Las esposas del Mariscal José de La Mar.1822

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Cronista Vitalicio de Ambato

Dos gaviotas vuelan sobre el río Guayas. La tercera va y viene con un cadáver por el mar. A veces vuelan sin plumas, a veces vuelan sin canto, a veces vuelan sin nombre, pero siempre vuelan sin cuerpo. Una vuela para Lima. Otra vuela a Cartago en Costa Rica. Vuelan y regresan a estar siempre solas en Guayaquil, acurrucadas bajo la lluvia. Las dos hacen el nido por las noches, pero al amanecer, en vez de huevos encuentran balas. La tercera llora lágrimas de sal. En esos tiempos en Guayaquil las mujeres nacían en unas cajas forradas de largas aristocracias.

José Domingo La Mar y Cortázar recoge de su memoria un nido de rifles en Cuenca donde nació un 12 de mayo de 1776. Ha dejado un libro de leyes en su palacio de gobernante del Perú. Cuando abre su maletero de desterrado en Costa Rica, encuentra que está lleno de traiciones. Decide morir de soledad más que de tristeza, pero muere de impotencia más que de rabia un 11 de diciembre de 1830, allá, lejos de nadie, después de haber sido gloria de España, donde tuvo cuatro mil hombres a su mando contra los franceses.

Su prima Josefa Rosa Nicolasa de Rocafuerte y Rodríguez de Bejarano que había nacido en Guayaquil el 2 de septiembre de 1781, debe ser la primera esposa de tan insigne militar. De este modo su primo Vicente Rocafuerte Bejarano será también su cuñado presidente del Ecuador. Su entrañable amigo el poeta José Joaquín de Olmedo le visita en su hacienda de Buijo y le nombra Comandante General de Armas de Guayaquil el 14 de enero de 1822. Un sábado 20 de abril de ese año, le ascienden a Gran Mariscal, según dicen, por gratitud de pueblo peruano y por disposición de Su Excelencia Don José Bernardo de Tagle Portocarrero, encargado del poder, mientras San Martín se entrevistaba con Bolívar en Guayaquil.

¿Qué cosas se dirían entre La Mar y Bolívar en Guaranda el 2 de julio de 1822? Colombia no quiere que Guayaquil sea un estado independiente. La Mar recoge sus armas y viaja al Perú. Como él no tiene tiempo para matrimonios, le ayudan a decidir que debe casarse mediante un poder un 6 de noviembre de 1822. Su esposa duerme con sobresaltos y muere yerma el 22 de abril de 1826.

No es bueno que los altos militares vivan sin esposa. Se oxidarían las medallas. No tendrían quién les llore en sus partidas, ni quien pida perdón a Dios por sus matanzas. Tampoco es bueno que pasen a la historia como uno más de los gobernantes tristes, le dicen. Su familia le apoya para que se case con su sobrina carnal que tiene los nombres apropiados para agradar a Dios y al Gran Mariscal: María de los Ángeles Dolores Pía de Elizalde y La Mar, ella también ha sido bautizada en la iglesia Matriz de Guayaquil un 11 de julio de 1793. La Mar está expatriado en Costa Rica y allá se le adelantó la muerte el 11 de octubre de 1830. Ella debía casarse por poder, pero el pudor se queda virgen.

Seis esclavos negros cargan el ataúd de quien combatiendo en tantas independencias no les hizo libres. Delante de su féretro le lloran: un regio caballo blanco adornado con colores de banderas y borlas de hilos de oro; y el chivo domesticado traído del Cusco que mira el féretro por última vez parándose en dos patas. Una Señora que llaman Otoya, es la que anda cargando los restos de su bello muerto por diferentes patrias del mar Pacífico. Por esos tiempos, todo infierno quería tener el rango de república. La gente de Piura le pone manojos de espinas en su tumba. Finalmente sus huesos se acomodan más en la memoria del Perú.

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