La inmigración libanesa en Cuenca

Cuenca (Ecuador)

Hablar del aporte de la inmigración de libaneses al desarrollo y crecimiento de Cuenca no es un hecho aislado sino complementario al proceso histórico socio cultural y económico de nuestra región.  La movilidad humana a finales del siglo XIX,  materializada en las inmigraciones de europeos y libaneses al continente americano atraídos por la expansión de las economías de exportación, basadas en un modelo de desarrollo hacia afuera, de países latinoamericanos, con miras a satisfacer la demanda  de Europa de materia prima y bienes de consumo, fue un factor de atracción a estos  inmigrantes.

Según estadísticas entre 1890 y 1940, llegaron al Brasil alrededor de 2.500.000 extranjeros, de los cuales un 15% fueron registrados como turcos-sirios, asentándose la mayoría en Saulo Paulo. En el caso ecuatoriano, en comparación con el número de inmigrantes libaneses, en verdad es muy menor, pues se estima que para fines de 1930, llegaron a Ecuador apenas 1066 libaneses, cuyos descendientes se asentaron en todo el país.

Los inmigrantes libaneses  se  impusieron un código de comportamiento en el país que les dio  albergue, basados en sus tradiciones y comportamientos que supieron interactuar con las costumbres a veces rígidas de los ecuatorianos,  quizá esta asimilación cultural hizo que sea una fortaleza para captar las oportunidades que su nuevo lugar de residencia ofrecía.

Es sabido que los libaneses inmigrantes llegaron a Guayaquil sin un centavo, apenas tenían unos reales que permitían sobrevivir en un ambiente desconocido y hasta hostil. Ellos se dedicaron a vender en las calles, vendían chucherías, pero siempre con ánimos de salir adelante. Eran comerciantes ambiciosos e infatigables, producto de la  venta ahorraban con una visión de futuros mercaderes de éxito.

Su temperamento y prácticas ancestrales en el comercio fueron la clave del éxito. Sus valores y normas de lealtad familiar que estaba por sobre los individuales, se tradujo en el familismo, un principio sagrado y de unidad familiar. La familia ante todo, parecería ser el principio sobre el cual los inmigrantes libaneses ejercieron por su necesidad de sobrevivencia y éxito empresarial.

Emprendedores y luchadores ante la adversidad, hicieron de ellos una comunidad que se caracterizó  por su trabajo y entrega al comercio, ante todo. Fueron conscientes de la necesidad de competir con una  Intrincada red de comerciantes y terratenientes de la Costa.

Gracias a la tradición familiar  y a sus lealtades lograron  acoplarse a la modernidad imperante, sin que ello signifique renunciar a su identidad cultural. Supieron  sacar adelante sus proyectos de emprendimiento e inclusión en un medio hostil como era en ese entonces Guayaquil, su primer punto de anclaje en nuestro país.

Los comerciantes libaneses viajaban en balsas y mulas para llegar al lugar de destino, pueblitos cercanos de la Costa, lugar seguro para colocar su mercadería, con la práctica venida de sus antepasados, “adquiera ahora y pague mañana”, es decir la primera práctica de crédito. Los buhoneros libaneses viajaban río arriba, hacia Daule, Milagro, Babahoyo, Palenque, Quevedo,  dándose maneras para llegar a los puertos de Manta, Esmeraldas, Bahía de Caráquez.

Gracias al ferrocarril, a inicios del siglo XX, que sale de Quito hasta Guayaquil, se integran  las actividades económicas del comercio y la industria de la Costa y la Sierra, dando inicio a un nuevo orden económico, con una visión desarrollista y de crecimiento Y es allí que los inmigrantes libaneses apuntan a un nuevo mercado, y;  con mercadería en los hombros,  se embarcan en el tren en busca de nuevos horizontes.

Cuenca, ciudad de destino

Cuenca se integra a los procesos económicos con una visión externa a partir de la explotación y exportación de la cascarilla, desde medianos de 1850. Si bien se dice que esta actividad ya tuvo sus inicios en los  siglos  XVII y  XVIII, sin embargo en el siglo XX es cuando tiene mayor relevancia a causa de las dos  guerras mundiales.  A su vez, la actividad del tejido del sombrero de  paja toquilla, en la primera mitad del siglo veinte, marca una época de desarrollo gracias a los ingresos por la venta de este producto al exterior, teniendo luego una caída en la década de los 50. Actividad que se nutre gracias a la materia prima proveniente de la Costa entre los años de 1835 y 1845 y a la mano de obra barata de mujeres urbanas y campesinas que son explotadas por intermediarios que residen en Cuenca.

Se puede decir entonces que la ciudad de Cuenca, ocupa un sitial importante dentro del contexto nacional ,su participación en  el PIB si bien no es comparable al de las provincias de la Costa ,especialmente  Guayas , Manabí  y  Pichincha, no deja de ser importante para el desarrollo y crecimiento del país.

La aparición del ferrocarril como medio de transporte entre la Costa y la Sierra, fue determinante para el desarrollo nacional.

Y Cuenca no podía ser la excepción para atraer a emprendedores foráneos, quienes llegaron resueltos a participar en proyectos económicos basados en su experiencia y su cultura.

Y fueron los inmigrantes libaneses que luego de un periplo entre la Costa y la Sierra, se movilizan hasta llegar a Cuenca, sin antes haber arribado a pequeñas ciudades y pueblos de la Sierra, utilizando las bondades de transporte que ofrecía a inicios de la primera década del siglo XX, el tren. Ambato, Riobamba, fueron ciudades andinas que abrieron sus puertas sin prejuicios a los libaneses que venían desde Guayaquil.

Pensando en mejores  días y a manera de estrategia, al igual como actuaron en la Costa, recorrieron pequeñas poblaciones que integraban al resto del callejón interandino: Alausí, Tixán, Chunchi, pequeños pueblos aptos para ejercer el comercio, cargados de cortes de telas, bambalinas, bisutería, mercaderías  demandadas en los pueblos.

El periplo de los inmigrantes libaneses que llegaron a la Sierra no solo bordea las ciudades del norte y centro de la Sierra, los Andes del Sur también es un centro de atracción de estos extranjeros: Biblián, Azogues y especialmente Cuenca.

“Arriban las familias inmigrantes Abud Alba, Eliat, Saad, Farez y Musa. En 1909, los principales propietarios  de almacenes anunciaban sus valores en una guía comercial. Gabriel Eljuri los encabezaban con $ 14.000, los hermanos Najas reivindicaban $ 4000, Miguel Kuri $ 3000. Ninguno era artesano u profesional[1].

Las actividades comerciales de los inmigrantes libaneses la desarrollan en la urbe de la ciudad de Cuenca, su experiencia en el comercio  y su cultura basada en la identidad familiar hacían que sus negocios giraran  en torno a la familia. Negocios pequeños pero de prácticas novedosas, basadas en el crédito y la confianza hacia el cliente. La mercadería lo adquiría en los puertos del país, especialmente de Guayaquil, siendo los casimires el principal producto que ofertaban en la ciudad. Muestra de aquello es el almacén de telas instalado por  Don Gabriel Eljuri.

Almacén “La Palestina”.

“La Palestina”  de  Gabriel Eljuri, en la plaza mayor, cubría dos lotes de la ciudad, Gabriel posaba orgullosamente delante de los rollos de tela con su esposa y su hijo pequeño. Por aquellos años  todos los libaneses se identificaban con el almacén de la familia, práctica que no la acogían los ecuatorianos. Aunque hacia 1909 los inmigrantes libaneses estaban introduciendo a una nueva era capitalista a provincias serranas tales como Bolívar, Cañar, Carchi, los informes provincianos para guías comerciales lo ignoran[2].

Se puede decir que en las primeras décadas del siglo XX, Cuenca acogió a sus primeros inmigrantes del Medio Oriente, cuyos aportes en el desarrollo comercial y de servicios fueron importantes para la ciudad. Acaso era necesario una diversificación de las actividades productivas, toda vez que el eje central de la economía local giraba en torno a la actividad agrícola, artesanal y manufacturera, con la explotación y exportación de la cascarilla y el sombrero de la paja toquilla. De allí la importancia de mencionar la participación de los inmigrantes libaneses en nuevas prácticas comerciales y de servicios, en la ciudad de Cuenca.

En la década de los años 30,  Don Gabriel Eljuri es nombrado Cónsul de la República Francesa en Cuenca

El “Hotel Royal”.

A mediados de la segunda década del siglo pasado, Cuenca tiene el primer hotel  con la suficiente infraestructura para satisfacer las necesidades de los foráneos que visiten la ciudad. El Hotel “Royal”, de propiedad de Miguel Deidán Aramuni libanes que llegó a Cuenca en el año de1.910.

Esta iniciativa tuvo un enfoque futurista por considerar a Cuenca como una ciudad que por sus características requería contar con infraestructura moderna en cuanto a servicios para el descanso y hospedaje  de quienes lo visitaban.

Miguel Deidán Aramuni, el hecho que inmigró desde Líbano, un país lejano, conocido como la Suiza del Medio Oriente,  estaba al tanto de las nuevas técnicas hoteleras. En ese tiempo Cuenca  todavía no contaba con un servicio hotelero que satisfaga a la demanda de los foráneos que visitaban nuestra ciudad y como tal, requerían de un lugar de respiro y placer.

En la mente de este inversor extranjero, primó ante todo la certeza que su proyecto tendría a mediano y largo plazo, el éxito deseado. Había de dar un nombre para que impacte en el mercado y una ubicación adecuada para sus clientes. En efecto, el nombre del primer hotel instalado en Cuenca, se llamaría “Hotel Royal”, situado en el corazón de la urbe, en la calle Luis Cordero, entre Bolívar y Gran Colombia.

Quienes llegaban al flamante hotel, lo primero que encontraban era una sala de recepción, bien acondicionada para la atención al cliente. En la planta baja se podía  ver el Bar, seguido de un cómodo restaurante. Mientras en los pisos superiores, en largos portales, se hallaban las habitaciones que rodeaban al patio central de la casa.

Desde luego la administración del hotel ponía toda su atención en proporcionar alojamiento a los visitantes que a diario solicitaban hospedaje, sean de la Costa, de Guayaquil  principalmente, de Quito y otras ciudades.

Pero la visión de su propietario iría más allá de proporcionar servicios solo para pernoctar y ofertar un menú, en la que mostraba habilidad en la preparación de comida internacional, y, como era de esperarse, de su propio país, por decir el kipe, preparado con trigo, carne molida y vino tinto.

También se empeñó en la atención del bar, destinado no solo para los huéspedes del hotel, sino también para los comarcanos, en especial los jóvenes que atraídos por la novedad del primer hotel, se volvieron asiduos del lugar de recreación, en especial por la noche.

Y aquí vale mencionar  un hecho que se quedaría marcado en la memoria de la Cuenca de ayer, y que con el paso del tiempo se ha olvidado, cuando debería estar presente como un triste recuerdo  ya que nuestra ciudad fue víctima de la ofensa de un militar acantonado en Cuenca.

Es importante recordar sobre lo sucedido aquella noche a la que el distinguido cronista Sr. Don. Octavio Sarmiento Abad, describiría en su libro de narraciones y anécdotas “Cuenca y Yo”, en el artículo “Cuenca vivió una noche de terror”.

Sucedió al interior de las instalaciones del Hotel Royal, cuando un pelotón actuó bajo los efectos del alcohol y arengados por su jefe militar, Mayor Salvador Rueda, Primer Jefe del Grupo de Caballería “Febres Cordero”, quien al sentirse, según él,  ultrajado por alguien que le propinó tremenda bofetada, atacaron y maltrataron a los jóvenes allí presentes.

“Varios grupos en su mayoría jóvenes, habían estado divirtiéndose en el bar del Hotel Royal, de propiedad del señor Miguel Deidán, encontrándose allí el Mayor Salvador Rueda, Primer Jefe del Grupo de Caballería “Febres Codero”, que guarnecía la plaza[3].

“Todos los que permanecieron en la planta baja fueron bárbaramente golpeados ,unos dos o tres abaleados, encontrándose entre estos últimos el destacado intelectual don Víctor Manuel Albornoz, quien recibió un balazo en una de las piernas[4].

La tarea innovadora de su propietario, se vio  truncada ante la mala experiencia vivida en aquella noche, pese a ello, el extranjero no desmayó en sus sueños y continuó adelante en su negocio.

Segunda generación y sus emprendimientos

Una Casa de Cambios

En el año de 1912 Cuenca ya cuenta con la primera institución crediticia, el Banco del Azuay, cuya accionista mayoritaria  fue Hortensia Mata, mujer adinerada y de gran influencia en el Azuay, factor determinante en la vida económica de la provincia y  que serviría para captar fondos de sus clientes y conceder créditos, además del papel importante en las transacciones del incipiente comercio exterior.

Federico Malo, fundador de la Cámara de Comercio, impulsa la creación de casas de cambio, en la segunda década del siglo pasado.  El concepto de intercambio crediticio enfocado a agilitar operaciones de comercio a través de operaciones bancarias y cambio de moneda extranjera con su equivalente nacional, toma forma.  Y en los cincuenta, Don José Eljuri Chica, instala el almacén de telas, José G Eljuri, que funciona en la esquina de la Calle Bolívar y Benigno Malo. Su visión en los negocios, lo impulsa a más de comercializar rollos de casimires, sombreros “Borsalino” importados de Italia, implementar el negocio de compra y venta de moneda extranjera, en especial del dólar. Era muy común en los años sesenta leer en una pequeña cartelera que “Almacenes José G Eljuri”, exhibía con las cotizaciones del dólar, con relación al mercado mundial, facilitando de esa manera las operaciones de comercio exterior. Práctica que se mantuvo hasta la década de los años setenta.

Un grupo familiar  dedicado al comercio de telas

Para aquella época formaba  parte del comercio cuencano el almacén de telas y casimires, así como de artículos de uso personal importados, de propiedad de doña Raquel Abikaran, libanesa de segunda generación, quien,  emulando y siguiendo la tradición de sus antepasados, ejerció el negocio de venta de casimires hasta la década de los ochenta. El almacén de casimires de  Raquel Abikaran funcionó en la Calle Benigno Malo y Presidente Córdova.

Don Xavier Seade, inmigrante  libanes, casa con la señora Esther Sarmiento, familia de Abraham Sarmiento, primo de Raquel Abikaran Seade.

Llevado por la tradición de vender telas instala un almacén de casimires en la esquina de Bolívar y Benigno Malo. Este caballero libanes fallece muy joven y ninguno de sus hijos, (Julia, Alejandrina, Isabel y Ricardo,)  continuaron con el negocio que había estado en buen camino. Este almacén luego sería de Don Virgilio H. Ruiz, de gran prestigio por importar casimires ingleses.

Es importante mencionar el emprendimiento de la familia Elsidie, que al igual que sus coterráneos, instalaron un almacén de artículos importados, en un local arrendado en el portal del parque central de la ciudad. No se ha sabido que haya descendientes en la ciudad de  Cuenca.

Cuenca, Tercer polo de desarrollo

A inicios de los setenta, el Azuay es considerada zona de excepción gracias a la vigencia de la Ley de Fomento Industrial, decretada en el gobierno de Rodríguez Lara. El espíritu emprendedor de los azuayos, y la visión desarrollista de los gobiernos locales, le ubican a Cuenca como tercer polo de desarrollo del Ecuador. Cada día aparecen inversores locales y nacionales dispuestos a invertir en nuestra ciudad. El crecimiento industrial regional es evidente a los ojos del país entero. El parque industrial de Cuenca aglutina a empresas industriales cuencanas  que están a la par con el resto de las industrias nacionales.

El grupo Eljuri, liderado por Don Juan Eljuri Chica y su familia, se destaca por sus proyectos industriales y comerciales, generando fuentes de trabajo y una gran oferta productiva  que satisface a la demanda local, nacional e internacional e incursionando  también en el sector financiero. En la actualidad es el consorcio empresarial más importante del país y Latinoamérica.

La presencia de los inmigrantes libaneses en Cuenca ha sido importante dentro del desarrollo comercial e industrial de la ciudad. Su mística de trabajo, su empoderamiento en los negocios  y ante todo su adaptación a las costumbres de la tierra que los dio cabida, sin renunciar a su cultura, quizá fue la clave para salir adelante en una ciudad extraña pero generosa con sus visitantes.

Los libaneses que llegaron a Cuenca, no vinieron a pedir trabajo, vinieron para vender telas, baratijas, chucherías e instalar pequeños emprendimientos, siempre respetando las leyes, normas y costumbres de la ciudad que las acogió.


[1] Los Libaneses en el Ecuador ”. Pág. 157. Lois Crawford de Roberts
[2] Los Libaneses en el Ecuador”. Pág. 157. Lois Crawford de Roberts.
[3] “Cuenca y Yo”. Octavio Sarmiento Abad. Pag123.
[4] “Cuenca y Yo”, Octavio Sarmiento Abad. Pág. 124.