EcuadorUniversitario.Com

Los desenfoques de la felicidad. 2023

Pedro Reino Ambato2012.jpg

Foto: Wikipedia

 

Por: Dr. Pedro Arturo Reino Garcés, Cronista Oficial de Ambato

Conferencia en la Cruz Roja de Tungurahua ( Viernes 19 de mayo 2023)

 

¿Cómo es que está interpretando el heredero actual del homo sapiens sobre la propuesta de Aristóteles “El fin supremo del hombre es la felicidad”? El mundo se divide, no solamente desde cuando empiezan a razonar los filósofos, sino desde los albores de la humanidad, en dos grupos: el de los felices y el de los infelices. Y la historia humana no es sino la visión de esa pugna que se llama competencia entre los más listos y los desplazados y confiados. Los listos son los descubridores del poder en el sentido  más amplio que lo podemos relacionar con los controles,   porque somos bestias que marcamos territorios con todo lo incluido, para  beneficio de los cálculos provenientes de nuestros intereses. Pero también debemos advertir que con la conquista mental, hay felices e infelices de prestado que empieza en la cuna de la pereza mental.

Los menos listos, los apacibles, los  ingenuos, los que podemos llamarlos manipulables por humildes y por las ignorancias, los menos evolucionados, son en contraparte los que se han ido quedando entre los infelices gregarios  de las dependencias, cuando se dieron cuenta que los otros se habían apoderado de  la astucia, mientras sus congéneres pasivos  no creían en el poder abusivo sino en el libre albedrío. Por aquí transitan los vulnerables.

Pero parece ser que el propósito de la creación no era el de que el hombre fuera feliz, según salió  a contradecirle Freud a Aristóteles. La felicidad del hombre contemporáneo, metido en el capitalismo está delimitada por la ganancia, por la acumulación desmedida de riqueza derivada de esa astuta interpretación de  los adelantados a ser herederos de paraísos, que bien sabemos que son terrenales, y que hasta se llaman fiscales, porque allí se sienten como en el principio del mundo, protegidos por las leyes de sus fetichistas divinidades exaltadas en sus aquelarres y sin regulación de las justificaciones ornamentales de los derechos humanos.

¿Dónde encontrar la felicidad según Aristóteles? Él había señalado que se podían clasificar en focalizaciones:

Externas: la riqueza, la fama, el poder o los honores.

Del cuerpo: la salud o el placer.

Y las del alma: la contemplación o la sabiduría.

Ya podemos darnos cuenta del lugar en el que nos encontramos y lo que ha priorizado el mundo actual. Resulta que no solo porque lo haya dicho Freud, sino porque quizá ya está en nuestro imaginario común, el problema está en el desequilibrio con que actúa el ser humano. Freud diría que el problema del hombre es su patología congénita, que bien podemos entenderla como una vocación instintiva con ramificaciones de los postulados aristotélicos que quiero argumentar como desenfoques de la felicidad.

Rápidamente  digamos que a medida que el homo sapiens iba acomodándose al mundo y sus circunstancias, a partir de la revolución agrícola, evolucionaron también sus patologías. Con el control de la tierra, el hombre se hizo más cruel, afirma Yuval Noah Harari en su libro “De animales a dioses, 2017”. Por el control de la tierra la humanidad vive la evolución de las guerras. Y ustedes comprenderán que el control de la tierra implica no solamente el control de sus recursos naturales, sino el de los congéneres  reducidos al fácil concepto de ser esclavos. Entonces vamos entrando en el tema de la Cruz Roja, y no podemos dejar de argumentar que no se trata sino de analizar la evolución de las patologías,  entre seres que nos preciamos de inteligentes enfrentados a los depauperados. 

 Entre la Cruz Roja y los Derechos Humanos

 Partamos mirando dos cunas, para buscar, como si se tratara de seres que han crecido, a dos creaturas forjadas en las ilusiones, que lo ha perdido o no quiere entender el homo sapiens: el derecho a la vida y el cultivo de la dignidad humana. Seguro nacieron apoyados considerando  pensamientos que nos han llegado como si retomáramos algún punto de partida: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”, como lo ha redactado la ONU.

 Dunant y la creación de la Cruz Roja

 Al focalizar la primera cuna, mirando las fechas tenemos que “El 24 de junio de 1859, Henry Dunant se encontraba en el norte de Italia, donde pretendía reunirse con el emperador Napoleón III para discutir ciertos asuntos relacionados con el negocio que Dunant tenía en Argelia. Ese mismo día, las tropas francesas y las austríacas libraron la famosa batalla de Solferino, uno de los enfrentamientos más sangrientos del siglo XIX, que dejó un saldo de más de 40 000 personas heridas, muertas o desaparecidas. Dunant no pudo reunirse con Napoleón III y probablemente llegó después de la batalla, pero fue testigo de sus horrendas consecuencias, con miles de soldados heridos y moribundos a quienes nadie atendía ni ayudaba. Conmocionado por tanto horror y sufrimiento, pasó varios días en la pequeña ciudad de Castiglione, donde ayudó a la población local a cuidar de las víctimas de la batalla”.

Con  este antecedente, Dunant escribió y publicó tres años después, en 1862 su libro: Recuerdos de Solferino. De esto saltemos al 17 de febrero de 1863 y luego a octubre del mismo año en que la historia dice que se crea el Movimiento de la Cruz Roja. “Pocos meses después, el 22 de agosto de 1864, en una conferencia diplomática convocada por Suiza, se firmó el primer Convenio de Ginebra para el mejoramiento de la suerte que corren los militares heridos en los ejércitos en campaña.”, según tomo los datos de una página virtual.

Como el propósito de esta reflexión tiene mi sesgo de desenfoque, me  parece que Dunant  y la gente de su época, no reaccionaron en contra de la guerra en sí  que causaron los austriacos y las justificadas luchas italianas que se cuentan como motivaciones, sino que, impactados por la tragedia de estos sucesos, reaccionan como para aliviar los desatinos que se pueden prevenir evitando los enfrentamientos entre las hordas que hasta hoy poblamos la faz del planeta para controlar las parcelas de la superficie de la tierra que llamamos naciones, a las que se nos ha insuflado esas raras bacterias y virus de nacionalismo.

Socorrer a los heridos no está mal; pero a lo que vamos es a tratar de ser preventivos en esta paranoica conducta que tenemos los humanos, de ser devotos de los apropiamientos, de regular con fronteras los límites de nuestro propio egoísmo. Peor sería el caso de socorrer combatientes, puesto que en una guerra todo se militariza y se convierte en arma. Pero ¿acaso nos creen ingenuos para engañarnos y decir que luchamos por puro patriotismo, cuando sabemos que los grupos de poder ocultan innumerables intereses tras las luchas armadas? El mejor caldo de cultivo para los enfrentamientos se llama fanatismo, palabra del vocabulario sagrado de la imbecilidad del cerebro mediocre. Desde luego que bien valdría la pena abrir otro desenfoque que  tenga que ver con el marco de la fe de los fundadores de la Cruz Roja, que estaban cobijados por el protestantismo cristiano, como  rivales del catolicismo. (Fragmento)

Salir de la versión móvil