Por: Dr. Pedro Arturo Reino Garcés
Historiador y Cronista Oficial y Vitalicio de Ambato
He ido en pos de documentos a la Biblioteca Aurelio Espinoza Pólit, en Quito. Me enfrento a los textos publicados en el Diario Oficial. Me inquieta uno de ellos que aparece en 8 de febrero de 1895 en el # 343. Se publica una carta “Autógrafa del Exmo. Señor Presidente de los Estados Unidos de Venezuela por la cual se sirve elevar al carácter de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario cerca del Ecuador al Presbítero Sr. Dr. D. Antonio José de Sucre”. Don Joaquín Crespo es el Presidente de los Estados Unidos de Venezuela. La Carta dirigida a su homólogo el Dr. Luis Cordero, dice “Grande y Buen Amigo.- En el deseo de que las relaciones políticas cultivadas tiempo ha por Venezuela y el Ecuador sean cada vez más estrechas y cedan día por día en mayor beneficio de las dos repúblicas, he resuelto acreditar en la que Vuesencia tan acertadamente preside una legación de Primera Clase, y designar para que le sirva, con el carácter de Enviado Extraordinario u Ministro Plenipotenciario al Presbítero Dr. Antonio José de Sucre. Las prendas de que es poseedor el elegido por mí para tan elevado cargo, y aún el nombre que lleva, uno de los más ilustres en la historia americana, y que él sabe guardar intacto con el prestigio de sus luces; el amor que profesa a esa República donde vinculó muy caros afectos el héroe, cuyo recuerdo él reverencia por razones naturales de patria y de familia; todo hace presumir que el Presbítero Dr. Antonio José de Sucre sabrá corresponder del modo más fiel a la confianza que en él deposito, y granjear ahí la general estimación… ”
La circunstancia está ligada a la celebración centenaria del nacimiento en Cumaná del Mariscal, el 3 de febrero de 1795 (asesinado en Berruecos-Colombia, cuando tenía 35 años, el 4 de junio de 1830). El cura Sucre está por Ecuador con otras secretas intenciones sentimentales. El presidente de Venezuela explica que “una vez que esa República se dispone, a la par que otras de América, a rendir noble homenaje a la memoria del vencedor en Pichincha…” Esta carta que tiene la fecha señalada arriba, está fechada en el “Palacio Federal del Capitolio, en Caracas, a los 18 días del mes de Diciembre del Año del Señor de 1894”. La contestación del Dr. Luis Cordero tiene fecha 2 de febrero de 1895, hace alusión entre otros elogios de que echa mano la diplomacia, a “las notorias cualidades de tan distinguido personaje, en quien brilla con nuevo lustre el glorioso nombre del egregio General Cumanés…” Cordero también destaca que el presbítero Sucre llega “con envidiable herencia, conservada al amparo de sólidas virtudes de cristiano sacerdote y de patriota ejemplar”. Entre otros aspectos destacables de la carta se refiere a Venezuela como “a la legendaria Madre de Héroes”.
La comunicación del 29 de enero con la que el Ministro de Instrucción Pública Roberto Espinoza, pide al Arzobispo de la Arquidiócesis Pedro Rafael, para participar en las “solemnidades religiosas que se efectuarán el día 3 de febrero próximo”. Ahí se advierte que “no solo las cinco naciones creadas por el genio de Bolívar, sino casi todas las de Americano Continente, se han aprestado a celebrar con inusitada pompa el centenario del Gran Mariscal de Ayacucho, …quien fue también cristiano observante y cultísimo caballero.” El arzobispo responde que acatará la solicitud argumentando que “es muy justo y conveniente dirigir a Dios en ese día, solemne acción de gracias por haber hecho ver la luz al virtuoso Prócer, que en su vida privada, en los campamentos y en el Poder se manifestó profundamente religioso… ”. En todo caso, se convocaba a la iglesia catedral de Quito a celebrar con pompa una fiesta de primera clase. Luego, el Arzobispo remite un carta en la que deja constancia que el Gobierno quedó agradecido con dicha celebración.
Se deduce que el punto central de la celebración fue un discurso pronunciado por el Dr. J. Alejandro López del despacho de Culto que tenía el Ministerio de Instrucción Pública. En comunicación del 5 de febrero le expresan una viva complacencia por el discurso y le obsequian un buen paquete de libros.
El mismo Ministro de Instrucción Pública, el 9 de febrero de 1895 le dirige una carta al Plenipotenciario Sucre en estos términos: “Señor: el día de mañana ha de celebrarse una fiesta a la Santísima Virgen, en su advocación de “Nuestra Señora del Quinche”, en el templo de la Compañía de Jesús, para darle gracias por los favores que dispensa a la Nación ecuatoriana, segunda patria, y muy querida, del Gran Mariscal de Ayacucho, ilustre deudo de Vuestra Excelencia. En tal virtud, desea Su Excelencia, el Jefe de Estado, y todos los miembros del Gobierno, que aquella misa fuese celebrada por Vuestra Excelencia, lo cual contribuirá a dar mayor solemnidad y pompa a aquella fiesta…” La petición suscrita por el Ministro Roberto Espinoza pide que la petición sea acogida para enlazar a las repúblicas. Yo me pongo a pensar en Nuestra Señora del Quinche que tiene gran poder de convocatoria. Lo que está oculto tras esta advocación es que en el sitio de El Quinche funcionó un centro magnético indígena que era una huaca aborigen. Este centro de ritualidades, como muchos otros del país, en la colonia, pasaron a advocaciones cristianas. Quinchi no es una palabra quichua, sino de lengua pre quichuas que tiene que ver con lo sagrado y venerable. También hay que recalcar que el poder quiere ‘pompa’, lucimiento público, teatralidad suntuosa. Para eso sirve eficientemente la iglesia.
La respuesta tiene fecha del mismo día y en lo puntual dice: “Admirador y testigo de la milagrosa multificencia con que Nuestra Señora del Quinche favorece a esta católica Nación; fervoroso devoto de Nuestra Señora Madre, que no pierde ocasión de remunerar nuestra fe en Ella con los raudales copiosos de su Misericordia; y vivamente interesado por la felicidad de este bello Ecuador, tan caro como al General Sucre y, por lo mismo, a todos los que alentamos con su misma sangre, tengo la complacencia de manifestar a V. E. que me será muy satisfactorio ir mañana a celebrar la santa misa indicada, deseando que ella sea aceptada a los ojos del Bienhechor Eterno y que, por medio de la Soberana Dispensadora de sus gracias, derrame sobre el pueblo y Gobierno ecuatorianos, bendiciones sin cuento… f) Antonio José de Sucre.”
Antonio José de Sucre Alcalá, el militar y sacerdote venezolano, fue sobrino del gran Mariscal de Ayacucho. En Wikipedia se lee que fue hijo de José Manuel Sucre y María Alcalá. Nació en Cumaná en 1831 y vino a morir en Babahoyo – Ecuador en 1895. “Antonio José Sucre fue expulsado de Cumaná en 1853, cuando trataba de impulsar una revolución. Un terremoto hizo que tuviera que desistir de su objetivo y José Manuel se trasladó a México. Sin embargo Sucre-sobrino se quedó en Colombia y luchó con el conservador Miguel Arboleda contra José María Obando, y estableció amistad con las familias Cuervo y Caro, íconos del conservadurismo colombiano del siglo XIX. Bajo la influencia de la familia Cuervo se decidió por ordenarse sacerdote en Bogotá, donde ejerció de periodista, siendo uno de los primeros directores de “El Catolicismo”, dependiente del arzobispado de Bogotá. Fue una de las figuras que con mayor vehemencia defendió la doctrina papal. Falleció en el Ecuador mientras trataba de ubicar los restos de su tío.” Este último dato fue el objetivo personal por el que había venido a Quito. Según los datos de historiadores y biógrafos, el presbítero Sucre, por donde pasaba, armaba un huracán, pues nada menos que estando en Colombia, se había interesado en ser parte de las celebraciones centenarias del nacimiento del General Santander quien intentó asesinar a Bolívar, íntimo de su tío el Mariscal. Para huir de los escándalos fue a Venezuela. Como era hombre de semejante influencia, logró que se le designara para viajar a Ecuador en calidad de Plenipotenciario, como queda referido. Podemos aportar con lo relatado por el centenario del nacimiento de su tío, y decir que la fiebre amarilla acabó con él en la costa ecuatoriana, un 17 de junio de 1895, sin que lograra ubicar los restos de su tío, los que fueron ubicados en El Carmen Bajo en 1900, según notas tomadas por Rodolfo Pérez Pimentel.