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Planeta igual

Por: Abdón Ibidia
Escritor, Quito (Ecuador)

Los científicos han descubierto, por fin, tras búsquedas incansables por los hondos rincones del universo, un planeta similar a la Tierra. Está situado a 500 años luz de distancia. Quiere decir que, si viajásemos a la velocidad de la luz, algo imposible por ahora, nos demoraríamos 500 años en llegar hasta él. No dudo que el ímpetu loco de los humanos por desconocer todos sus límites, ya les habrá impuesto, a los más audaces, esos viajes como proyectos realizables, mediante naves que, acaso con motores fotónicos, alcancen velocidades cercanas a la de la luz. Con ellas o sin ellas, tales travesías durarían tanto que muchas generaciones, engendradas por los primeros viajeros, serían necesarias para alcanzar ese planeta.

Pero, además, quiere decir que lo que vemos de K-618f, así lo han llamado, ha ocurrido hace 500 años. Entonces, la conexión con los posibles seres pensantes, ya no puede ser simultánea. Porque vivieron en otra época. Como decir, durante el Renacimiento. O sea que fueron contemporáneos de Leonardo da Vinci y compañía.

Una especulación apenas. Porque esos seres nos verían ─teoría de la relatividad mediante─ también retrasados medio milenio con respecto a ellos. Es decir, que nos es posible especular una forma de simultaneidad Inter espacial.

Así, podemos fabular encuentros virtuales con esos seres.

Pero ¿Cómo son ellos?

A pesar de nuestra breve experiencia terrícola, una regla se nos impone: la vida tiene una fuerza de tal magnitud que brota y se expresa volcánica y ubicua de múltiples formas impensables: microbios, aves, peces, gusanos que respiran ácidos sulfúricos y, por cierto, plantas con su flores y follajes que hicieron pensar, a los más sabios, en que hay un espíritu de las formas.

Yo, el oscuro poeta de un país oscuro, me he permitido decir que cada especie y cada ser vivo poseen una inteligencia acorde con su forma. Que la hormiga tiene un cerebro perfecto para ser hormiga y el elefante, uno perfecto para ser elefante ─escribí─. Igual nos pasa a los humanos. Tenemos la inteligencia que corresponde a la forma humana. Y no es inútil recordar lo que dijeron unos sabios rusos: que la forma no es más que la manera de mostrar un contenido. Es decir, que cada forma natural contiene todo lo que está dentro de ella. Todo lo que la compone y la hace posible: su ser íntimo, de individuo.

Digo esto cuando imagino las formas vivas de K-618f, o algún otro planeta, similar a la Tierra. No sé por qué se me vienen a la mente las imágenes estrambóticas de moluscos, medusas y, obsesivamente, mantis religiosas con sus apariencias tan variadas y vistosas. Me cuesta más imaginar vertebrados, pero los admito también.

Entre tantos seres vivos, debe haber alguno que posea una inteligencia capaz de trascenderse, como ocurrió con nosotros. Capaz de pensar su existencia y la del propio universo. Quizá ocurre al revés. Quizá el universo necesite de estos seres pensantes para saber que existe, y que no es solo una materia sorda, una multitud de rocas ciegas.

En las noches de verano, vago solo por las colinas cercanas a mi ciudad hasta el claro de un bosque desde donde puedo contemplar el firmamento rutilante. Sé que es imposible que localice a K-618f, o al mundo que aloja una inteligencia similar a la nuestra. Me basta con saber que existe. Y que alguien nos busca.

Sé que las mismas preguntas lo acuciarán, los mismos porqués y paraqués. La existencia, el sentido, el fin.

Más allá de ellas, con una unción parecida a la de los creyentes, indago en el cielo estrellado y a veces creo percibir algo como una nota musical, quizá un acorde, que no nació de mi mente sino que llega a ella como un clamor ignoto. Entonces, sin pensar en ufologías ni esoterismos de cualquier tipo, sé que es absolutamente real esa empatía, y le dejo hablar a mi corazón de sus soledades y tristezas, de mis difíciles amores y ansiedades profundamente mías, y sé que alguien, del otro lado del universo, me escucha a su manera y me comprende.

NOTA
El dato de K-618f, es absolutamente real, y descubierto por el telescopio Kepler de la NASA, hace unos días.

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