Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Cronista Vitalicio de Ambato
Mirando los datos del pasado, mi criterio es que nuestra realidad actual reproduce ese sentido anárquico de la vida, que los historiadores comentan en sus escritos. La colonia tuvo muy polarizadas las clases sociales: de pocos ricos y de la gran masa popular empobrecida, igual que ahora; exactamente como ahora. Dice Juan Marchena Fernández “la vida social urbana basculó entre dos polos: uno, el esplendor de la élite social, en la que se desarrollaba a gran velocidad una cultura del ocio, y otro, el de la miseria de la población en general, que usó la fiesta como evasión, y a veces, como ruptura frente a un universo que le oprimía…”(ver: La Vida Social en las Ciudades Americanas de la Ilustración, 1996)
¿Las elecciones a las que nos aprestamos, no creen que también tienen un sentido lúdico? Pues los candidatos a todo son quienes apuestan, arriesgan, se ilusionan y hasta malversan su propio espíritu. ¿Y qué decir de la masa de votantes? ¿Las papeletas no son naipes para barajar la suerte?, ¿elegir, en nuestra experiencia, acaso no ha sido una apuesta? ¿Y los trucos para llegar al poder con fraudes que caminan en el proceso de las ofertas, acaso no culminan hasta en las propias urnas o en los cálculos matemáticos y en la aplicación de modelos “científicos o intelectuales”? ¿Y hasta los periodistas repiten la ideología de la manipulación hablándonos el día de las elecciones expresando que “la democracia es una fiesta”, cuando algunos pensamos que debe ser un acto totalmente serio.
¿Qué le habrá pasado a Don Miguel Baca en 1735 que se autoimpone un freno en su conducta pública? ¿Qué le pasó con aquello de haber sido uno de los jugadores de naipes, de dados y demás trucos que dejaban en la ruina a las familias? Hasta entrado el siglo XX habían apostadores de perinola en época de “Finados” que quedaban sin solares de terrenos y que “comprometían el honor de sus propias esposas convirtiéndolas en objeto de sus apuestas.
Un 29 de septiembre de 1735 está ante el notario Santiago Ponce en la villa de Hambato, explicando que “por cuanto los juegos de dados, naipes y trucos y demás géneros de juegos se han recrecido gravísimos daños y perjuicios, pérdidas y disgustos, todo en disminución de su caudal y crédito de la persona, y poniendo de hoy en adelante el remedio conveniente = OTORGASE de no jugar a ningún juego por sí ni por segunda persona… y si lo tal hiciere o se averiguase en el dicho asiento, como en toda la provincia de Quito, para lo cual, si quebrantare la evasión que la ley impone…” se auto castiga con 200 pesos de pena “para ayuda de un ornamento de la iglesia Matriz de españoles, que se le dará al mayordomo de la fábrica de ella… y 50 pesos para el denunciante. Desde luego se da por incurso y condenado, para lo cual, dende luego, se obliga en que no cancelará esta escritura por ningún caso… y se obliga con su persona y bienes muebles y raíces, derechos y acciones habidos y por haber, y dio poder a las reales justicias y jueces de Su Majestad de este dicho asiento y otras partes donde esta escritura, o su traslado se presentare y pidiese su cumplimiento…”. Para constancia firmaron los testigos Don Pedro Ruiz de Cabrera, Don Santiago Grande Suárez y Francisco Enríquez de Zurita, presentes.
Recordaremos que sobre el juego de los naipes, en la colonia se cobraba un impuesto. Allí está el caso de quien tenía a su cargo este ramo, que lo fue Don Joseph Ascázubi y Matheu. Mucha gente española que aventuraba con su propia suerte y que no tenía problema en vivir del trabajo ajeno, era la que apostaba a la suerte. El texto que he extraído vale por lo testimonial e insólito, pero sirve para darnos cuenta del freno o de la trampa que marcó el destino de Don Miguel Baca.
3 de diciembre de 2015