Si en lugar de tener la necesidad de comprender, y por tanto, de coger la mariposa y analizarla; si en lugar de hacer la abstracción de la mariposa, de evitar contemplarla como un ser vivo para poderla ver como un objeto, decido por ejemplo, correr detrás de ella sin ningún afán por cogerla, únicamente con el deseo de participar de su vuelo; si lo consigo, me incorporaré a aquel ser vivo que vuela a la vez que conseguiré el siempre dulce abandono de Dionisios.
Nietzsche lo describe con gran exactitud y lo ejemplifica con la embriaguez. La mariposa me parecerá más bella en movimiento, volando, que cuando era un objeto quieto. Preferiré sus distintas y siempre cambiantes formas de una forma única, preferiré la aproximación a la certeza.
Mi deseo de participación me llevará a aproximarme cuanto pueda a ella en mi persecución; lo ideal sería llegar a fundirme, y que desapareciesen la mariposa y yo mismo; que juntos llegásemos a formar una nueva unidad por la que, tomados individualmente, seríamos simplemente fragmentos. Igualmente me gustaría que su forma se entremezclase con la de la flor en la que se ha posado; los colores de ambas se fundirán y combinarán para dar lugar a una nueva realidad distinta que las englobará a ambas. El cambio, el devenir. En su vuelo la preferiré entre las ramas de los árboles que frente a un muro ciego y plano. Y su forma, que parece cambiar con cada movimiento, será posible de precisar.
Su vaguedad formal me permitirá ir recreando nuevas imágenes. Todo esto desaparece en el mismo momento en que propongo capturarla; mi carrera detrás de ella obedece a una finalidad: esta se convierte en un objetivo y la fusión de la mariposa conmigo se hace imposible. Deja de ser mi aliado para ser un contrario. Pasa a ser el objeto de mi deseo.
Quien abandona libremente en su correr tras la mariposa tampoco contempla un objeto estético; lo que percibe es simplemente un ser vivo que vuela. Los niños suelen correr distraída e incansablemente detrás de cualquier ser que vuela ya que su viva imaginación es capaz de conseguir este milagro dionisiaco.
Sólo quien sea capaz de pensar la perfección del objeto y, al mismo tiempo, emocionarse ante aquella realidad viva, podrá ver la mariposa en su plenitud; podrá ver un objeto estético. Sólo quien corra detrás de ella y, al mismo tiempo, tenga capacidad para abstraerse y contemplarla de manera distante, podrá apreciar su belleza en su totalidad; sólo quien abismado en su contemplación, tenga un sentimiento de alianza hacia aquel ser, podrá sentir la emoción estética.
NDD: Este artículo fue tomado del libro ENLACE UNIVERSITARIO, editado por la Universidad Estatal de Bolívar, de su capítulo “Enfoque pedagógico-estético en la formación del profesorado en género y ciudadanía”, de varios autores.