Por: Rodolfo Bueno
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Si yo fuese el presidente Putin demandaría ante los tribunales competentes al gobierno de los EE.UU. por haberme acusado a mí y a mi país de que, en complicidad con la defensa popular de Ucrania, derribamos el avión Boeing de Malasia, sin que le importe, porque ya la mentira se ha prendido como garrapata en la mente lavada del ingenuo, la declaración del Fiscal General de Ucrania: “Después de que fuera derribado el avión de pasajeros, los militares informaron a Poroshenko que los terroristas no disponen de nuestros sistemas de misiles Buk”, capaces de derribar un avión que vuela sobre los 10.600 metros.
Como prueba le mostraría las señales de nuestros radares, que detectaron un caza Su-25 de Ucrania a una cercanía de tres a cinco kilómetros del avión siniestrado. ¿Para qué? Tal vez porque estos aviones están dotados de misiles capaces de impactar de manera segura contra blancos ubicados a esa distancia.
Le repetiría las preguntas del Ministerio de Defensa Ruso: ¿Puede detalladamente Kiev explicar para qué usa los lanzadores de misiles Buk en la zona del conflicto… Si se tiene en cuenta de que las fuerzas de autodefensa no poseen avión alguno? ¿Por qué los controladores aéreos ucranianos permitieron al avión desviarse de la ruta regular hacia lo que ellos llaman zona de la operación antiterrorista?
Le mostraría que la presunta conversación entre los miembros de las milicias populares acerca de que ellos habían derribado un avión civil es un burdo montaje, una intercalación fraudulenta, como se ve a partir de los gráficos obtenidos de dicha conversación. También comprobaría la falsedad de la prueba de que el sistema Buk fue trasladado de regreso a Rusia, porque la misma está filmada en una carretera de la ciudad de Krasnoarmeisk, que se encuentra bajo control de Kiev y no conduce a Rusia; sería absurdo que los milicianos trasladaran esta batería por un territorio no controlado por ellos.
Llamaría a atestiguar al publicista norteamericano Robert Parry, que acusa a importantes medios estadounidenses de apresurarse en culparme por el trágico incidente a mí a y los grupos ucranianos que me son afines y señala que personas bien informadas de los servicios de inteligencia estadounidenses le comunicaron que Rusia no tiene conexión alguna con este derribo ni que tampoco hubo presencia de militares rusos en el lugar y en la hora en que fue lanzado el mencionado misil.
Con ello dejaría mal parado al gobierno de los EE.UU., que oculta los crímenes de lesa humanidad cometidos por sus títeres de Kiev, y por los cuales serán castigados algún día.
Para terminar, le haría la siguiente pregunta: ¿Por qué no toma en cuenta las pruebas que los luchadores antifascistas exponen y, en cambio, acepta a pie juntillas las acusaciones descabelladas que el gobierno de Ucrania realiza sin presentar la mínima prueba? No será porque cada ladrón juzga por su condición y porque Dios los cría y ellos se juntan.