Por: MARCO ANTONIO RODRÍGUEZ
¿Qué distingue más la vida de Eudoxia Estrella: sus diligencias a favor de nuestras artes visuales desde el Museo de Arte Moderno, la fundación de la Bienal de Cuenca y sus talleres para niños; su creación plástica (su “acuarela lavada” es innovadora en América), o su proverbial defensa de género?
Corrían los cincuenta del siglo XX cuando llegó a Cuenca Guillermo Larrazábal, el vitralista español que dejó honda huella en nuestro país. Eudoxia divulgaba la luz que definiría su personalidad, lo hacía de las dos formas que dispone Edith Wharton: “siendo la vela y siendo su espejo”. Posesión y entrega. A veces, gran amor. El de Eudoxia y Larrazábal lo fue: “Dos planetas del extraño sistema solar de las pasiones, girando en torno de un sol único”. Su unión libre suscitó escándalos en todos los estamentos cuencanos, desde la rancia aristocracia hasta los excluidos, pasando por las centellas de curas en los púlpitos. Los amantes fueron condenados al aislamiento durante 20 años. “Andábamos/ sin buscarnos/ pero sabiendo/ que andábamos para encontrarnos”. Eudoxia ríe cuando recuerda a las buenas gentes apartándose como si fueran a contagiarlos de algún mal hechizo.
Es domingo y hay silencio. Cielo y ríos. Árboles y flores antiguos como el tiempo. El parque de San Sebastián. La casa de Eudoxia está enclavada en él. Menuda y grácil, abre el portón. Viste un manto multicolor bordado a mano. Nos sonríe con ese ápice de desdén hacia el mundo que ha sido su enseña de vida.
La casa exhala un aroma de bienaventuranza. El amor es la de opuestos que no pueden alejarse y viven lidiando con ellos mismos y con los otros. Eudoxia y Larrazábal estaban signados por temperamentos intensos, él desestimaba la acuarela de Eudoxia, ella no estuvo en paz hasta dar con su “acuarela lavada” (por ensalmo, luego de ensayar hasta la extenuación, introdujo una acuarela en una tinaja de agua y logró su “casualismo dirigido”, asombro y exultación: figuras, espacios y cromática resueltos en un aura mistérica), Larrazábal su primer devoto. Los techos del salón principal son altos, aunque insuficientes para albergar los vitrales del maestro español y el retrato de ella. Cautiverio y vuelo. Grandeza y conmoción. Hermosura distante, como los sueños que ambos compartieron.
Efraín Jara Idrovo, Claudio y Jacinto Cordero Espinosa, Eugenio Moreno Heredia, Teodoro Vanegas… y ella, abriéndose paso en un mundo de hombres, integraron el grupo de los Lobos. Los poetas se proclamaban de izquierda, pero cuando Eudoxia y Guillermo se unieron fueron sus primeros detractores.
A todos los actos sociales Eudoxia se presenta vestida de esmoquin. Impasible, sigue desafiando las gazmoñas y turbias convenciones sociales. Sus noventa años no la agobian. El amor siempre gana. Cae de bruces la tarde. Eudoxia es el nombre de una estrella.
FUENTE: EL COMERCIO
Viernes 19 de julio 2019