Por: Alexandra Ayala Marín
En memoria de Lenin Ortiz Arciniegas, ecuatoriano, se acaba de realizar en México (23-25 de mayo) el III Congreso de Arqueología Social Ameroibérica (vaya, antes se decía iberoamericano. ¿Superada la subordinación de nuestro continente a la península europea que nos legó la lengua?). Lenin Ortiz hizo fundamentales aportes a la arqueología social, que sería el vinculo entre la ciencia que estudia los monumentos de la antigüedad con la gente que conserva «los rasgos de identidad y permanencia de un pueblo», según sus palabras.
Eso fue lo que, en resumen, hizo Ortiz, historiador y arqueólogo, hombre de figura rotunda y amante de todo lo que podía darle el presente, tal vez porque valoraba más el pasado nuestro, amerindio. En esa perspectiva, para «articular la reconstrucción histórica, arqueológica y etnográfica, con la comuna campesina residente en sus inmediaciones», planteó la recuperación del sitio de las Pirámides de Cochasquí. El Consejo Provincial de Pichincha (CPP) se encargó de ello, y Ortiz fue director del Programa del mismo nombre entre 1982 y 1986, después de haber sido consejero provincial (1978-1982), e impulsado la idea desde 1972.
Algunos de sus colegas mexicanos, a quienes conoció en 1969 cuando fue a la Universidad Nacional Autónoma de México, para estudiar Conservación de materiales arqueológicos, lo reconocen como «principal promotor de la Arqueología Social en Sudámerica», por lo cual le dedicaron este tercer congreso, con la participación de representantes de varios países americanos y de España.
En la semblanza que hacen de Ortiz, destacan su paso por México y la influencia que recibió de Maurice Godelier y Louis Althusser, mediante un seminario sobre antropología marxista que siguió en la Unam; que a su regreso a Quito y desde su cátedra en la Universidad Central, orientó a sus alumnos en esta tendencia e influyó también entre los estudiantes de la Universidad de Guayaquil. En 1979, en la Segunda Semana Cultural de Mayo, organizada por el CPP a iniciativa de Ortiz, él reunió, también por primera vez en Quito, a un grupo de colegas de la arqueología social; desde entonces, «fue el promotor de múltiples iniciativas que buscaban acercar a los colegas, aun con diferentes puntos de vista…».
Estas iniciativas, su pensamiento y su obra, han permitido considerarlo como «uno de los Próceres de la Arqueología Social». Y lo dice uno de sus contemporáneos y amigo, el mexicano Felipe F. Bate, de los convocantes al Congreso citado.
El 16 de julio de 2009, murió Lenin Ortiz. No llegaba a los 70 años. Un mes después, la publicación de su libro póstumo Cochasquí, el agua del frente a la mitad, se convirtió en el testimonio impreso de su obra fundamental. El historiador Jorge Salvador Lara, fallecido después, la celebró como «un informe científico completo sobre Cochasquí, gran centro político, ritual y militar del pueblo Cara…», y reconoció en Ortiz su «recia trayectoria de investigación sobre los pueblos originarios de la región andino-ecuatorial-amazónica».
Sin duda, siguen viviendo quienes dejan algo para la memoria.
Fuente: Diario Hoy