La innovación y la competitividad, vinculadas a la solidaridad, la justicia y la equidad, son parte esencial del aprender a aprender y del aprender a emprender, nuevos paradigmas de la educación superior.
Hay que aprender a competir, pero también a compartir. Sin abandonar la solidaridad debemos ser competentes, aún competitivos. Más interesados en compartir que en competir, pero preparados para competir.
Solo podremos ser competitivos a través de la calidad y del valor agregado tecnológico de nuestros productos.
Pretendemos alcanzar, aunque suene utópico, un sistema de educación superior académicamente competitivo, que se caracterice por su ética, autonomía, pertinencia y calidad, que se fundamente en el conocimiento y el pluralismo, y que se comprometa con el desarrollo, los valores ancestrales y el respeto a la naturaleza.
Por lo señalado, nuestra tarea diaria consiste en generar y difundir el conocimiento para alcanzar el desarrollo humano y construir una sociedad justa, equitativa y solidaria, en colaboración con la comunidad internacional, los organismos estatales, la sociedad y los sectores productivos, mediante la investigación científica básica, la investigación aplicada a la innovación tecnológica, la formación integral ciudadana, profesional y académica, de estudiantes, docentes e investigadores, así como la participación en los proyectos de desarrollo y la generación de propuestas de solución a los problemas nacionales.
Desde esta perspectiva, el desafío de la competitividad es inexcusable en un mundo internacionalizado. Sin competitividad estamos condenados al atraso y al subdesarrollo. Competitividad implica conocimiento, tecnología, manejo de información, destrezas, significa elevar la calidad de nuestros sistemas educativos, ponerlos al nivel de sus similares internacionales, flexibilizar los sistemas de reconocimiento, homologación de estudios y circulación de profesionales.
Nuestro compromiso y el reto de todos es «una economía basada en el conocimiento y motorizada por la innovación», lo que supone la pertinencia de la educación superior, para lo cual, además de un amplio conocimiento humanístico, ecológico y de nuestras culturas, es necesario apostar por la innovación tecnológica en un esfuerzo mancomunado con el Estado, los sectores productivos y los sectores sociales.
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