Por: Andrea C. Lema
Egresada de la Universidad de las Fuerzas Armadas (ESPE)
«La Agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo el hombre libre” (Cicerón)
El campo es el sector más dinámico y potente de la economía, la agricultura se practica desde el inicio de la humanidad, nace por la necesidad que el ser humano tiene por alimentarse, sin embargo ha ido evolucionando conforme a factores naturales, políticos y económicos. Hasta 1970 la base económica del Ecuador fue la agricultura, que representaba alrededor del 30% del producto interno bruto (PIB) y proveía los alimentos básicos para el consumo interno y productos para el mercado externo (MAGAP, 2015). Ecuador se catalogaba como un país “eminentemente agrícola”.
Luego surgió el descubrimiento del petróleo en la Amazonia, el país inclinó su economía a la exportación de petróleo crudo, industria que marcó un nuevo patrón de especialización productiva, relegando la actividad agrícola. La tendencia decreciente del peso relativo del PIB agrícola en el total producido no implica menores volúmenes de producción, refleja menos dinamismo de la agricultura frente a otros sectores.
Los principales productores de alimentos básicos son nuestros campesinos, aquellos guerreros con pequeñas propiedades, quienes cada vez tienen menor acceso a tierras fértiles debido a las condiciones de la distribución y la exposición de la misma. La pobreza rural es extensa y profunda y persiste a pesar de un crecimiento del ingreso promedio.
El crecimiento de la población es un factor que obliga al sector agropecuario a incrementar el volumen de producción de alimentos, Según el INEC, (2014); la población total para el año de 1960 fue de 4,51 millones, incrementándose para el 2014 a 16,52 millones es decir se cuadruplicó.
Además, la revolución industrial ha obligado a que la agricultura de carácter tradicional se transforme progresivamente. Los procesos de urbanización e industrialización y las condiciones de implantación de la Reforma Agraria han incentivado la producción moderna de cultivos para la industria agraria y la expansión de la ganadería. Sin embargo, el sector agropecuario ha sufrido una baja en los últimos años debido a temas políticos, problemas climáticos, emigración de campesinos a las ciudades y pérdida de interés.
El sector agropecuario es la principal fuente de empleo, en el país. En el 2014 representó el 25% de la Población Económicamente Activa (PEA). Eso significa que es la principal fuente de empleo, ya que más de 1,6 millones de personas laboran en el sector (BCE, 2014).
Ecuador es un país fundamentalmente agrícola, tiene una extensión de 24,8 millones de hectáreas; de ellas, 5,9 millones de hectáreas (24%) son aptas para el desarrollo de la agricultura en condiciones naturales de suelos, topografía y clima; el 13% es apta para pastos; y el 42% para bosques. Es decir, el 79% de la superficie nacional tiene aptitud agropecuaria. La mayor cantidad de productores se concentra en la Sierra. La forma productiva en la serranía ecuatoriana se caracteriza por la hacienda tradicional, con características semi feudales. Su producción es orientada al consumo interno con un alto grado de autoconsumo. Sus principales rubros son: leche, papas, cereales, habas. Mientras que en la costa, la hacienda tomó la forma de plantación para la producción de cultivos tropicales y productos acuícolas que generan divisas (cacao, banano, camarón, arroz) los mismos que se orientaron a mercados externos, es por ello que es la segunda actividad que genera grandes divisas (El Agro, 2012).
Bajo estos factores de cambio los productores y profesionales del agro tenemos varios retos como: equilibrar la sostenibilidad de la oferta y demanda futura, conseguir acceso mundial a los alimentos, acabar con el hambre, mitigar el cambio climático y conservar la biodiversidad y los servicios del ecosistema; estos retos se enfocan a mantener una agricultura sostenible que cumpla con la Ley de Soberanía Alimentaria.
La Ley de Soberanía alimentaria es un derecho que tenemos los pueblos para controlar el sistema agroalimentario y sus factores de producción, de tal forma que la agricultura familiar, campesina, indígena, de orientación agroecológica y la pesca se desarrollen de una forma autónoma y equitativa.
Por todas estas razones es necesario recuperar, dinamizar y tecnificar modos de producción y tecnologías ancestrales y ecológicas, generar circuitos ecológicos solidarios y controlar democráticamente los mercados para el acceso oportuno, libre y equitativo a los alimentos. Además, es imprescindible restablecer la identidad y cultura alimentaria de la población.
Recordemos que “Nosotros somos como los granos de quinua, si estamos solos el viento nos llevará lejos. Pero si estamos unidos en un costal, nada hace el viento. Bamboleará, pero no nos hará caer. Somos como la paja de páramo que se arranca y vuelve a crecer… y de paja de páramo sembraremos el mundo” (Cacuango, D).
Fotografía: Ing. Alejandro Nuñez