Puedo serte leal por tres horas (I)

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas es el hombre más noble que ahora se pasea victorioso por las callejuelas del Cusco. Las grandes piedras se derrumban hacia lo vacío de su propio silencio, renegando el destino del imperio inca. El sol viaja de espaldas en busca de otros reyes que puedan adorarle de otro modo. Son tiempos en los que impera la adoración al odio. Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas es un caballo que está en ascuas con su largo nombre pisoteando los lomos de las sierras ariscas de los Andes. El Cusco es un cóndor que va muriendo con sus ensangrentadas alas convertidas en vuelo de zampoñas. Ha salido este jinete a una emboscada de amor con una india. Pisotea los rayos del sol con arrogancia y relincha a todo pulmón para espantar a las vicuñas que asustadizas se cobijan de llovizna en el horizonte. Para estos menesteres con las pallas siente que le será suficiente su propio sable, templado con más fuerza que el acero de Toledo. Con el amor a mi Dios haré una cópula que fecunde a los dos mundos, sonríe en su soliloquio.

Tras del muro hecho de tosco silencio más que de pulidas piedras, pared al que los indios llaman pirca, el miedo espía con su desnuda resignación. Los imperios no caen por las armas, sino por el amor o por la astucia, va rumiando este jinete envuelto en barbas de densa sedición y de enmarañada codicia peinada con afeites. Alcanza a divisar a una huarmi, a la que los nobles atrapados por el engaño, llaman ñusta. No sabe cómo decirle que le gusta. Tiene ganas de pregonarle que le parece bella y que la quiere; que le atraen sus ojos de altamar en altanoche y su geografía vestida de escandalosas flores alucinógenas.

Urgido, Sebastián trata de desnudar sus palabras, pero tiene frenos íntimos de algún hierro punzante ahí en la abertura de su boca. El deseo le salta por sus ojos y el impulso baja de sus quijotes por las entrepiernas de su caballo. Yo soy el centauro Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, vuelve a repetir alargando su hombre lleno de urgentes y robustas venas de codiciosa sangre. A más de ser noble, ahora soy conquistador y encomendero, pronuncia como una justificación a sus deseos. Soy nacido hacia 1507 en Badajoz, y me embarqué en 1531 en la expedición de Pedro de Alvarado que nos condujo a parar por Guatemala. Puedo contaros cosas de Quito porque estuve algún tiempo en Quisapincha cuando vine con El Adelantado. Fui parte de las negociaciones con Almagro.

¿Tú también guardabais rencor al arrogante de Atahualpa? Fue lo que le preguntó, cuando la retuvo hacia su lado a la tortolilla de sangre real. ¿Queréis probar el primer amor de la conquista? Lo que ha de ser con cualquier soldado ruin que ha de embestirte, he decidido que lo vas a hacer conmigo que soy noble y de familia de letrados. He decidido que yo voy a darte amor y protección por el resto de tu vida, aunque la gente diga que mis lealtades no duran más que unas tres horas.

¿Ese conquistador me habla o me relincha? ¿Qué me querría decir con esa boca milmasapa? ¿Cómo será su shungu si no entiendo sus palabras? Le he estado chapando en sus ojos el deseo. Me tiene entre sus manos. Sé que entre sus dedos estoy dentro de un par de nidos donde empollan las aves de la muerte. Si yo le hablo, tampoco va a entenderme. ¿Qué arma ardiente me querrá disparar? ¿Querrá degollar mis ilusiones? ¿Cómo me querrá descuartizar? ¿Será que hay algún amor en las armas que traen los barbados?

Cuando él la retiene entre sus brazos, mientras su caballo se retira en carcajada, ella le tiembla como una pispitilla: Yo soy la ñusta Chimpo Ocllo. Pertenezco a la panaca de Túpac Yupanqui y Huayna Cápac. Estoy emparentada con Huáscar de la cadena de oro. Por eso fuimos perseguidos por el inca Atahualpa, el que nos ganó en la guerra, a pesar de que tenía nombre de pava o de gallina. Yo fui una deslizante niña y pude escapar de la masacre que había ordenado Atahualpa. ¿Tú también me vas a dar la orden de matar? ¿Qué hago para que tú me entiendas? ¿Tal vez puedo besarte las dos manos? ¿Sentirás algo si abrillanto tu casco? ¿Tendré que besarte las dos botas y acariciarte las espuelas? ¿Te gustaría que te acicale las crines de tu cara y de tu cuerpo? ¿Te podré dar un beso sin los frenos? ¿Cómo se llama el amor en castellano?

“No se engañe nadie, no,
Pensando que ha de durar
Lo que espera
Más que duró lo que vio,
Pues que todo ha de pasar
Por tal manera…
Nuestras vidas son los ríos
Que van a dar en la mar
Que es el morir,
Allá van los señoríos
Derechos a sé acabar
E consumir;
Allí los ríos caudales,
Allí los otros medianos
E más chichos,
Allegados, son iguales
Los que viven por sus manos
E los ricos.”

¿Has oído cosa igual de labios de un conquistador? Te he recitado un par de versos de un letrador pariente mío. Se llama Jorge Manrique, y es autor de las Coplas a la Muerte de su Padre. Todo esto ha quedado dicho allá en España. Tu imperio acaba de terminar entre tu sangre derramada que, a mi pesar, habrá de vengarse de la mía. Ahora empieza el imperio mío, el de la sedición, el del engaño, el de la manipulación y el del sarcasmo, el de tu obediencia que ha de durar por siglos, el de la súplica a mi ley que ha de venir atada como herencia para tus hijos, a los que yo presiento que voy a tener que renegarlos.

¿Sabéis cuál es la mentira original del mundo?: Es el amor, querida mía. ¿Sabéis qué es lo existe antes del amor? Ya lo hemos hecho, porque entre los dos hemos juntado los deseos. Sin el deseo no habrá quién pueble de nuevo estas comarcas, no habría quién apaciente los rebaños; quién nos siembre el maíz ni nos dé a beber tu chicha; ni a mí, algún vaso de vino para celebrar los que acabamos de hacer con nuestras vidas. La gente nace del deseo, del que tienen tanto los reyes como las miserables bestias; tanto los señores como sus vasallos. Si no hubiera deseo no tendría razones el pecado.

“Imayuqchus ñawikunayki
Imayuqchus simiyki
Tukuy ukhuyniyta apaykahan
Yawarniytataq qhallallarichin”. *

¿Te das cuenta del dolor que siento? Tu encuentro me ha dejado rotos los ríos de mi sangre. Has matado a mis incas y a mis nobles. Has despreciado a mis llamas y huanacos. Has practicado en público el engaño perjurando ante tu propio Dios una extraña fidelidad a tu justicia; has fundido en lingotes a mi dios, el sol, y lo has reducido al tamaño de tu codicia. Has lastimado mi pecho con tu deseo. Es consecuencia de tu soledad, distinta de la mía. He visto en los espejos rotos de tus ojos la confusión de lo que fue y de lo que viene. Si tu Dios y el mío lo permiten, de mis entrañas nacerá tu incertidumbre.

Pero:
*.-“No sé qué tienen tus ojos,
No sé qué tiene tu boca,
Que domina mis antojos
Y a mi sangre vuelve loca”.

¿Qué me habéis dicho que no acabo de entenderte? ¿Qué palabras son esas que parecen besos?, ¿qué sonidos son esos que he venido a oír como mi nueva música? Un día preguntaré a mi tío, el escritor de poesía, puesto que soy legítimo sobrino de Garcilaso de la Vega. Chimpu Ocllo, ábreme de nuevo las alas de tu cóndor para que me aceptes lo que vais a ser para mí de ahora en adelante. Públicamente te voy a declarar mi concubina.