Por: Rodolfo Bueno
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La libertad depende de quien la ostenta, hay quienes son libres aun en la cárcel. Assange, Snowden y Manning son libres pese a las dificultades momentáneas que pasan, mientras que los gobernantes de EE.UU., Inglaterra y Suecia, que los acosan y rastrean, no son más que viles esclavos, presos del sistema oprobioso que defienden. Los unos son próceres de la libertad cuyas primeras luces proclaman con su heroica lucha, son el destello de la aurora matutina que anuncia el fin de esta larga noche neoliberal; los otros, por más que mientan, amenacen y maten, saben que están contados los días de la opresión que defienden.
Assange, al ver a internet “transformarse en el facilitador más peligroso del totalitarismo que se haya visto” y en “una amenaza para la civilización humana”, hizo lo que todo hombre libre hubiese hecho, y Ecuador, lo que todo Estado soberano debe hacer. Desde nuestra embajada, Assange sostiene: “Estamos ganando… Formamos parte de un nuevo cuerpo político internacional que se desarrolla gracias a internet” y predice la derrota del Estado totalitario en gestación, porque la juventud descubrirá que “las agencias para las que trabaja no se conducen de un modo legal, ético y moral”. De ahí que la disidencia se va a extender y a hacer público el nivel de engaño y corrupción del poder estatal. Estas conexiones deben conducirnos hacia un futuro libre, imaginado en nuestro corazón colectivo.
Ecuador conoce de los crímenes que en la “guerra contra el terrorismo” el imperialismo comete, de la detención ilegal y brutal en Guantánamo de inocentes, de las torturas y abusos de las fuerzas armadas de los Estados Unidos en Irak y Afganistán. Todo esto fue denunciado por Assange, cuya familia, incluida su madre, “han recibido amenazas de muerte”. De ahí que, según él, la posición del Gobierno ecuatoriano constituye un ‘elemento disuasorio importante’ contra quienes lo persiguen por denunciar las “graves violaciones de los derechos humanos realizadas por los EE.UU. y sus aliados”, incluidos “más de 100.000 asesinatos”.
Su delito fue realizar el trabajo que la prensa llamada libre no hace, calla o tergiversa, es decir, denunciar el pisoteo de la ley, el orden y el derecho internacional por parte del gobierno de EE.UU. y sus aliados por todo el planeta. Por algo el canciller Patiño se lamenta de la falta de apoyo de Der Spiegel, Le Monde, El País, The New York Times y The Guardian, que “usaron la información exclusiva” facilitada por el portal y “tomaron crédito”, para luego distanciarse de su fundador.