Considerad solamente que no es artífice de los males públicos quien los anuncia con el fin laudable de su remedio.
Aún más, dignaos reflexionar que el celo y la sensibilidad son los dos polos sobre los que estriba el sistema racional o, si queréis, el mundo viviente de vuestro observador –ningún encono, ninguna rivalidad, ninguna envidia, ninguna bajeza,- influye en sus designios y pensamientos (…).
Desde luego hemos llegado a un punto que necesita investigaciones prolijas y nada superficiales, y porque la naturaleza y extensión de nuestro periódico ha tocado (…) la continuación de los números siguientes (de Primicias de la Cultura de Quito) dará lugar a la indagación de materias útiles e interesantes de nuestra Patria (…).
El conocimiento propio es el origen de nuestra felicidad (…).
Cualquiera individuo de esta ciudad de todo este reino será admitido al orden de socio supernumerario (del Periódico), con tal de que contribuya con las luces de su talento (…)
Yo, que he meditado ser útil a la Patria de todos modos, he creído que la Providencia ha inspirado el pensamiento de fijar de mi pluma la redacción de los periódicos. Me he propuesto, pues, escribir siempre cosas útiles y que conduzcan, inevitablemente, a la educación pública de Quito. Así los periódicos en medio de su adversidad (…) En nuestra ciudad hay imprenta, impresor, redactor, etc., (…) para destinarlos a la prensa si las materias fueren tratadas con método, estilo claro y conocimiento”.
Es propio de un espíritu fuerte profundizar los asuntos que trata, y no dejarse sorprender por las apariencias.
Uno de sus postulados periodísticos dice: “No es artífice de los males públicos quien los anuncia con el fin laudable de su remedio”. Hoy, más que nunca, tal idea está vigente.