les quiero decir que música y poesía eran y son una sola cosa, porque había que someterse a métrica y rima; y entonces, sin matemáticas no hay métrica en el alma. El cálculo se hacía con cadencias que educaban el alma ¿No sería  que primero  enseñaban a escuchar?

¿A quién más podían encargar la educación de un pueblo, sino a los maestros, que no lo eran cualquiera. Se los daba este encargo a los sabios, a los filósofos, a la gente que para poder educar significaba que tenían la capacidad de enseñar a razonar; tenían que respaldarse en la ética, en la moral pública, en el desafío de hablarles con la verdad que es una de las significaciones de la parresía. ¿y qué significa hablarles con la verdad? Lo que quiere decir es que investigaban, se actualizaban, dudaban de lo que decían y practicaban lo que predicaban.

Ahora y en nuestro medio creemos que maestro es un transmisor de contenidos; algo  así como un cable que conecta un cerebro con otro que puede estar desenchufado; y la educación una carrera de resistencia para sacar títulos con cuyos papeles está acreditada la sociedad para ganar dinero, sin importar razonamientos sobre la explotación a los demás.

¿Y a qué venía tener gimnasia en el proceso educativo?  Digamos en síntesis que en el ejercicio de un cuerpo sano está la música de la vida, que quiere decir que también tiene la mente sana. A más de esto se practicaba el ejercicio de la razón.

Con estos antecedentes se decía que se podían entender las pasiones y expulsar justamente las llamadas malas pasiones. ¿Y cómo lograr esto? A los griegos les pareció sencillo si el alumno había sido preparado “para escuchar la razón”, que suena a música del alma; pero el caso es que esto parece un punto del individualismo; y no es así, porque la educación estaba en relación con la ciudad, que significa que es una razón social. Aquí nuestra inquietud ¿educamos a los jóvenes en función de esta relación moral con la sociedad? Un ejemplo: ¿Se aprende matemáticas y cálculos para la liberación o para la explotación a los analfabetos? ¿Se aprende cálculo para evadir impuestos? ¿Para hacer doble contabilidad o ser eficientes tan solo con los resignados a cumplir las leyes?

Esta educación hizo poner de ejemplo a los discípulos o alumnos griegos a que debían tener un “alma de oro”. Entendamos la diferencia: una cosas es ser educados para tener oro en los bancos, producto de ser empresarios exitosos; y otra cosa es tener oro en el alma. Y las reflexiones van un tanto más allá con estos ejemplos. Sócrates había respondido que para comprobar necesitaba de las piedras, con las que se ha de chocar el oro y ha de  salir más brillante quien tiene alma de oro.

Y así, don Juan Montalvo y don Juan Benigno Vela se chocaban con piedras, con cascajos y cangahuas que han servido para que ahora digamos que sus enseñanzas, al margen de escuelas y colegios, donde se dicen biografías de muertos, han servido para comprobar que tenían oro en el alma.

Veamos brevemente ¿por qué decimos que tenían oro en el alma? Sócrates había dicho que los timoratos o tímidos en decir verdades no sirven para maestros, porque no asumen la parresía, es decir, el desafío de decir razonablemente la verdad.

Muchos más con Montalvo ya habían dicho “mi pluma no es cuchara” cuando querían acallar con dinero la compra de conciencias; es decir, cuando pensaban que los escritores con conciencia social podemos vender nuestras convicciones, como sabemos que ahora ocurre en el periodismo que nos manipula y al que le creemos.

Veamos esta anécdota de don Juan Benigno vela a sus 41 años de edad ante las tentaciones del Presidente J M Plácido Caamaño que era un adinerado cacaotero, el mayor hacendado de Tenguel que llegó al Poder habiendo sido Ministro de Hacienda o de asuntos de economía por vínculos con su primo Diego Novoa Arteta. Cuando llegó a ser Presidente le mandó esta carta a don Juan Benigno:

“carta interesante

Quito junio 10 de 1884

Sr Dr Dn Juan B. Vela,- Ambato

Cuando escribí a U ofreciéndole mi apoyo para la publicación de un periódico en Ambato, no fue, seguramente con el ánimo de inclinar sus ideas de escritor independiente a un fin determinado, sino con el propósito de abrir a  U campo para que, ocupándose en las nobles tareas periodísticas, se procurase alguna entrada más para la vida, prestando al propio tiempo, sus servicios a los intereses generales. No crea U que yo tema ni me desagrade la libertad de pensamiento, expresado por la prensa, cuando este se funda en la razón y la justicia, y no en la exageración de las pasiones…

La oposición decente y razonada, es por el contrario, útil y provechosa para un gobierno que, escento de las aberraciones de bandería y de personales odios, solo aspira el engrandecimiento de la República, y a verse ayudado en sus labores administrativas, de hombres competentes… J, M Plácido Caamaño.

Contestación

Ambato junio 18 de 1884

Exmo. Señor  Dr. José María P. Caamaño.- Quito

Señor:

Yo creo muy bien que cuando V E me escribió su primera carta el 30 de mayo, no tuvo ciertamente el ánimo de inclinar mis ideas de escritor hacia fines determinados, y que fueron los móviles que V E  me indica en su segunda carta…

Mas, si mi juicio no fue errado, debo al propio tiempo confesar a V E que por generosas y elevadas que sean las miras… No voy a torcer mis ideales”. Argumentó que depender del Estado, le quitaba la libertad porque se convertía en su empleado.

¿Qué quiere decir esto desde el concepto de la parresía que les he venido a comentar? Pues que hay que estar desatados de intereses de quienes manejan el poder político para poder escribir la verdad.

Volviendo a los tiempos cuando el Ecuador se debatía entre dos tendencias político-religiosas de liberales y conservadores, comentemos la anécdota de la mezquindad con la que actuaban los curas del siglo XIX.

Anécdota de Juan Benigno Vela como padrino

“Los clérigos fueron los que desde el púlpito dijeron: Ahí tenemos el castigo palpable que Dios ha mandado sobre ese hereje, sumiéndole en las sombras del misterio, creyendo que la ceguera, cuya causa fue el cansado esfuerzo en la excesiva lectura a la luz de la luna  y de las tenues luces de los árboles, y de las corrientes de aire imprevistas de las que no se cuidó, fue para ellos el castigo de Dios por haber comido carne en Viernes Santo.

Excomulgado como dizque estaba, voy a contar un pasaje de los que a menudo se le presentaban.

Habiendo sido elegidos padrinos el Dr. Vela y su esposa para el matrimonio del Dr. Adolfo Páez, que debía casarse con la señora María Ascázubi, y cuyas ceremonias debían llevarse a cabo en la parroquia de Baños, en donde era cura don Arsenio Suárez que llegó a ser Vicario; y el cual rechazó rotundamente al oír como padrino al Dr. Vela, ya que según ellos se hallaba fuera de la iglesia y suelto de la mano de Dios.

Mas, sabedor de esto el Dr. Vela, le dice al novio que se lo diga al cura tal, que está muy bien, será padrino algún perico de los palotes encontrado al azar.

Llegado el momento preciso, entra también él a la iglesia y en momentos en que leía el cura las oraciones del caso, escabulléndose por entre los demás logró colocarse al lado de los novios en momentos de la bendición nupcial y en los que se preguntaba cuál es el padrino, a lo cual respondió el Dr. Vela “El padrino soy yo Sr. Cura”. Con esto el cura se murió de cólera pero tuvo que aguantarse en silencio los resultados de su intransigencia.

Fue católico sincero, franco y virtuoso…” Wilson A. Vela

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