Por: Vinicio Vásquez Bernal.
Una de las propuestas de la Organización Iberoamericana para la Educación y la Cultura (OIE), ha sido establecer metas que deben cumplirse en la década que transcurre, por lo que se ha designado “METAS EDUCATIVAS 2021”.
Su fundamento se encuentra en la idea de que el desarrollo de los pueblos tiene cabal sentido únicamente si se sustentan en cambios estructurales de la educación. Esta apuesta mayor busca además concentrar los esfuerzos de los estamentos gubernamentales de Iberoamérica a fin de optimizar recursos y contar con objetivos claros hacia donde deben apuntarse todos esos esfuerzos.
Se busca, entonces, una propuesta que supere los lineamientos temporales de la circunstancia geográfica y más bien se afiance en el fortalecimiento del desarrollo de la humanidad a través de la generación de conocimiento; proponiendo a la educación como herramienta de integralidad y como base de la democracia; estableciéndola como el único impulso para lograr la superación individual del hombre y como camino único para conformar una sociedad más justa.
Varios países, fieles a un progresismo sustantivo, han suscrito oficialmente este proyecto y han alineado sus políticas a las directrices que se han establecido desde la OIE, brindando un apoyo pragmático a la propuesta, tornándola realista y de programación real, aunque aún es escaso, en lo operativo, el alineamiento que se requiere del maestro en el aula.
A mi entender, el siguiente paso es reconocer a ese actor que desarrolla su accionar en el campo travieso de la educación, aquel que día a día, se llena de entusiasmos para propiciar que sus educandos adquieran nuevos saberes, desarrollando la más noble de las profesiones, aquella de formar al hombre, dotándole del conocimiento critico que ha de permitir el desarrollo de sus circunstancias.
Día a día el maestro va generando los métodos y las formas para que la asimilación de la letra y del número sirvan para mejorar las condiciones sociales del pueblo. El maestro sirve al colectivo, transmitiendo con el ejemplo valores que han de propiciar el respeto al entorno; construyendo los procesos que han de permitir que sus semejantes sean capaces de alcanzar horizontes cada vez más lejanos.
Es el maestro, en su loable misión, quien ha de determinar el éxito de la propuesta indicada. Su accionar, entendido con absoluto respeto, apoyado desde los restantes elementos del proceso educativo, constituye el elemento indispensable para que la propuesta macro a la que hacemos referencia tenga cumplida realización.
Se debe también entender que ningún ente social es ajeno a lo indicado, la educación plena y absolutamente libre es sinónimo de democracia, con relación absolutamente biyectiva. Es de indicar, entonces, que todos los estamentos gubernamentales o no, están obligados a apoyar estas iniciativas, impulsando las innovaciones educativas, fomentando la investigación pedagógica, propiciando el desarrollo de los procesos educativos y fundamentalmente respetando el accionar de los maestros, a quienes todos debemos mucho, a quienes tan fácilmente olvidamos.
Tampoco es cuestión de formatos y replicación de procesos, así nada avanzamos. Es cuestión de aprovechar de ese espíritu constructivo y comprometido que caracteriza al educador, para que ese sentir acompañe la edificación del nuevo conocimiento, guiando los pasos de los educandos, a fin de que estos alcancen cada vez mayores espacios y nunca se sientan limitados en sus objetivos.