Palabras y arte*

Por: Dr. Marco Antonio Rodríguez 

El mar es el singular de los mares –apunta Félix de Azúa- pero el arte no es el singular de las artes. El Arte (con mayúscula) y las artes son dos espacios diferentes. Tanto como el Tiempo y los relojes. (¿A quién se le ocurrió que el Tiempo podía ser enclaustrado en los relojes?) Las respuestas emergen de inmediato: antes de Cristo o después de Cristo.

Lo cierto es que en las jornadas revolucionarias de julio, en París, lo cuentan varios autores –entre ellos Fuentes- apenas edificaron las barricadas y luego de explicar que los adoquines que desarraigaban de las calles era una estrategia para hallar el mar, los grupos subversivos anduvieron disparando a los relojes, tratando en vano de detener su desalmado paso silencioso, para que en ese instante –y ningún otro- se haga la eternidad. Pero en ese mismo fugitivo instante, este se desdoblaba, dejaba de ser ajeno, solo para empezar a ser objeto de nostalgia de una posible esperanza. (La esperanza es el catalejo del náufrago que ve visiones por el trance de desesperación que vive).

Solo el Arte es libre y orienta su destino. Los artistas, bajo la anterior premisa, no pasan de ser sino reclusos que creen actuar por cuenta propia, pero no es así, alguien –algo- superior a ellos, guía sus realizaciones. Por alguna de esas perversiones a las que nos tiene acostumbrados la historia, lo que había sido refugio de iconoclastas, elegidos, enfermos del alma, esto es, las artes plásticas o visuales –como se las llama ahora- han acabado convirtiéndose en la representación misma de la Razón. Y esto no es nuevo, movimientos epigonales de Dadá o los herederos de Marcel Duchamp (para muchos refinados intelectuales artista superior a Picasso o Van Gogh), devinieron en corrientes regidas por la Razón: conceptuales, minimalistas, la abstracción excéntrica, el arte corporal, el povera, el land art, el body art, el grafiti, el fotorrealismo, el videoarte, y otros precedidos pro ese inefable neo antes de enunciar alguna escuela del pasado. El declinio de estas tendencias en los países primermundistas en un hecho consumado, pero en los nuestros –en especial Ecuador, Perú, Paraguay y Bolivia- han empezado recién. El arte último del siglo XX. Del posminimalismo a lo multicultural, de Anna María Guasch, es, quizás, el mejor compendio de lo último que ha surgido en artes visuales. Rescato unas frases de su Prefacio. “Los estudios sobre el arte que genéricamente llamamos contemporáneo –señala Guasch- responden por lo común al calificativo de “literatura caliente”, a una literatura generada al filo de los acontecimientos epocales, desde las exposiciones de tesis hasta la propia trayectoria creativa e individual de los artistas. Los catálogos, las monografías, los artículos de reflexión, los ensayos sobre la mdoernidad o la posmodernidad, las críticas de prensa, los textos de edición, etc… configuran un campo de estudio –y, a la vez, un método de análisis- fragmentario…”. Es decir, la palabra uncida al Arte, azuzándolo, inquiriéndolo, abrazándolo…

Los famosos curadores de arte, críticos de novísimo cuño, reseñistas, gaceteros, no se diga teóricos o estudiosos, seguirán moviéndose en el pródigo universo de las palabras para aproximar al lector a todo lo que surja en nombre del arte. Dos casos dignos de mención. Entre las formas del arte procesual surgió el arte del cuerpo por los sesenta del siglo XX. Vito Acconci (Nueva York, 1940), pontífice del body art, no se ha fatigado en proclamarse que, por sobre todo, él es poeta. Y lo mismo acontece con Christo, tal vez el más célebre instalador del mundo. “Yo escribo poesía y es lo que mejor hago”, repite cada vez con mayor énfasis. Su mayor mérito, cuando aún vivía su compañera –artista también- Jeanne-Claude, no cobrar un centavo de dólar. Su arte convoca millares de curiosos frente a sus hermosas y gigantescas instalaciones que, por cierto, duran un parpadeo. (Arte efímero: todo lo que han traído las últimas vanguardias). Muerta Jeanne- Claude, las creaciones de Christo cuestan cantidades exorbitantes.

Mediado el último decenio del siglo XX, Pierre Bourdieu relataba: “Está de moda proclamar por todas partes, con mucha bulla, la muerte de los intelectuales, es decir, el fin de uno de los últimos contrapoderes críticos capaces de oponerse a las fuerzas del orden económico y político. Y los profetas que anuncian la desgracia son reclutados, evidentemente, entre los que solo ganarían con esa desaparición: esos plumíferos a los que su “impaciencia por verse impresos, interpretados, conocidos, ensalzados”, como decía Flaubert, los empuja a toda clase de transacciones con los poderes del momento –políticos y económicos-, quisieran desembarazarse de los que se obstinan en defender o en encarnar las virtudes y los valores amenazados, pero todavía amenazantes para su inexistencia”. Hasta aquí la cita. Los intelectuales funcionales son pocos, pero siempre están allí, diluyéndose alrededor de los soberbios (casi todos) poderosos de turno. El compromiso de los intelectuales es –lo he mantenido siempre- con su obra y con la dignidad. Los otros son los bufones del siglo XXI.

 *Fragmento del discurso “Palabra y Arte” de incorporación del Dr. Marco Antonio Rodríguez como Miembro de Número a la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la institución cultural más antigua y con mayor prestigio del país. La ceremonia se cumplió el miércoles 18 de julio de 2012.

Marco Antonio Rodríguez fue miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua desde 1998, y pasó a ocupar el sillón C de Jorge Salvador Lara por una resolución del directorio de la institución, esto en reconocimiento por su aporte a la cultura ecuatoriana e hispanoamericana y sobre todo al idioma.

• Doctor en Jurisprudencia, el escritor Marco Antonio Rodríguez ostenta también un doctorado en Filosofía y Letras y máster en Ciencias Políticas. Ha publicado Cuentos del Rincón, Historia de un intruso, Premio al mejor libro de habla hispana, Feria Internacional del Libro, Leipzig, Alemania, 1977; Un delfín y la luna, Premio Podestá, México, 1986; Jaula, 1992, los tres últimos con varios premios nacionales, traducidos a varios idiomas y considerados por la crítica nuevos clásicos de la literatura ecuatoriana y latinoamericana.

• En ensayo sus obras más representativas son: Palabra e Imagen, cuatro volúmenes sobre artistas plásticos ecuatorianos, Grandes del siglo XX (dos ediciones), Poetas nuestros de cada vida, doce ensayos sobre poetas ecuatorianos; Palabra de pintores Artistas de América (I); Palabra de Pintores Artistas del Ecuador (II); entre otras obras.

• Este 9 de agosto de 2012 finaliza su mandato como Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

 Nota del Director: La Academia Ecuatoriana de la Lengua tiene ciento treinta y ocho años de existencia, desde su fundación en 1874, pues es la segunda academia fundada en América, luego de la Academia Colombiana de la Lengua en 1871.

2012 EcuadorUniversitario.Com

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