El Primer decenio del siglo XXI*

Por: Dr. Marco Antonio Rodríguez

Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana 

En los inicios de los sesenta del siglo XX, se extinguió el modernismo (más de cien años de vida). El experimentalismo y el abstraccionismo en la pintura, las postrimerías de la representación en la narrativa, las películas de los grandes maestros de la edad de oro en el cine, la corriente modernista en la poesía, las dos grandes conflagraciones mundiales, revoluciones, eclosiones sociales y los frágiles movimientos liberacionistas en política trazaron, entre otros fenómenos, el epílogo terrible y espléndido de una de las épocas más fascinantes de la historia. Lo que ocurrió después fueron hechos secuenciales de mayor o menor intensidad: el pop (extravagancia no exenta de genialidad) impuesto por Andy Warhol, el gay albino, paranoico y calvo, cuya extraña obsesión fue la de convertirse en máquina: John Cage y su irrupción fracturadora de todos los cánones musicales; los Beatles y los Stone resolviendo el clasicismo en lo popular; el punk y el rock de la nueva ola y, en política, de reciente data (1996), el socialismo siglo XXI formulado por Heinz Dietrich Stefan.

Al fondo de este espectacular escenario, fijando algunos ejes de la posmodernidad: la computación y la cibernética, el pensamiento cuántico y las prótesis; los cracs bursátiles y el cibersexo; el realismo virtual, la robótica y la clonación, el neolenguaje. Mientras tanto, desvanecido el socialismo en los países que supusieron practicarlo, la aldea global enarbolaba las fórmulas del nuevo liberalismo. ¿Son estas recetas las que conducirán a la dignidad, a la justicia, a la libertad y a la paz que tanto hemos buscado los humanos? ¿O estas postulaciones son meros pases de mano como lo quiere Habermas, meras entelequias? ¿Prosperará el llamado socialismo siglo XXI de Dietrich Stefan y será esta fórmula ideológico-política la que redima a la humanidad? ¿América, la más nuestra, sigue siendo conejillo de Indias?

Pero, por otro lado, la miseria de los países altimundistas no es un estado mental. Sustentarlo es infame y absurdo. El finalismo de Fukuyama no pasó de ser sino un anuncio desde la espectacularidad, y el capital, al más puro estilo virtual, se colocó más allá del entramado de la producción y del activismo político, automatizándose y reflejando un mundo a su imagen y semejanza. Ya no existen vanguardias que constituyan el trasunto de nuestra capacidad de anticipación y, por consiguiente, a una postulación de crítica radical en orden de un ejercicio revolucionario. La revolución marxista pasó, sin embargo, todo aquello que no se ha desplazado de sí mismo libra el derecho a un retorno. Así, la revolución no acabará de desaparecer, pero su esencialidad no dejará que emerja nada en su lugar. Por lo demás, ¿vivimos la era de la transpolitización, grado cero de lo que fue la política –como advierte Baudrillard- y el debate de ideas se ha ausentado para dar paso al espectáculo, al delirio y a consolidar regímenes estrambóticos? La verdad es que, en nuestra región –las palabras Latinoamérica, latinoamericanidad e Hispanoamérica están siendo cuestionadas por intelectuales de las nuevas generaciones, ¿aquellos que se fueron a tener fortuna en el viejo continente?-, se ofertan revoluciones y se asfixia día tras día con un conservadurismo que recuerdan ominosos regímenes inquisidores donde imperaban crispadas marionetas ambulatorias refocilándose en su imagen. Los métodos han cambiado por el auge de las tecnologías, pero los fines son los mismos: supresión de las libertades, aberrante culto al poderoso, guerra de los slóganes, distorsión de la historia, inoculación del miedo para amedrentar a los pueblos, exclusión de las minorías (las naciones indígenas, por ejemplo), dogmatismo, pensamiento único, corrupción, impunidad…

• Fragmento del discurso “Palabra y Arte” de incorporación del Dr. Marco Antonio Rodríguez como Miembro de Número a la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la institución cultural más antigua y con mayor prestigio del país. La ceremonia se cumplió este miércoles 18 de julio de 2012.

Nota del Director: La Academia Ecuatoriana tiene ciento treinta y ocho años de existencia, desde su fundación en 1874, pues es la segunda academia fundada en América, luego de la Academia Colombiana de la Lengua en 1871.

2012 EcuadorUniversitario.Com

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