Por : Dr. José Vega Delgado
No solo la Socialdemocracia, desde fundamentos estrictamente laicos, buscó durante los siglos XIX y XX la armonía entre libertades individuales y justicia social, sino paralelamente la Democracia Cristiana -que se inspiraba en la Doctrina Social de la Iglesia Católica, así como en el pensamiento de sus grandes doctores, particularmente Tomás de Aquino (1225-1274), y autores contemporáneos como Emmanuel Mounier y Jacques Maritain, centrados todos en la noción capital de Persona Humana (término de correlación entre Individuo y Colectividad), sobre bases confesiomales, por lo tanto-.
La Rerum Novarum (1891) de León XIII, sobre la Cuestión Obrera, fue el campanazo que abrió el camino a una larga serie de encíclicas socio/económicas, hasta nuestros días; ya cuando el Marxismo había hecho su aparición, como antípoda ideológico política al Liberalismo, en la Europa de entonces. Doce años antes promulgó la Aeterni Patris Filius (1879), sobre la Restauración de la Filosofía Cristiana y del Tomismo.
Los partidos políticos demócrata cristianos, han sido importantes en países como Italia, Alemania y Chile. En Ecuador, el ala del Socialcristianismo, bajo el liderazgo de Camilo Ponce Enríquez, devino un movimiento político de derechas, especialmente durante el gobierno de León Febres Cordero. Mientras que la línea matriz, obedecía a una corriente de Centro -Izquierda.
“En Latinoamérica los partidos democristianos forman un abanico muy amplio de posibilidades ideológicas y desempeñan papeles muy distintos de un país a otro. En algunos casos sus planteamientos sociales se acercan a los del socialismo democrático. Son partidos de centro izquierda. Puede decirse que son un Socialismo Democrático y Confesional. En otros casos han tomado el lugar y han asumido el papel de los partidos conservadores. Sin partidos de la derecha. “Diccionario de la Política» (1997) pág. 213, Rodrigo Borja Cevallos.
Cuando en el Ecuador de hoy se ha satanizado a la Partidocracia, para beneficiar a un solo partido oficial, viene bien que los movimientos políticos con un firme núcleo doctrinario, mantengan su presencia en el ámbito nacional, y así permitan el libre juego de la Democracia.
Fuente: El Mercurio
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