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Olmedo y el 9 de Octubre

Por: Rodolfo Bueno

Que nuestros antepasados eran de armas tomar no lo discute nadie y lo demuestran León de Febres Cordero y el Capitán Nájera, que con unos cuantos soldados del Batallón de Granaderos tomaron el cuartel de Artillería, apresaron al oficial mayor y después arengaron con tal entusiasmo a la tropa que esta se unió a la causa de los patriotas. Por su parte, Francisco Lavayen acompañado de unos pocos rebeldes se apoderaron de la batería Las Cruces, luego asaltaron el Cuartel Daule; Joaquín Magallar, su comandante, entregó la vida intentando impedir el triunfo de la revolución. A buena hora no hubo más bajas de lamentar.

A eso del medio día del 9 de Octubre, Olmedo asumió el cargo de Gobernador Civil de la Plaza; Villamil y Febres Cordero tuvieron que insistir largamente para que este ilustre hombre aceptara el puesto. Comparen con lo que pasa hoy en día y verán la diferencia. El bando que anunció la libertad fue aprobado por la votación de todo el pueblo y en esa elección participó toda la tropa. En ese entonces sí eran demócratas.

Luego, el Cabildo redactó el Acta de la Independencia de Guayaquil y estampó su firma en la misma. Cuando se hacían las cosas, las hacían con todo rigor. En dicha Acta se lee: “En la ciudad de Santiago de Guayaquil, a los nueve días del mes de octubre de mil ochocientos veinte y años, y primero de su independencia.” La palabra independencia era una primicia en la historia patria.

Después, el Cabildo nombró a Olmedo Jefe Político de Guayaquil, quien convocó a un Cabildo Abierto que escogió y ratificó a las autoridades siempre y cuando jurasen lealtad y apoyasen la independencia, luego acordaron propalar estas nuevas a Quito y Cuenca, exhortándolas para que se unieran a este movimiento. También nombró Jefe Militar al comandante Gregorio Escobedo; creó la Junta de Guerra, presidida por Luis Urdaneta; comisionó a Villamil y Letamendi para que viajaran a Lima e informaran a San Martín, y a Lavayen para que informara a Bolívar. Convencidos de que Bolívar no podría cruzar Pasto y que el poderío español impediría el avance de San Martín desde el sur, les daban la buena nueva: Guayaquil era libre del dominio español y se unía a la lucha por la independencia. Solidaridad absoluta, algo necesario en la actualidad, sólo que a nivel continental y mundial.

Las transformaciones producidas en América Latina, antes del 9 de Octubre de 1820, habían sido profundas y la lucha por la libertad triunfaba por todo el continente: Las batallas de Carabobo y Boyacá habían independizado a Venezuela y Colombia; Argentina y Chile ya eran libres; San Martín se aprestaba a liberar Lima; Chile había acabado con la supremacía naval de España en el Pacífico, y el ideal independentista había echado raíces en la opinión de la gente. Algo muy diferente a lo que había acontecido luego del primer grito de independencia dado en Quito el 10 de Agosto de 1809, cuando el dominio de España era todavía sólido, pese al éxito inicial y al respaldo popular a ese levantamiento.

Luego del triunfo de la Revolución del 9 Octubre de 1820, cuyo ejemplo amenazaba con propagarse por todos los rincones del suelo patrio, hubo en Guayaquil tres ideales políticos: Los que propugnaban la anexión a Colombia, los que preferían la anexión al Perú y los que luchaban por ser un Estado Soberano, o sea, la Provincia Libre e Independiente de Guayaquil.

Todos ellos comprendieron que la independencia no podría consolidarse mientras Quito y el resto de país no fuesen libre, por lo que, además de solicitar ayuda a San Martín y Bolívar, crearon la División Protectora de Quito, comandada por Luis Urdaneta y León de Febres Cordero, que de inmediato partió a independizar lo que sería la futura capital del Ecuador y demás regiones de la Patria. Lastimosamente, por no estar pertrechados para soportar el frío de la serranía ecuatoriana y pese a que durante la marcha lograron importantes victorias, fueron derrotados en los campos de Huachi y debieron retornar a Guayaquil. Bolívar, a solicitud de Olmedo, envió, para que afianzase la independencia de la naciente nación, al general Antonio José de Sucre, su mano derecha; vino acompañado de cientos de soldados.

A Bolívar y San Martín se les hizo patente que sin aunar esfuerzos se dificultaría la causa independentista, por lo que acordaron reunirse en Guayaquil, donde decidirían la suerte de los territorios liberados. Hubo la propuesta de que la incorporación de Guayaquil a Colombia se realizara mediante plebiscito. Bolivar, por no estar seguro de cómo votarían los guayaquileños y puesto que requería de este importante puerto para plasmar su gran proyecto, asumió todos los poderes, tanto políticos como militares, e impuso al Gobierno Provisional Guayaquileño que la Provincia Libre de Guayaquil perteneciera a Colombia.

Ante la imposibilidad de que Guayaquil fuera un Estado independiente o formara parte de la República del Perú, Olmedo, quien se oponía a que su ciudad quedara bajo la férula de Colombia, rechazó esta resolución y se auto exilió en Lima. Fue el único prócer que le dijo NO al Libertador, lo que no fue un óbice para que le dedicara la mejor oda a la independencia de América: La Victoria de Junín, Canto a Bolívar.

Posteriormente, Sucre organizó a los guayaquileños para que participasen en la lucha por la liberación de Quito. El 24 de mayo de 1822 se dio en las faldas del volcán Pichincha la gran batalla que selló nuestra Primera Independencia. Conquistar la Segunda va a ser mucho más difícil.

Por otra parte, el General San Martín convocó al Primer Congreso Constituyente del Perú, que se instaló como Poder Legislativo el 20 de septiembre de 1822. Este organismo en su primera reunión le ofreció poderes dictatoriales, ofrecimiento que él rehusó; sus altos ideales estaban en contradicción con dicha idea. Aceptó, aunque a regañadientes, el título honorífico de Fundador de la Libertad del Perú y Generalísimo de las Armas, que el Congreso del Perú también le ofreciera. Había tomado ya la férrea decisión de retirarse.

Así fueron nuestros próceres, aprendamos los ideales de ellos.

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