Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato
Somos democracias del escándalo, somos herederos de conductas atávicas coloniales en cuyas épocas los virreyes (con sus reales audiencias), la iglesia, los jueces y los militares, a sabiendas que tenían que dar cuenta a un Rey que los gobernaba de lejos, cada quien buscaba su camino para su beneficio, mediante las prácticas de la sedición. La colonia está llena de esta palabra: sedición, en los juicios que se mantienen todavía en los archivos. Era época en que se fabricaba más fácilmente un enemigo, como diría Umberto Eco. Hay muchos casos en los que, cuando no entraban en controversia, era porque se habían puesto de acuerdo, no en cosas para bien del pueblo, sino en sus intereses particulares. Es más, así surgió la Independencia y subsiguientemente, las repúblicas.
Aceptemos como válida la metáfora para argumentar que es la corrupciónla que gobierna sociedades podridas, germinadas de sociedades malsanas, plagueadas. Debido a esas impotencias, en cambio, se abre camino el mesianismo. Es como si la gente buscara el milagro de algún Salvador que por lo general ha terminado como caudillo. Toda publicidad de la llamada campaña política (proselitismo) es mesiánica, redentora de mártires, hasta en lo iconográfico de la publicidad impresa que parece sacada de los santorales cristianos. “Dar trabajo” es parte de ofertas del cinismo de la explotación. Los candidatos mesiánicos se disfrazan de judas y reparten abrazos y besos a los leprosos sociales que se sienten tomados en cuenta para su redención.
¿Cómo se ha procedido como práctica en las llamadas campañaselectorales? Pues ofertando “salvaciones, resurrecciones, destrucciones al enemigo de turno”, que siempre termina siendo un abstracto. No se oferta propuestas administrativas de gobernabilidad, sino ataques que estimulan el morbo fóbico. El mejor invento es hacer para cada caso una nueva Constituyente, una nueva Constitución Política; decir que se consulta al pueblo sobre cómo estructurar la sociedad, buscar una Biblia para poder decir que todo se hace bajo la ley, la que siempre se la aprueba para intereses específicos de quienes van a controlar la omnipotencia.
¿Quién cura a las sociedades enfermas? ¿Con quiénes y cómo sacarles virus y bacterias de un cuerpo social enfermo de democracia contaminada, y llena de ‘mandantes’ con vocación de esclavizadores? Los propios candidatos que pertenecen a largas cofradías de la hipocresía no lo ven al pueblo como a tal, sino con ojos de emperadores romanos, es decir, como a la “plebe”; como a la “peonada”, como decimos por acá, la que está condenada a elegir patrones para que gobiernen las haciendas en donde “les dan trabajito”. La peonada grita, chilla, patalea de cara a los bufones que por estos tiempos toleran los humores y los sudores de la plebe.
Si tuviésemos vocación libertaria, Ecuador sería mejor que la Francia de la revolución. Por culpa de tanto mandante-votante sumido en la postración reflexiva, en la miseria económica, educativa y crítica, hemos mandado y seguiremos mandando a que nos representen en los poderes los pícaros, los oportunistas, los socios, los negociadores, los apátridas o cosmopolitas de la economía transnacional, los demagogos, los cínicos. Ellos, disfrazados de médicos son quienes siguen inyectando medicamentos cambiados a los ingenuos que somos los electores. Si en los congresos o en el asambleísmo hay los que llamamos “levanta brazos”, en las urnas de la democracia hay los “pone rayas o rayadores” en las papeletas de la trampa, conseguida en el clientelismo de la ‘oferta a la carta’ que hacen los partidos políticos.
Frente a este panorama, esta reflexión puede servir para decir que no estamos en esperanza de un Mesías reencarnado, ni de un Tiksi-runa que aparezca cada pachacutik, sino de una instancia educativa compulsiva que responda y sea contestataria a la domesticación y a la dominación…
Con un saludo ( van estractos de mi libro: Ecuador Identidad a Martillazos, 2018)