Breves anotaciones sobre el enfoque periodístico al tema de la interculturalidad

La Interculturalidad relacionada con el tema de las etnias, el denso espacio de las relaciones entre culturas, visto desde el ejercicio periodístico se vuelve pesado, complejo, se corre el riesgo de falsificar el concepto de lo intercultural, definido por Francoise (Cavalié, 2013), como “la interacción entre culturas, el proceso de comunicación entre diferentes grupos humanos, con diferentes costumbres, todo esto desde la horizontalidad”.

La divulgación de información desde la perspectiva intercultural de los medios (radio, televisión y prensa escrita), toma como práctica intercultural la elaboración de productos comunicativos relacionados con historia, saberes, costumbres, características sociales, psicológicas, geográficas, festivas de los pueblos y nacionalidades indígenas, afro ecuatorianas y montubias, dejando de lado otras relaciones con culturas que no están dentro de las especificadas.

Desde la perspectiva de los medios y en el cumplimiento a lo que dispone el artículo 36 de la La Ley Orgánica de Comunicación (LOC) todo lo relacionado con lo indígena, negro, montubio es intercultural. Es en el artículo 36 donde se estipula como derecho a la comunicación intercultural y plurinacional, y al parecer lo intercultural comanda; porque lo pluricultural —la concepción de la valoración que se hace de la cultura donde se complementa lo propio, lo asumido y lo no propio— y lo plurinacional se conciben de forma superficial, esto es, con el acceso a espacios a través de encuentros fugaces para extraer
información que no contextualiza con la historia, identidad, pensamiento, acción de los pueblos.

La visión de los medios en la concepción y estructura de la información de carácter “intercultural” obedece a la intención de cumplir con el artículo de la ley y así evitar sanciones de tipo económico; los géneros periodísticos aplicados en la construcción de esa información buscan ampliar los procesos de construcción identitaria y su relación con la sociedad; y más específico, a la construcción de la identidad étnica definida como un sistema cultural grupal de una comunidad determinada (Aguirre, 1997) en un país declarado y reconocido como plurinacional.

Desde el ejercicio periodístico, el abordaje de la interculturalidad busca rechazar las pretensiones tanto supra culturales, es decir, de una cultura sobre otra, (la académica sobre lo popular, por citar un ejemplo); como las super culturales (grupos establecidos que promueven la pertenencia y la identidad), esta cultura, según James Lull (2000) surge como respuesta a una nueva forma de “hacer cultura” por su estructura misma; pero también rechaza cada mono— culturalismo y etnocentrismo del pensamiento filosófico. “La filosofía andina misma es un fenómeno multicultural y refleja una serie de “puentes interculturales” (Esteman, 2001).

El periodismo intercultural genera contenidos que se ajustan a la necesidad de difundir aspectos que hablen de lo que caracteriza a los diversos grupos humanos de la Costa, Sierra y Oriente; sin embargo, la Región Insular no consta dentro de ese abordaje. Milton Cáceres, sociólogo, estimó 15 medidas que se pueden aplicar dentro de esta tarea mediática, empezando con: resaltar valores de las culturas, fomentar los derechos de la naturaleza, la Pacha Mama; promover el derecho a la difusión y a la reserva cultural de saberes ancestrales y ciencias milenarias.

La difusión de las expresiones culturales tiene que realizarse a partir de la investigación y contextualización de aquellas memorias y dentro de la propagación de la producción simbólica de pueblos y nacionalidades, a través de representaciones y auto representaciones reproducidas desde el territorio de los pueblos y nacionalidades.

Producir contenidos desde la propia cosmovisión de los pueblos y nacionalidades y dentro de ellos, los conocimientos y usos
relacionados con la naturaleza y el universo, para promover los usos diversos de los saberes, conocimientos y ciencias milenarias, prácticas festivas y expresiones orales en sus idiomas originarios.

Estos parámetros son el camino para evitar una especie de folclorización, de banalización del valor histórico—contemporáneo de
las nacionalidades. El folclor es un manejo históricamente poderoso por parte del Estado para tratar de cosificar y hacer de la identidad una cosa, una unidad casi tangible para poder exhibirla, representarla en desfiles o en distintos momentos en los cuales el Estado requiere la presencia de algo indígena como cosa, como ilustración, como representación (Andrade, 2016, Lull, 2000).

En la concepción de Armando Muyolema, catedrático de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos), la interculturalidad tiene
que entenderse como una condición del mundo contemporáneo, con ese encuentro de culturas que invoca zonas de contacto, de
comprensión y aprendizaje. Ésta interculturalidad implica múltiples dimensiones y posiciones diferentes que la colocan en un campo complejo de discusión. En un país pluricultural e intercultural como Ecuador, el enfoque sustantivo de lo intercultural tiene relación con el ejercicio de derechos culturales, educativos, económicos, derechos en términos de justicia. De ese conjunto de derechos uno de los parámetros y el principal debe ser el sumak kausay, que tiene relación con la buena vida.

No se puede avanzar en la construcción de una sociedad intercultural sin asumir las responsabilidades con el pasado; esto es, con las herencias encarnadas en las instituciones heredadas, aquí entra lo que Barbero califica como la batalla cultural que significó para este continente la conquista, la colonización, la independencia, y el como entender estos pasajes históricos en la modernidad.

Es más, hay que tener claro, y más aún en el campo del periodismo y la comunicación, las dimensiones: cognitiva, afectiva e imaginativa de la interculturalidad en sus escalas a nivel universal, de América Latina y nacional. La dimensión cognitiva orienta a trascender con el conocimiento y éste sea la base para en torno a él crear mecanismos de simpatía, respeto y aprendizaje de lo que eventualmente tienen otras culturas. Es proponer como estos saberes pueden ser útiles en términos humanos. No se trata de abandonar el conocimiento dominado por siglos desde la intelectualidad con la relación y el conocimiento de unos por los otros; se trata de superar esa dimensión cognoscitiva o esta visión que concebía la cultura occidental como la cultura que define lo que es cultural y lo que es inferior, superior o diferente.

Esta concepción no pierde de vista al sistema educativo actual no solo de Ecuador sino de América Latina, la vigencia de un modelo europeo—etnocentrista en cuanto a la visión y organización de la cultura. El estudio de las relaciones interculturales apunta a encontrar los espacios en los que se percibe al trabajo intercultural como un trabajo de larga duración, donde se fomente el diálogo, no la imposición, porque so—pena de mecanismos estatales de interculturalidad, muchas veces y a través del mestizaje cultural se logra desaparecer las manifestaciones diversas.

Las relaciones entre culturas han sido desde siempre. La cultura es lo que hace diferente a la especie humana de las demás especies vivientes. El tema de lo intercultural no está dictado sólo por el contacto entre culturas, sino cómo se interpreta ese relacionamiento entre las personas con los grupos sociales y el entorno natural en función del ejercicio de derechos, porque la interculturalidad auspicia formas diversas y creativas de la democracia.

La interculturalidad es un concepto dinámico porque las culturas son dinámicas, entonces no se puede ver como la cosificación de las relaciones culturales, hay que observarla de un modo dialéctico, desde sus múltiples fuerzas y en los contextos de la realidad; de lo contrario viene a ser un dogma, una creencia más. Hay que entender que el tema intercultural no apunta a una visión de juntar culturas o incorporación de etnias. Esta concepción implica peligros y entre ellos la supuesta unidad de culturas donde prima el dominio de lo mestizo—blanca que absorbe y dirige la interculturalidad. Este punto es clave entender para dejar claro que lo intercultural no aborda el tema étnico o su mirada desde lo indígena, afro, montubio. Su acción de estudio es más amplia, abarca al pueblo en un enfoque igualitario, desechando estructuras de dominación que aún prevalecen,
encaminando el fin de las jerarquías establecidas entre distintos pueblos con varios niveles de discriminación y racismo, después de todo el mestizaje no es una cuestión de etnia, de una dominante sobre otra dominada, es una cuestión cultural.

“La interculturalidad tiene que trabajar estos niveles de exclusión, cuestionando estas jerarquías, para construir relaciones individuales y colectivas más saludables, basadas en la simpatía mutua y en formas de reciprocidad”
(Muyolema, 2016).

Lo intercultural plantea la búsqueda de concordancia entre todos los actores que se involucran con ella. Vale señalar aquí los cuatro modelos de educación que en materia de diferencia cultural anota (Castillo, Guzmán Elizabeth, Guido Guevara Sandra, 2015): asimilacionista, integracionista, multiculturalista e interculturalista.

En este estudio de la interculturalidad en el periodismo, tomaremos los modelos asimilacionista e interculturalista sustentados por Meunier (2007): el asimilacionista, porque históricamente, el sistema educativo ecuatoriano y latinoamericano es euro centrista, se adopta una nueva cultura y se abandona la original, con un marcado proceso de aculturación; y la interculturalista, que tiene como base la interacción, la reciprocidad, el conocimiento más crítico que se dirige a todos más allá de las diferencias, y no se dio como tal ni en la historia ni en la contemporaneidad.

Ruth Moya, lingüista y estudiosa de la lengua zápara, en su reflexión sobre el tema apunta que la mirada inquisitiva que sobre el otro (indígena y afro) ha existido siempre. Los primeros etnógrafos fueron los propios colonizadores que tenían a su cargo la imposición religiosa (fideísmo por excelencia) sobre una diversidad cultural de religiosidades y religiones. Han pasado más de cinco siglos y esa mirada discriminatoria parece que no ha terminado y parte de ello tiene formas del racismo.

Abordar el tema de la interculturalidad desde la comunicación y en específico desde los medios masivos y plataformas digitales requiere revisar la historia, observar y acercarse a los estudios realizados sobre los rasgos y manifestaciones de las expresiones culturales e identitarias que aún se mantienen y se manifiestan; estudiar los procesos de aculturación que se han dado históricamente y en la contemporaneidad; y empaparse sobre el concepto y derecho a la diversidad.

Los movimientos sociales, inicialmente los indígenas y posterior los afros, asumen el concepto del derecho a la diversidad y la igualdad, hace más de 40 años. Ello implicó ciertos niveles y formas negociaciones en el ejercicio del poder y, dentro de ese poder, el poder cultural, educativo, económico. Esta mirada interpeladora ocurre en nuestro país de modo más articulado a un proyecto político desde los 80.

“En Ecuador, el debate sobre interculturalidad surge a la luz de algunos conceptos básicos: los cruces y caminos complejos
en relación a las etnicidades, que hacen en la diversidad las relaciones de explotación social, a esto se suma las relaciones
de opresión cultural; entonces no se puede olvidar estos tres elementos para comprender de mejor manera la interculturalidad” (Moya, 2016).

La comprensión de una sociedad intercultural debería sacudir el cerebro y corazón para no ser racistas. En el caso ecuatoriano, la diversidad étnica, que incluye a los mestizos también, se entrecruza a través de relaciones de poder con la explotación social y la opresión cultural.

Retomando el punto de vista de Muyolema, los medios deben generar estrategias de acercamiento, discusión, reflexiones que lleguen a distintos estratos de la sociedad y cuando los medios de comunicación abren espacios de interculturalidad deberían ser con formas de interpelación, no sólo de lo indígena sino formas de construcción de relaciones sociales, entre individuos y colectividades.

Asimismo, los medios de comunicación tienen una enorme responsabilidad en ablandar las sensibilidades sociales de este entorno que no es el indígena; de sensibilizar a las personas e instituciones para que disminuya el nivel de agresividad y hostilidad;
para que el ambiente simbólico y las formas de vida indígena puedan desplegarse, florecer y tener un destino en el futuro.

El sistema de difusión de contenidos interculturales debe concebirse como una minga, cuya dimensión visible sea el trabajo colectivo con un principio profundo que es la idea de cuidarse unos otros, cuidar lo que beneficia a la colectividad. Ethel (Alderete, 2005) dice que las sociedades indígenas representan sistemas de vida coherentes, con una visión del mundo compartida entre sus miembros y, en este caso, la comunicación, la difusión de su cosmovisión y el respeto a sus valores identitarios, culturales, históricos, pertenece a todos.

El elemento clave para plantear de manera acertada estos procesos comunicativos interculturales son, sin duda, los proyectos de investigación que contemplen como eje la interculturalidad encaminada desde la inter—multi—transdisciplinaridad, el cruce de disciplinas dará paso a un trabajo con los diferentes grupos en ámbitos lingüísticos, de sensibilidades y la recuperación histórica, despojándose del protagonismo de la visión de blanco—mestiza para devolver el protagonismo a las culturas.

No se podría seguir el análisis de este tema dejando de lado la visión Edward T. Hall (1959), uno de los primeros investigadores en aproximar la cultura como comunicación y la comunicación como cultura, al asumir que la cultura es el medio de comunicación propio del hombre (Inzunza Moraga & Browne, 2016) y dentro de ello incluiríamos el tema de la interculturalidad que según (Protzel, 2015) resulta ser, en la mayor parte de América Latina, menos consecuencia de una “comunicación”, “encuentro” o “diálogo” entre compartimientos culturalmente estancos sino un hecho encarnado y en construcción desde hace siglos.

En torno a esto Protzel subraya dos aspectos característicos, además de la miscegenación (mestizaje): “las relaciones entre culturas fueron asimétricas y conflictivas y la lógica defensiva de la cultura subalterna de apropiación de los significantes de la cultura dominante que ha durado siglos (pintura, música, artesanía, gastronomía), quebrando y subvirtiendo la ortodoxia creativa de sus originales occidentales” (pág.225).

Estas relaciones sobreviven porque desde la llegada de Colón, la visión conquistadora instaura un sistema de gobierno, desde el poder de los foráneos, un poder incluso tecnológico—mecánico, (las armas de fuego contra las flechas y los dardos) basado en el exterminio de la identidad y la esencia de los grupos humanos.

La interculturalidad como derecho Si se nace con el derecho a la igualdad en la diversidad, la interculturalidad no nos puede hacer iguales, porque está el derecho a la diferencia; pero si se puede hablar del derecho a la equidad.

El derecho a la igualdad es el reconocimiento al derecho a la diferencia que tiene que ver con los rasgos culturales, sociales, simbólicos; mientras el derecho a la equidad es mantener esas diferencias con sus particularidades y especificidades, pero al mismo tiempo tener el derecho a la salud, a la educación, a buenos caminos, a la información,
acceso a la vivienda etc. Diferentes pero iguales desde el ejercicio de derechos.

La característica de la propuesta de producción de información, para el espacio de interculturalidad que se mantiene en el país, es que los medios dedican a transmitir información relacionada con situaciones, fiestas, costumbres y tradiciones de las diversas etnias ecuatorianas. Así la interculturalidad ingresa a una relación directa con caracterizaciones sociales y culturales de los afros, los indígenas, los montubios, como que no hubiera otras formas de ser interculturales, esto obedece a una razón esencial, a lo largo de la historia Ecuador ha sido un país racista.

No se niega en esta materia el logro del reconocimiento a los derechos de los oprimidos, de los excluidos, como tampoco la articulación con otras expresiones de la diversidad, pero hay que entender que no hay modo de ser más universal que partiendo de lo propio; así ha pasado en la literatura, en el arte y sigue pasando en la política y en la educación.

La impronta de la identidad es el sello de la universalidad. Si como se dice Milton Santos (Santos, 1993) esa primera incitación a pensar el mundo vino de la geografía, ahora la tendencia a pensar es el mundo con el paso de la internacionalización a la mundialización; un proceso marcado y con fuerza en este siglo XXI por las tecnologías de la
información, donde ya no se habla tan solo de las sociedades masificadas, globalizadas sino interconectadas; proceso que ha
transformando el sentido del lugar en el planeta, aspecto que orienta a entender la interculturalidad ya no como una relación directa con la etnicidad, sino con las comunidades de cualquier espacio del mundo donde cada una maneja sus códigos, expresiones, símbolos formas de vida que dan cuenta de su cultura.

La globalización atañe a todos, a los individuos, países, regiones, continentes: “los pobres localizados, los ricos globalizados”. Los pobres están localizados, no salen de los confines espaciales, ni mentales, ni culturales, ni artísticos. El tema de la globalización no se debe mirar desde los mass media sino desde las formas de conexión a través de las plataformas digitales, como tampoco desde la articulación macro económica; para poder globalizarse los jóvenes deben partir desde su propia memoria, historia, identidad y una comprensión de su lugar y de su tiempo, mirar a la globalización desde
estas aristas es el camino para que las nuevas generaciones se acerquen, investiguen conozcan e interpreten a la interculturalidad dentro de un mundo por una parte globalizado y por otra parte acortado por la inmediatez.

Mirar la globalización dentro del tema de los medios y la difusión de la interculturalidad lleva a mirar la desigualdad del acceso, uso de los bienes y servicios culturales que los grupos étnico tienen como miembros de una sociedad y concomitante con eso al acceso a los espacios en los medios de comunicación, para exponer más que sus rasgos de identidad, sus condiciones de vida, sus estudios, desarrollo de pensamientos; espacios relegados históricamente, relegados a esos sectores como emisores, más no como receptores, ellos están ahí como parte de las sociedad de la información, dentro de sus comunidades, en sus territorios, en su cultura, entonces aquí cabe mencionar a Marvis Harris (1985): “La difusión era considerada por muchos antropólogos como la explicación más importante de las diferencias y semejanzas culturales” (pág. 5).

Los estudios sobre la interculturalidad tienen como finalidad reinterpretar los conocimientos producidos desde esa diversidad social, histórica, cultural, lingüística y cómo, toda esa diversidad tiene que intervenir en los modos de aprender y transmitir, pero también en la finalidad socialmente aceptada para ese colectivo social. Imposible no señalar aquí el tema de la hibridación de García Canclini (1990), como la modificación de las identidades en amplios sectores populares que ahora son multiétnicos, migrantes, que cruzan varias culturas, y si se cruzan se interrelacionan, aunque cada una mantiene su rasgo
también absorben aspectos, aunque pequeños que ya va incidiendo y puede llegar a influenciar.

NOTA:

Tomado del libro CRÓNICAS INTERCULTURALES, publicado por la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina, que los amigos lectores pueden descargar gratuitamente en nuestra sección LIBROS RECOMENDADOS. También encontrarán otros libros de gran calidad, producidos por la misma Editorial.

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