Un año entero transcurrió desde que Sucre se puso al frente de las operaciones militares, hasta el triunfo de Pichincha de 24 de Mayo de 1822, que selló la independencia ecuatoriana. En todo ese tiempo, Simón Bolívar permaneció atento a los acontecimientos, deseoso de ver pronto a Quito independiente e incorporada a la República de Colombia que había fundado.
En su proclama de 8 de octubre de 1821, desde El Rosario de Cúcuta, se dirige a los quiteños: “ El ruido de vuestras cadenas ha herido al ejército Libertador, y marcha al Ecuador; ¿podéis dudar de vuestra libertad? Y libres, ¿podéis dejar de abrazar a los que os convidan con independencia, patria y leyes?. Con estas palabras, además, Bolívar estaría, insinuando el nombre que adoptaría primero un importante sector de nuestro país y más tarde la república toda.
El propio Bolívar ha reseñado la campaña que culminó en Pichincha con la independencia ecuatoriana, en el “Resumen sucinto de la vida de Sucre” que escribiera en Lima en 1825, rindiendo así el más hermoso homenaje a su mejor colaborador; dice el Libertador que Sucre “ fue destinado desde Bogotá a mandar la división de tropas que el gobierno de Colombia puso a sus órdenes para auxiliar a Guayaquil que se había insurreccionado contra el gobierno español. Allí Sucre desplegó su genio conciliador, cortés, activo, audaz”.
“Dos derrotas consecutivas pusieron a Guayaquil al lado del abismo. Todo está perdido en aquella época; nadie esperaba salud, sino en un prodigio de buena suerte. Pero el General Sucre se hallaba en Guayaquil y bastaba su presencia para hacerlo todo. El pueblo deseaba liberarse de la esclavitud: El General Sucre dirigió este noble deseo con acierto y con gloria. Triunfa en Yaguachi, y libra así a Guayaquil. Después un nuevo ejército se presentó en las puertas de esta misma ciudad vencedor y fuerte. El General Sucre lo conjuró; lo rechazó sin combatirlo. Su política logró lo que sus armas no habrían alcanzado. La destreza del General Sucre obtuvo un armisticio del General español que en realidad era una victoria. Gran parte de la batalla de Pichincha se debe a esta hábil negociación; porque sin ella, aquella célebre jornada no habría tenido lugar. Todo habría sucumbido entonces no teniendo a su disposición el General medios de resistencia.
“El General Sucre –continúa Bolívar- formó un ejército respetable durante aquel armisticio con las tropas que levantó en el país, con las que recibió del Gobierno de Colombia y con la división del General Santa Cruz que a cambio del batallón Numancia, obtuvo del Protector del Perú, por resultado de su incansable perseverancia en solicitar por todas partes enemigos a los españoles poseedores de Quito.
“La campaña que terminó la guerra del Sur de Colombia –concluye el Libertador- fu dirigida y mandada en persona por el General Sucre… La batalla de Pichincha consumó la obra de su celo, de su sagacidad y de su valor. Entonces fue nombrado en premio de sus servicios General de División e Intendente del departamento de Quito. Aquellos pueblos veían en él su Libertador, su amigo; se mostraron más satisfechos del Jefe que les era desinado, que de la libertad misma que recibían de sus manos…”.
Al finalizar su “Resumen sucinto de la vida de Sucre”, Bolívar dedica una hermosa frase a su general predilecto, en al que hace alusión también a la batalla que selló nuestra independencia: “ La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco- Capac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada”.
Poco después del triunfo de Pichincha, Bolívar vendrá a nuestra patria, que con su leyenda de nevados y volcanes, le incitaba y seducía antes mismo de conocerla y que continuaría fascinándole a través de toda su vida.
Tomado de “Ecuador y Bolívar”, editado por Alfredo Luna Tobar y publicado por la Comisión Nacional Permanente de Conmemoraciones Cívicas.
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