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María Antonia Bolívar, la perseguida hermana del Libertador

Pedro Reino - Wikipedia, la enciclopedia libre

Foto: Wikipedia

Por: Dr. Pedro Reino Garcés

Cronista Oficial de Ambato

La gente no quiere entender que con el tiempo América tendrá que cambiar de nombre. Tendrá que llamarse Paradoja, o Paradoja Concepción; o Pacífica Inocencia Inoculada de la Contradicción. Es que sus principales hijos ya han sido reconocidos como si fuesen  cualesquier tal Plenipotenciario de las Mercedes; o Plutifílico Secundino Constantino Augusto. Acá Las historias de heredades y linajes vienen prefabricadas para que sean aprobadas por futuras democracias.

Dos sombras certeras conversan en La Habana. Se oyen voces redondas de mujeres viajeras que decían: Al principio casi todos querían tener  nombres como de Virgilios con apellidos tomados a la aventura desde los Barcos; o por lo menos delataban palabras asociadas a los Vergantones. Ellas sonríen. Esto les favorecía para matrimonios con las que se decían Inmaculadas, o con las Prudencias de la Encarnación Feliciana. Después les nacieron hijas que pasaron a llamarse por centurias María Dolores, Rosarios de las Angustias, Magdalenas Perpetuas, Petronilas del Espíritu Santo.

Pero no se olvide que iban llegando nuevos vientos a los ventanales de las vaginas y a las braguetas de los criollos, y entonces saltaron a este mundo las niñas que se llamaban Liberatas de la Injusticia, Prosperinas de la Fecundación, Consolaciones Uterinas, Publias Felicindas. Y cuando las Manuelas fueron mayoría, los varones todos querían ser Simones, José Antonios, Antonio Josés, aunque los que se sentían renegados, en cambio prefirieran ponerles a sus vástagos con las vibras de  Napoleones, Fernandos, Felipes, Carlos y hasta Inocencios. Comentaban bajo las palmeras de La Habana.

Será que sí o será que no, pero la hermana del Libertador dicen que tuvo que esconderse en Cuba, de las persecuciones de los independentistas, por consejo del propio Bolívar, o porque salió enojada con él,  ya que era conocedora de que podía cometer cualquier burrada. Ella más que nadie era sabedora de su temperamento y mal carácter.

María Antonia Bolívar Palacios (Caracas 1777 – 1842), de regreso del exilio, ahora conversa en la casona de Caracas con la negra Matea. Como hermana mayor de Simón, acoge en su casa a la mujer que regresa con sus ojos más grandes que los mares llorados por siglos entre África y el Caribe. María Antonia le cuenta que ha regresado de los destierros ocasionados por las revueltas de la Independencia que lidera su hermano El Libertador, quien le aconsejó que huyera hacia Curazao y Cuba para su seguridad, porque no la había podido convencer que dejara de tener esa testarudez a favor de los realistas a quienes escondía en su casa, cuando la corriente se iba volviendo evidente a favor de los criollos.

La negra Matea recuerda que ella fue la primera nana y maestra del niño Simón. ¿Creerán algún día que las negras fuimos maestras de hombres importantes? Siempre es posible que se malpiense que al hacerlo hayamos desarrollado el peligro de  contagiarlos con alguna fécula que a futuro termine inoculando el estigma de la  libertad.

 Las letras y las palabras sobre el papel son mucho más peligrosas cuando están en poder de negros esclavos y manumitidos. Todavía no está aclarado el método para que los negros podamos  asumir didácticas con que debamos ejercer nuestras pedagogías de la obediencia que quieren los patrones, porque siempre terminamos confundiendo con la de las insurgencias de cimarrones. Por esto,  desde la historia, dirán que será mejor no  hablar mucho de que yo,  la nana Matea, fui en realidad la primera Maestra del niño Simón. Dirán también que el Maestro Simón Rodríguez, llamado “El Loco” contribuía con ideas raras que las metía en la cabecita soñadora del niño.

Y los que hablen de su Merce –decía la nana-, tendrán que recordar que usté fue la hermana mayor del Libertador, de los tres hijos del matrimonio Bolívar y Palacios. Que los tres hermanos quedaron sin padres a partir de 1792 en que murió la señora madre, doña María de la Concepción Palacios y Blanco. Recordarán que su señor padre, don Juan Vicente Bolívar y Ponte fue muerto primero, en 1786. Que fueron tres hermanos: Juan Vicente, Joaquina y Simón los huérfanos que quedaron a cargo del abuelo materno Feliciano Palacios de Aguirre y Ariztía-Sojo y Gil de Arriata.

Quien más que la Nana para decirnos que como la niña estuvo próxima a cumplir 15 años, había sido su abuelo quien decidió casarla con un primo en tercer grado que, a sus 21 años, ya demostraba indicios de su demencia.  Desde esos tiempos, la gente calificaba dicha enfermedad como locura. Por su parte el futuro Libertador quedó bajo la tutela del tío suyo llamado Carlos Palacios.

Un día, el adolescente Bolívar, cansado del mal carácter de su tío y tutor, buscó refugio en casa de su hermana, según pueden ver fecha registrada por la historia: 23 de julio de 1795, debido a pleitos judiciales en cuyos  escritos se leen datos en donde María Antonia Bolívar alegó ante la Audiencia que había visto a su hermano «solo por las calles y paseos, a pie y a caballo, en junta con muchachos que no son de su clase”. Un  5 de agosto Simón es sacado por la fuerza de la casa de su hermana y restituido a la casa de su tutor.

¿Cómo es el amor de hermanos en tiempos de guerra? ¿Qué pasa en América cuando los corazones se vuelven rebeldes y se han renegado de tanto desprecio de los engreídos chapetones? Bien Saben que la Independencia no es una lucha que les vaya a quitar privilegios. Solo es un juego con armas hasta retenerse el poder. Los hermanos practican el capricho de estar a favor o en contra de sus allegados. Los monarquistas son conservadores de lo mismo que quieren los independentistas, pero con su propio protagonismo. A los monarquistas les encantan las leyes de Indias con reyes ausentes. Los independentistas quieren sentirse reyes presentes con esas mismas leyes ausentes. ¿Qué saben de esto los indios y los negros? ¿Qué opinan de esto los montañeses, los mulatos, los peones, los iletrados, los arrieros, los soldados reclutas, las mujeres? Todos toman partido a lo que les ofrezcan sus patrones. Que si no les cumplen ni siquiera les queda idea del  resentimiento.

Ideas o palabras golpeaban las cortinas en las ventanas abiertas de la casona que en Caracas se llenaba de espíritus para que pululen fantasmas del futuro. Don Alexandro Ruiz, el que fue Secretario de Hacienda de Indias,  ha tomado partido para reclamar derechos en favor de doña María Antonia. Él quiere que sepan en España que doña María Antonia es una “Heroína de la Lealtad” monárquica. ¡Cuánto diera su hermano Simón que ella fuera la “Heroína de la Fidelidad!” americana. Según escribe don Alexandro: “Me consta y es bien notorio, y lo ha declarado la Real Audiencia de Caracas que su hermano la maltrató y persiguió. La hizo emigrar con violencia por haber sido de conducta y opiniones contrarias a las suyas… salvó la vida de muchos buenos españoles refugiándolos en su casa  y haciendas… Soy del parecer que pues de sus bienes se aprovecha en Caracas la Real Hacienda, como consta del solemne documento adjunto, Vuestra Majestad se digne mandar que aquí (Cuba) se le asista con una pensión de mil pesos mientras permanezca en esta ciudad con su familia y que esta intendencia se entienda con la de Venezuela para los debidos reintegros…”

María Antonia no sabe qué hacer con su apellido Bolívar que brilla sedición en los círculos por donde ella transita. A ratos quiere restregarse la sangre para tratar de entender cómo poder desintegrarse de las extremas pasiones con las que ahora vive la gente. Recuerda claramente que tal situación puso en conocimiento de Rey mediante carta remitida desde Curazao. Pero la sangre es solo un camino que sirve para efímeras palpitaciones. ¡Y pensar que de eso están formadas las conductas comunitarias de nuestros pueblos!

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