Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Cronista Vitalicio de Ambato
Al Presidente de Ecuador, José Luis Tamayo, no le gustan las protestas sociales. Le gustan los gritos de paz que salen de la boca de los muertos. Así, obedeciéndole todavía, pasan “Las Cruces Sobre el Agua” en Guayaquil, y seguirán pasando conmemorativamente, desde 1922 como un magno evento de su administración. Otro ‘acierto’ suyo es la masacre de Leito. Para eso tiene el ejército a sus órdenes. Más de cien muertos dejan sus reclamos entre los laberintos de los Llanganates para que los desoiga el tiempo. La plutocracia le agradecerá recomendando su nombre a la posteridad y erigiéndole monumentos. A Tamayo no le gustan las cárceles ni los cementerios. Le gustan los muertos flotando sobre el agua o pudriéndose en los barrancos. Allá les llega más rápido el olvido.
Hay dos informes de la misma fecha que el Gobernador de Tungurahua remite a Quito. Se trata de ser eficiente con los facultativos para que puedan cobrar sus honorarios por la masacre: “10 de octubre de 1923. Señor Ministro de Instrucción Pública.- Quito. Sección de Justicia. A fin de que se sirva recabar del Señor Ministro de Hacienda la respectiva orden de pago, acompaño al presente oficio un vale en triple ejemplar por la suma de 255 sucres que en concepto de honorario, corresponde a los facultativos en medicina doctores Virgilio Paredes Borja y Eduardo Paredes Cevallos, por la práctica de las autopsias de los cadáveres de Antonio Núñez y Edelmira Frutos; así como por la práctica de los reconocimientos de las heridas graves ocasionadas a Serafín Hidalgo, Secundino Lizano, Tobías Lezano, Amable López, Amador Lescano, Amable Gamboa, José Alejandro López, Eloy Aguirre, Segundo Elías Aguirre, Domingo Valle, Manuel E. Orbe, Purificación Pérez e Isabel Pérez, diligencias ordenadas por el señor Intendente General de Policía de esta provincia en el respectivo juicio iniciado por dicha autoridad, por el Levantamiento suscitado en Leyto. Acompaño también copia certificada de los respectivos informes periciales.-Dios y Libertad.- El Gobernador Accidental, Francisco N. Cobo”.
“10 de octubre de 1923. Señor Ministro de Instrucción Pública.- Quito. Sección de Justicia. Para que se sirva recabar del Señor Ministro de Hacienda la respectiva orden de pago, acompaño al presente oficio un vale en triple ejemplar por la suma de 480 sucres que en concepto de honorario, corresponde a los facultativos en medicina doctores Gabriel Prado O. y Eleuterio Constante por la práctica de los reconocimientos y autopsias de los que fueron: Carlos Lozán F., Belisario, Petrona y Leonidas Muñoz, Camilo Lezcano, Sofía Ortiz, Ángel Barrionuevo, Eusebio Collaguazo, Olimpia Muñoz, Esteban Andaluz, Rosario Jácome, Fabiana Barrionuevo, Juan Villacís, Vicente Lizano, Augusto Córdova y José Leandro Barrionuevo, victimados en el levantamiento suscitado en ‘Leyto’, diligencias ordenadas por el señor Intendente General de Policía en el respectivo sumario iniciado por él. Acompaño también copia certificada de los correspondientes informes periciales. Dios y Libertad. El Gobernador Accidental, Francisco N. Cobo”. No se preocupen. Todo queda en la impunidad.
Omar Ganchala, en Historia Social del Ecuador del siglo XX, 2010 dice: “La Hacienda Leito había pertenecido a los jesuitas hasta su expulsión en 1767. Después de su expulsión, fue comprada por Baltazar Carriedo (Mazorra) que falleció en el terremoto de 1797; entonces la hacienda pasó a manos de Gabriel Álvarez. Una de sus descendientes y propietarias vendió el inmueble a Ricardo Fernández Salvador y a Manuel Navarro, que después de un tiempo vendieron la hacienda a Restrepo. Patate y Sucre eran las parroquias con mayor cantidad de propiedades y con hegemonía absoluta de las haciendas, según el historiador Luis Fernández Salvador. El mismo historiador afirma que en la hacienda Leito vivían de 80 a 100 arrendatarios que pagaban arriendo en dinero y que debían trabajar un cierto número de días al mes para la hacienda. Cuando en 1886, el volcán Tungurahua entró en erupción, varias familias de Quero y de algunas poblaciones cercanas fueron reubicadas en la hacienda Leito, llegando a contar alrededor de 500 arrendatarios en la hacienda. En Marzo de 1923, algunos arrendatarios reclamaron su derecho sobre estas tierras; en respuesta, los soldados quemaron ocho casas. Esta medida represiva solo evidenció el hecho de que los campesinos estaban tomando posesión de hecho sobre las tierras y que la economía campesina estaba creciendo en el interior de las haciendas.
El 13 de septiembre de 1923 se produce la masacre indígena cuando una tropa de 70 soldados, al mando del Jefe Político de Pelileo (Carlos Loza), acudieron a Leito para reprimir a la sublevación: Se adelantó Loza en esas circunstancias, con la sola compañía de algunos empleados de la hacienda; y suponiendo intenciones criminales a los allí reunidos, les increpó en forma grosera. Uno de los campesinos que estaba a la cabeza del grupo, un tal Leónidas Muñoz, anticipóse entonces a mostrar a Loza la citación que
se les habla hecho y que estaba lejos de significar revuelta alguna…”
Se ha citado como historiador a Luis Fernández Salvador. ¿Quién es según la genealogía de Mauricio Alvarado Dávila? Luis Antonio Fernández Salvador (1862-1926), casado con Matilde Álvarez, es hijo de Luis Fernández Salvador Gangotena. El citado historiador resulta ser tío del comprador de la Hacienda Ricardo Fernández Salvador, casado con Luz María Zaldumbide. ¿Fue un narrador testigo? Los lectores pueden acceder a mayor información averiguando sobre la Hacienda San Nicolás, en Sangolquí, residencia de una familia de poder y aristocracia.
¿Qué opinamos sobre aquello de que “los campesinos estaban tomando posesión de hecho sobre las tierras y que la economía campesina estaba creciendo en el interior de las haciendas.”? Si revisamos a otros historiadores nos dicen todo lo contrario. Esto da la medida de que en todos los tiempos, y hoy más que nunca, la textualización de la historia tiene que ser contestataria. Restrepo y Leito han dado y darán mucho que escribir, pero no se debe olvidar a quienes desde la trinchera provincial colaboraron para que se diera la masacre, autoridades que han estado siempre del lado de los poderosos, sin sensibilizarse con la gente a la que representan como funcionarios de turno, que es lo que han sido y lo son. ¿Quién puede portarse indiferente si hay muertos de por medio? No son ni uno ni dos. La historia da una cifra de cien. Esta historia también nos duele por cuanto el Presidente tuvo herencia tungurahuense: Fue el segundo hijo del coronel Manuel Tamayo, oriundo de Píllaro, y de la guayaquileña Delfina Terán Martínez. ¿Cuántos días de luto decretaron por la masacre? ¿Hay alguna placa recordatoria en algún lado de Patate? Los nombres que ahora recojo los reivindico para que no se amontone sobre ellos el olvido.
Contrastemos esta reflexión con la siguiente comunicación recibida en la Gobernación de Tungurahua:
“Circular # 45.- Quito a 7 de junio de 1924.- Señor Gobernador de la Provincia de Tungurahua.
En esta fecha he dirigido a Ud. el siguiente telegrama que confirmo: “Hoy se ha expedido el siguiente Acuerdo Ejecutivo:-Acuerdo # 749.- El Presidente de la Cámara del Senado, Encargado del Poder Ejecutivo; -CONSIDERANDO- Que el día de hoy ha fallecido en Guayaquil la señora Doña Esther Concha de Tamayo, digna esposa del señor Presidente de la República; -ACUERDA: – Expresar su condolencia, a nombre del Gobierno, al señor doctor don José Luis Tamayo, Presidente de la República, remitiéndole copia de este Acuerdo; – Izar a media asta, en señal de duelo, la Bandera Nacional en todos los edificios del Estado durante los días 8 – 9 y 10 del presente mes; – Enviar una ofrenda floral y comisionar al señor Gobernador de la Provincia del Guayas para que represente al Gobierno en los funerales.- Dado en el Palacio Nacional, en Quito, a 7 de junio de 1924 .- (f.) Alberto Guerrero Martínez.- El Ministro de lo Interior, -Francisco Ochoa Ortiz.- El Ministro de Relaciones Exteriores,- N. Clemente Ponce.- El Ministro de Hacienda,- Alberto Gómez Jaramillo.- el Ministro de Guerra y Marina, – Octavio G. Ycaza.- El Ministro de Instrucción Pública,-Pablo A. Vásconez”.- Es copia.- El Subsecretario de Gobierno,- Nicolás Jiménez.- Lo transcribo a Usted para su conocimiento y fines consiguientes.-Ratificaré.- Ministro de Gobierno, – Ochoa Ortiz. Dios y Libertad, consta la firma de Francisco Ochoa Ortiz.”
Podemos dejar sin comentario estos sucesos de nuestra vida, pero hay que decir que si las banderas sirven para la ironización de los civismos, que sigan a media asta o a asta y media. Los pobres, los de las masacres que son por cientos siempre han pasado a los sepulcros sin banderas, sin discursos, sin cañonazos al aire. Que los rituales y las banderas les sirva para tapar sus conciencias putrefactas.