Por: Vinicio Vásquez Bernal
“La verdad de las matemáticas es eterna, la de la política, efímera”. Esta afirmación se le atribuye al científico Albert Einstein, quien en un intento por parar el uso destructivo de sus descubrimientos científicos, ideó una alternativa para un nuevo orden mundial, donde prime la razón. Su desilusión no fue mayor, ya que en su propia existencia había sufrido los embates de las calamidades del hombre, que, en su desesperación por el poder, no escatima palabra, método ni bienes por lograr su objetivo, simplemente se sujeta a su visión de poder y arremete para destruir.
El matemático Jhon Nash, fallecido hace pocos días, también entendió este aspecto singular de la naturaleza humana. El hombre siente su triunfo únicamente cuando observa que sus contendores han sufrido los dolores de la derrota, y quizá el sabor de la ganancia esté más ligado al dolor causado que a la consecución de objetivos, explicaba, presentando un sinnúmero de ejemplos que confirman esta hipótesis, y que van desde competencias absolutamente sanas, hasta la crueldad de las guerras.
Quizá esto se explique en nuestro origen animal, donde para subsistir hay que matar a quienes servirán de alimento o a quienes pueden competir por el mismo bocado. En respuesta a esta realidad Nash propuso el concepto del GANAR GANAR, para la economía, donde en resumen indica que los esfuerzos de la humanidad tendrían mayor eficiencia y eficacia si sus objetivos se enfocarían hacia el bienestar colectivo. Este trabajo le valió un Premio Nobel en Economía; su experticia en teoría de juegos le permitió idear escenarios donde demostraba cómo la desconfianza daba paso al engaño para desencadenar en procesos negativos para la sociedad. Su mensaje sustenta buena parte de lo que se conoce como técnicas de negociación, sus trabajos evidencian cómo las matemáticas permiten el desarrollo de las ciencias sociales.
Es de indicar, además, que este matemático, cuya existencia estuvo llena de vicisitudes derivadas de una esquizofrenia que coexistió con su genialidad, se mantuvo siempre alejado de la política, a pesar que sus ideas son esencialmente de transformación, quizá, porque él proponía un enfoque distinto a aquel donde la izquierda y la derecha en continuo batallar arremeten con entusiasta ferocidad buscando la palabras más mortíferas para “acabar” al adversario, a sabiendas de que a corto plazo, según sus conveniencias lo exijan, esos adversarios se convertirán en aliados, siempre para conseguir sus intereses.
La razón humana es infinita y permite construir el mensaje que justifique este accionar, mas la mente humana no debe olvidar que lo conveniente puede ser temporal y de grupo.
Seguro que el mensaje de Nash buscará reflexión en los tiempos y generará silencio en aquellos que se creen predestinados para gobernar, olvidando que los pueblos se merecen propuestas elaboradas con mucho más que la palabra altisonante y la oferta demagógica.