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Qué aprender y cómo aprender: requerimientos y posibilidades

Por: Pablo González Casanova

En su ensayo “La Universidad necesaria” (bosquejo para un proyecto), Pablo González Casanova afirma: “Hay requerimientos que no podemos eludir en la formación de un universitario. Si no se enseñan las matemáticas ligadas a la lógica, la lengua ligada a la literatura, la historia ligada a las teorías y métodos de sistemas y de estructuras, la ciencia vinculada a las teorías y a los métodos experimentales y para experimentales, entonces no se está enseñando cómo aprender a aprender.

Es más, si no se enseña la lógica ligada a las matemáticas clásicas y modernas, a la argumentación racional y a la nueva y vieja retórica, a la historia y el pensamiento crítico y alternativo, a la ciencia y el pensamiento hipotético, observacional, experimental, entonces no se está enseñando cómo aprender a aprender nuevos conocimientos y a crear nuevas realidades.

Si no se enseña la computación articulada a la modelación y al análisis de sistemas simples y complejos, mecánicos, homeostáticos y morfogenéticos, deterministas, estocásticos, autodirigidos y auto-creadores, dinámicos y dialécticos, entonces no se está enseñando cómo aprender nuevos conocimientos a fines del siglo XX ni la nueva vinculación de los lenguajes y los actos, ni las nuevas posibilidades de la imaginación y la construcción de realidades.

Si no se enseña la ética ligada a la historia, a las prácticas y relaciones sociales, a la praxeología, a la prospectiva, a las políticas y las tecnologías y a las palabras-actos, entonces no se está enseñando a aprender la relación entre el conocimiento, los valores y metas, y la acción que busca objetivos y construye realidades.

Si no se enseñan los vínculos, analogías e isomorfismos entre ciencias de la materia, ciencias de la vida y ciencias humanas, no se pueden aprender las más novedosas características del humanismo, ni la forma en que lo particular y lo universal, lo idiomático y lo nomotético articulan y articularán los distintos modos del pensar y el hacer en nuestro tiempo y en un futuro inmediato y de mediano plazo.

Los sistemas universitarios deben ser sistemas de multiuniversidades articuladas, respetuosas de las autonomías de sus integrantes y de las redes que establezcan sus grupos de investigación y docencia. No es posible continuar separando las universidades tradicionales de las universidades abiertas; no se deben mantener las universidades presenciales por un lado y construir las universidades a distancia por otro. No es aceptable que se separen la investigación de la educación, ni la difusión cultural de la educación y la investigación. Al contrario, se establecerán más y más vínculos y nexos entre difusión-educación-investigación. Ya ese gran rector que fue Javier Barros Sierra luchó por unir ciencia, tecnología y sociedad en su propia facultad de Ingeniería.

Es necesario establecer los sistemas de enseñanza, aprendizaje y difusión que articulen ciencia-tecnología y sociedad en proyectos permanentes y temporales, con objetivos de larga y de corta duración. No cabe separar, como si fueran opuestos, los lenguajes visuales y los auditivos: ni el enseñar y el aprender, ni la conferencia y el diálogo, ni los estudios y los exámenes. Se juntarán el libro al pizarrón, al video, a la casete, al CDROM, al CDI (disco compacto interactivo). Se combinará el salón de clases con el laboratorio, la biblioteca con el seminario, la videoaula con el pequeño grupo de autoaprendizaje; la crítica con el rigor; la opinión con la información; el espíritu de duda con la firmeza en el carácter; el aprendizaje con el material de trabajo; la enseñanza con la autoevaluación permanente que permite mejorar las prácticas de los conocimientos y la preparación para los “ exámenes “. Se recordará siempre que la mejor forma de educar y difundir la cultura es dialogar, y que se dialoga inquiriendo, preguntando, atendiendo, oyendo y viendo a los demás; investigando, informándose, corrigiéndose recordando, acumulando, imaginando y haciendo lo que se ofreció.

Aprender sería inútil si no mejoráramos nuestra capacidad de aprender. Aprender sería inútil si no aumentáramos nuestra capacidad de descubrir, de crear lo nuevo, lo que todavía no existe, lo que está apareciendo como posibilidad germinal en el momento histórico en que vivimos y en el lugar donde vivimos.

La integración de tecnologías electrónicas a la enseñanza es parte de una integración muy antigua de la investigación de las bibliotecas, los laboratorios, las escuelas, los hospitales, los centros de trabajo, los foros y las comunidades. No se trata de hacer sólo otra universidad sino también la misma que combina medios y saberes, artes y conceptos, preguntas y objetivos en combinaciones significativas para conocer y cambiar el mundo y la sociedad.

El proceso de enseñanza-aprendizaje tiene que enfrentarse a las presiones comerciales y estatales desde una autonomía responsable y disciplinada, plural y crítica, dialogal e informada, que impulse los talleres pedagógicos de las comunidades y los grupos de trabajo escolares y extraescolares con actividades colectivas y personalizadas también creadoras.

Los centros e institutos “ multimedia “ de producción, difusión y aplicación de materiales didácticos han de formar parte de sistemas de redes con excelencia académica y autonomía de sus núcleos integrantes para la propia producción y creación del material didáctico. En esos sistemas educativos se buscará la cooperación vertical y horizontal, de tal modo que la infraestructura de los centros mayores o más bien dotados pueda ser aprovechada por conjuntos crecientes de las poblaciones urbanas y rurales.

El abatimiento de costos y el uso óptimo de recursos habrá de corresponder a proyectos que se hagan con un gran sentido de responsabilidad en cuanto al contenido científico y humanístico y en cuanto a las técnicas educativas que realmente vayan a emplear y a aprovechar. Los universitarios de los centros de una red de redes variarán según sus finalidades y contextos en la producción y aplicación de diccionarios y obras de consulta, libros de cultura general y especializada, cuadernos pedagógicos y de ejercicios, orientaciones y simulaciones, logiciales ( bases de textos, tratamiento de textos, etc. ) y didacticiales ( videos, videogramas interactivos, casetes de audio ).

Los institutos de producción y servicios “multimedia “ podrán corresponder a algunas universidades distintas de las facultades, escuelas, institutos y centros de investigación, pero procurarán establecer de inmediato redes paralelas de trabajo entre los profesionales de los medios y los profesionales de las distintas especialidades en ciencias y humanidades. El ideal práctico consistirá en que “ científicos “ de los medios dominen los métodos y técnicas pedagógicas y su aplicación a determinadas áreas del conocimiento. Así, los profesionales de las ciencias de la materia, de las ciencias de la vida, de las ciencias de la sociedad y en general los científicos y los humanistas tendrán una cultura común para el uso y producción de medios y con los medios.

Es más, a los centros multimedia deberán añadirse redes de producción y servicios que estén lo más cerca de escuelas e institutos. Los sistemas de universidad abierta – presencial y a distancia – deberán tender a articularse cada vez más con los de la universidad tradicional, enclaustrada, hasta formar la universidad del siglo XXI.

En todo caso, la seriedad en la realización de los proyectos deberá asegurarse no sólo por los profesionales de la comunicación electrónica y por los investigadores y profesores del más alto nivel en ciencias y humanidades, en artes y tecnologías: unos y otros cooperarán para la creación de nuevas formas y contenidos didácticos, de nuevos recursos y materiales de aprendizaje.

Poner un alto a cualquier falsificación que sólo busque presentar “ una pedagogía de nada “ o “ una vitrina pedagógica “ es tan importante como preguntarse cuál es la combinación óptima – en cada caso concreto – entre los medios tradicionales como el libro y los electrónicos como las computadoras; entre los medios de que ya dispone una institución y los que es indispensable adquirir o producir.

La masificación de los multimedios para la enseñanza personal y la proliferación de pequeños grupos capaces de trabajar con discos compactos interactivos (CDI) permiten difundir sistemas de consulta con programas arborescentes, con libros electrónicos en que el “ navegante “ tiene la facultad del piloto que escoge rutas o del lector del Ulises que puede leer un libro en formas lineales o no lineales. Así, es posible y necesario combinar el video, la grabadora, la computadora, el cuaderno de escribir, el pisaron negro o de papel o de vidrio, y estimular la expresión científica, estética, teatral, oral, visual, escrita del estudiante que se orienta como piloto. Con esos elementos el piloto-estudiante puede hacer sus propias exposiciones, esquemas, síntesis, mejorar y ampliar su información precisar y reestructurar sus conceptos globales y específicos, ejercitarse en el razonamiento del todo y las partes, de lo actual y lo histórico, de la génesis de eso que vive, de la prospectiva del futuro o los futuros posibles que construirá; puede descubrir opciones inesperadas y crear posibilidades que antes no existían. Para eso tiene que ajustar sus rutas a su contexto e incluso a sus medios, a su propio tiempo de navegar, de leer, pensar, escribir, de simular realidades y actuar en ellas. Periódicamente autoevaluará su conocimiento y la forma de mejorar sus métodos de aprendizaje y de consolidar lo aprendido, y de lograr el “error cero“ en algunas cuestiones técnicas, matemáticas, lógicas o gramaticales; o de formar e informar su espíritu crítico científico y humanístico, y la voluntad y persistencia y la formación de carácter en el curso de la navegación y de las tormentas intelectuales, teóricas y morales. El estudiante o navegante estará siempre listo para buscar las soluciones y variaciones; experimentará por sí mismo diversas soluciones evaluando sus costos, sus beneficios y potencialidades.

La “ democratización del saber “ se podrá y deberá hacer con un sentido no excluyente y con respeto lúcido y profundo de los valores locales y universales, sin dependencias ni fobias de lo ajeno, sin endiosamiento ni olvido de lo propio, con un rico conocimiento de los valores y circunstancias locales y universales, de los avances científicos y humanísticos recientes entre plácida relectura de los clásicos.

La selección o antología de las fuentes de información y estudio se combinará con proyectos que no sólo estructuren los conocimientos sino las prácticas, en que los árboles del conocimiento y la acción busquen troncos comunes y posibilidades equifinalistas para seguir distintos caminos y alcanzar un mismo objetivo, o de una cultura general que permita cambiar de especialidad en el curso de la vida.

En fin, si no sólo asumimos la necesidad sino la posibilidad de aprender a aprender por parte de la inmensa mayoría de los seres humanos, debemos replantear mucho más profundamente, desde hoy, los cambios estructurales de la enseñanza universitaria y general de individuos, grupos, colectividades y redes, y la posibilidad de instituir un diálogo pedagógico nacional, universal, que no sea un mero sueño. Para eso tenemos que rehacer nuestras formas de producir, transmitir y evaluar conocimientos, y asignarles los recursos indispensables para que el sistema universitario y educativo marchen junto con el país a enfrentar los problemas de creación intelectual y social que nos aguardan en el siglo XXI.

Yo creo – en pocas palabras – que la conclusión es:

• No a la universidad elitista y no al país para unos cuantos.

• No al estado populista y no a la universidad de masas.

• Sí al país-universidad y a la democracia de las mayorías que aprenden a aprender, a enseñar y a practicar las ciencias y las humanidades en sus propias colectividades, en sus comunidades, sus aulas y sus redes”.

(Texto tomado del libro “La universidad necesaria en el siglo XXI”, escrito por Pablo González Casanova) Edición Era 2001. México

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