Violencia social tras los goles del mundial

Por: Marco Antonio Villarruel

La publicación de este boletín tiene un marco curioso.

Por un lado el espectáculo deslumbrante del Mundial de fútbol con el derroche de tecnología y hasta glamour de los rostros, colores, las intensas emociones de los partidos, goles, y escándalos.

El espacio que los medios de comunicación otorgaron a las incidencias del Mundial ha superado todas las expectativas en tiempo, en espacio físico, en inversión publicitaria. Bien hubieran deseado utilzarlo muchos políticos (no obstante que algunos hicieron lo posible por aprovechar de las imágenes de la televisión e incluso fungieron de “analistas deportivos”).

Bien parece que en el mundo existían solamente los partidos de fútbol y que las demás “cosas desagradables” hubieran desaparecido como en un cuento de hadas.

Pero este importante evento va llegando a su fin y es entonces que nos despertamos del sueño hipnótico y volvemos nuestras miradas al mundo real, incluso al que está a nuestro lado, el de nuestro vecino, el de las nuevas, urgentes y sensacionalistas portadas de los medios de información
La otra cara de la medalla aparece en el mismo Brasil donde miles de personas se han manifestado básicamente por las condiciones de pobreza y la inseguridad. El modelo económico socialdemócrata de Lula y Rouseff pierde piso aceleradamente y deja al descubierto un país donde la equidad social y económica no es precisamente la característica primordial.

Fuera del país donde se desarrolló el mundial en esos mismos días en los que un jugador mordía a otro en vivo y en directo para todo el mundo, los aviones israelíes mataban más de cien personas y de ellos treinta niños a quienes asesinaron mientras miraban el campeonato mundial de fútbol. El rebrote de la guerra en la frontera palestino-israelí se inicia con la muerte de adolescentes en ambos bandos, pero pudo haber sido por cualquier cosa ya que las profundas causas están en las ambiciones de territorio, agua y riquezas palestinas por parte de los sionistas israelíes.

Mientras el mundo ocupa su tiempo en consumir miles de horas de televisión futbolizada, la guerra se enciende en Ucrania, con su secuela de decenas de muertos y miles de heridos y desplazados. En Siria no dejan de sonar los cañones y obuses en las fechas del evento deportivo. En Irak un ejército de sectarios musulmanes avanza de manera inesperada sobre Bagdad, la capital, con el objeto de establecer, en pleno siglo XXI, un estado religioso. En Nigeria escapan sesenta y tres mujeres de más de doscientas que se hallan secuestradas por otro ejército religioso musulmán sectario.

Casi en secreto los grandes medios relataban, casi en secreto, las ceremonias conmemorativas del inicio de la Primera Guerra Mundial.

Parece entonces que la danza de millones de dólares en el mundial o los melodramas de faltas, sanciones, errores, pérdidas y derrotas, así como las mismas denuncias de corrupción en la FIFA, en el gobierno brasileño, en la reventa de entradas e incluso las resoluciones políticas oportunistas de la Asamblea Legislativa en el Ecuador, son una burbuja que esconde la verdadera situación mundial y nacional, que se caracteriza por la agudización de la lucha social a nivel mundial.

El mundial parece entonces una enorme plataforma distractiva, que nos entretiene unos días pero que no puede ocultar la terrible situación de pobreza, violencia, depredación ambiental que sufre el mundo entero.

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