Por: Luis Alberto Herrera Montero
Dentro de la perspectiva oligárquica, se dimensiona los resultados electorales como una mayoría cercana al 70% y una minoría de apenas algo más del 30%. Al menos así lo dieron a entender Jaime Nebot y Guillermo Lasso. Obviamente, es urgente realizar una interpretación opuesta a la mencionada. Los datos de las elecciones otorgan resultados de 32,74% al progresismo y 19,38% al movimiento indígena, cuya sumatoria supera el 52%; es decir, dentro de una perspectiva diferente a las de grupos oligárquicos, la ciudadanía de Ecuador tomó partido por sectores de izquierda y centro izquierda. Si a esta sumatoria le añadimos una parte de los votos por el candidato de la Izquierda democrática y algo de los nulos, podríamos suponer que más de 60% no concuerda con el neoliberalismo.
Bajo la interpretación electoral realizada, sin duda, es necesario apoyar la conformación de un Frente de Unidad Antineoliberal, lo he mencionado antes de iniciarse la campaña electoral, cuando aún no estaban definidas siquiera candidaturas. En esta tendencia podría identificarse sectores de la actual Izquierda Democrática, aquellos que como Rodrigo Borja consideran posible aún concretar el socialismo democrático, Sin embargo, la social democracia contemporánea se ha alejado de sus postulados clásicos y ha terminado plegando con propuestas neoliberales; así se ha catalogado a Felipe González, por señalar un ejemplo indiscutible, que da cuenta de lo afirmado recientemente.
Para efectos de constitución del Frente Antineoliberal, será indispensable rediseñar propuestas en conjunto, como debe hacerse cuando realmente se piensa y se agencia el bien común. Esto es, no cabe posiciones cerradas en uno u otro sector, sino programas, proyectos y agendas por consensuar, para frenar a raya los intentos privatizadores de empresas y sectores estratégicos de la economía nacional. Será indispensable también evitar procesos de neo-liberalización de temas relacionados con nuestra soberanía alimentaria y productiva, así como, con la supresión o significativa reducción de impuestos a sectores pudientes del país. Dentro de estos acuerdos de tendencia, no es posible ignorar las graves problemáticas provocadas por el calentamiento global y la re-emergencia de autoritarismos fascistas con serias proyecciones hacia el control de gobiernos en diversas regiones del mundo; afortunadamente los fascismos aún no son mayoritarios, pero pueden llegar a serlos y ejemplos como Pinochet en Chile, Uribe en Colombia, deben llamarnos a evitarlos.
Con el propósito de derrumbar imaginarios falsos, que aseguran que grandes empresas transnacionales y nacionales son las que mayor bienestar y desarrollo social generan. Las empresas trasnacionales cultivan más sus lucrativas ganancias en comparación con los beneficios públicos mundiales que ofrecen; es más, en análisis de expertos como Stiglitz y Harvey, el neoliberalismo transnacional, por el contrario, es generador de maleficios globales. En cuanto a los oligopolios nacionales, de ninguna manera sus intereses se alejan de la acumulación privada; por tanto, el bienestar público no depende de sus empresas de ninguna manera. Al respecto, es oportuno aclarar que no se trata tampoco de posicionar mentiras en cuanto a expropiaciones masivas, identificadas como viejo socialismo; desde enfoques progresistas, en materia económica, lo realizado en Uruguay y Bolivia son ejemplos a reproducirse. Cabe aclarar, además, que el pueblo ecuatoriano ha desarrollado mayoritariamente su economía a partir de unidades de producción familiar, de iniciativas contempladas en el trabajo informal y en el empleo generado por pequeñas empresas.
En términos estrictamente políticos, se deberá reforzar nuestra Constitución de 2008, posiblemente habrá que implementar procesos de diálogo social para determinadas y excepcionales reformas. No procedería, en mi opinión, hacer un proceso de asamblea constituyente, sin asegurarse de que el sentir mayoritario de nuestra población apoye esa propuesta. El preferible, con base en la Constitución, que desarrollar mejores niveles de participación de diversos sectores de nuestro país, que prioricen enfoques inclusivos e interculturales con mayor rigor, que no descuiden los derechos de la naturaleza, los derechos de pueblos y nacionalidades, los enfoques de género, la prioridad de nuestras juventudes y mayor apertura para la población glbti, entre otros. En este tema, no puede dejarse de mencionar como prioritario los derechos políticos violentados por el gobierno saliente, que provocó once muertes, juicios y encarcelamientos improcedentes a diversidad de líderes sociales que protestaron en las jornadas heroicas de octubre de 2019, ya que lo hicieron en defensa del bienestar ciudadano, gravemente afectado por medidas neoliberales y por el autoritarismo institucional totalitario. Las manifestaciones fueron mayoritariamente pacíficas y la desmedida represión fue no solo injustificada, sino también fuera de toda proporción y sentido; la mayoría de ecuatorianas-ecuatorianos así lo sentimos y evaluamos.
En relación a la crisis de salud, obviamente, la situación de emergencia exige la adquisición masiva de vacunas, pero no puede eso descuidar un gran plan nacional de reactivación sanitaria vinculada con la reactivación socio económica. Se acostumbra a instituir prácticas de aislamiento institucional y no de coordinación y trabajo sistémico.
Todos estos esfuerzos requieren de un gobierno orientado desde un Frente Antineoliberal. Obviamente, no se logrará nada desde un alineamiento ajeno a tal perspectiva sociopolítica y económica. Requerimos salir de la aguda emergencia y de la terapia intensiva en la que ahora nos encontramos. No procede fracturar la relación que debe haber entre gobierno, movimientos sociales y ciudadanía, ese espíritu social está determinado en nuestra Constitución de 2008, Dentro de esta perspectiva de análisis, urge reposicionar lo alcanzado por el movimiento indígena en las heroicas jornadas de octubre de 2019; por tanto, debe tenerse en cuenta la necesidad de diferenciarse de discursos emitidos desde un liderazgo que sostiene acuerdos comerciales con el nuevo gobierno de Estados Unidos o que prefiere motivar a sectores pudientes para que reinviertan en el país, a pesar de haber promovido importantes fugas de capitales en plena emergencia por la pandemia covid19.
Con base en ese mismo liderazgo se plantea un acuerdo para el recuento de votos en un 100% para la provincia de Guayas y el 50% de otras 16 provincias a nivel nacional. Este acuerdo fue asumido minoritariamente por dos candidatos (Pérez y Lasso), dentro de un escenario de clara competencia por quien terminaría accediendo a la segunda vuelta, pues los resultados dieron un evidente empate. Esta confusa situación fue provocada por un desastroso manejo del Consejo Nacional Electoral, a través de declaraciones contradictorias de parte de dos de sus miembros, la presidenta Atamaint, militante de Pachakutik, y el consejero Pita, de militancia de CREO; cada uno proclamó el acceso a la segunda vuelta de los candidatos de sus tendencias políticas. Esa irresponsable actitud devino en mayorees incongruencias de parte del Consejo Nacional Electoral, que termina validando el acuerdo antes mencionado, sin los debidos justificativos, como precisa la ley y sin claridad respecto a su viabilidad. Ante el pueblo ecuatoriano esta institución electoral solamente ha demostrado una cadena de incompetencias durante todo el proceso. Ahora el señor Pérez emite declaraciones de fraude a diestra y siniestra, con el objetivo de imponer su candidatura para la segunda vuelta. El objetivo de este señor es frustrar la necesidad de combatir al neoliberalismo por medio de la conformación del Frente Antineoliberal. De este modo, lo que se estaría promoviendo es una severa fractura entre el progresismo y el movimiento indígena, que terminarían beneficiando a las oligarquías ecuatorianas, dentro de marcos de una seria ingobernabilidad para el siguiente período gubernamental. Es hora de recuperar manifiestos y proyectos claros, hay que generar un gran acuerdo nacional y no un insostenible acuerdo electoral. El movimiento indígena se está hoy movilizando no por certeza programáticas, sino simplemente por supuestos que un líder difunde con base en su pobre formación política. La urgencia está en unir fuerzas para superar la crisis provocada por el neoliberalismo, antesala ineludible para redireccionar al país hacia devenires y porvenires de buen vivir, interculturalidad y plurinacionalidad.