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Quito tiene una gran tradición de Cultura

A raíz de su fundación, junto con los santuarios en que los primeros pobladores elevarían sus plegarias, se crearon escuelas para educar a los indios y descendientes de conquistadores. La más importante fue la de San Andrés, a cargo de los franciscanos “para que en ella sean recogidos y adoctrinados los naturales y los demás pobres mestizos, huérfanos y de cualquier generación que sean y aprendan el arte de la gramática, canto llano y de órgano y a leer y escribir y las oraciones de nuestra santa fe”, según decía el expediente de su fundación. Esta escuela fue más tarde colegio y amplió sus estudios y la enseñanza de las artes útiles. Fue la cuna de la pintura y artesanía quiteña, en la cual centenares de indios y mestizos, crearon con su talento y sus dotes de extraordinaria habilidad artística, lo que más adelante había de llamarse la Escuela Quiteña que hizo el Quito Colonial, con la maravilla de sus templos, cuadros y esculturas.

Los estudios superiores, por ese entonces, estuvieron a cargo de religiosos en sus seminarios, y se limitaban a la Filosofía, Teología, Casuística y Derecho Canónico. Hay que destacar tres instituciones de esta índole que son algo como las raíces de la Universidad Central; son ellas el Seminario de San Luis y las Universidades de San Gregorio y Santo Tomás de Aquino, en orden cronológico. El Seminario se estableció oficialmente en 1594, gracias al dinamismo y sabiduría del cuarto Obispo de Quito, Monseñor Luis López S. Concedía grados de Bachiller, Licenciado, Maestro y Doctor y funcionaba en el mismo sitio que hoy ocupa la Universidad Central.

Más tarde, en 1622, y por autorización del Rey Felipe IV los jesuitas fundan la Real Pontificia Universidad de San Gregorio Magno, en la cual predominaba el espíritu aristocrático y de casta. Esa Universidad adquirió la primera imprenta, y fue decayendo en sus prestigio a partir de 1677, año de la expulsión de los jesuitas, hasta refundirse en la Universidad de Santo Tomás de Aquino, dirigida por los religiosos dominicanos, y que funcionaba desde 1681, con aprobación del Papa Inocencio XI. En esta Universidad se dictaban las cátedras de Retórica, lengua quichua, dos de artes, una de las sagradas Escrituras, una de Medicina, tres de Leyes, tres de Teología y tres de Gramática. González Suárez se expresa así de esta Universidad: “Honra que nadie puede discutir a los dominicos, es el haber sido ellos quienes dieron impulso a los estudios, con la fundación de las cátedras de Cánones y de Jurisprudencia Civil, que hasta entonces no se habían establecido en la capital de la Colonia. Ellos fueron los primeros en reconocer cuán necesaria era la fundación de cátedras de matemáticas en los Colegios”.

Funcionaron, pues, en Quito, durante aproximadamente un siglo, dos Universidades: la una dirigida por los jesuitas y la otra, por los dominicos. La emulación y disputa entre unos y otros fue un estímulo para que cada Institución procurara superar a la otra; pero, a la vez, produjo graves disputas y rivalidades, en tal forma que hubo de intervenir el Rey de España y el Consejo de Indias.

La Cédula Real del 9 de julio de 1769, declara extinguida la Universidad de San Gregorio y se crea la Junta de Aplicaciones de Temporalidades, encargada de organizar una Universidad Oficial. Esa Junta acuerda el 23 de agosto de 1776, el traslado de la Universidad de Santo Tomás, con todas sus rentas y posesiones, al Seminario de San Luis, y el Rey aprueba esa decisión el 4 de abril de 1786, mediante Real Orden, en la cual se dispone “que la dirección y gobierno de la Universidad se formalicen por lo que se observa en las Capitales de México y Lima, según lo dispuesto en el Título 22, Libro Primero de las Leyes de Indias, alternando al Rectorado a elección del Claustro entre Eclesiásticos y Seculares, para que de este modo sea la Universidad verdaderamente pública, y acudan con libertad los que se apliquen a Estudios sin preferencias de Escuelas, ni sistemas, pues solo debe haber la del mérito y aprovechamiento de los que regían en las dos Universidades de Santo Tomás y San Gregorio, para reformarlos o mantenerlos, como se considere conveniente”.

Se ordena “que sirva para el destino de la Universidad, el mismo edificio de la Santo Tomás o el de San Luis, según fuere más acomodada su situación, debiendo denominarse del Santo Doctor, en memoria de la que estuvo a cargo de la Religión de Santo Domingo, a cuyos individuos, y especialmente a sus Prelados se les concederán las sanciones y privilegios correspondientes como primitivos fundadores”.

Que se incorporen y reúnan las Cátedras de ambas Universidades, dejándola por ahora en las facultades para que se fundaron, hasta tanto que se dé providencia sobre el arreglo general de Estudios, y todas se den, después de que hayan vacado por oposición en el más benemérito, sufragando con sus votos los Catedráticos, además los Graduados en aquella a que perteneciere la vacante con privilegio perpetuo de Catedrático para el voto en el principal Prelado de la Orden de Santo Domingo, aunque no obtenga Cátedra, ni Grado.

Las cátedras que se dictaban en la Universidad fueron las siguientes; según el Plan de 1791; Gramática y Retórica Latina y Castellana, Filosofía, Geometría, Álgebra y Doctrina Cristiana, Historia Eclesiástica y Civil, Teología y Cánones, Jurisprudencia Española e Indiana, Derecho Romano, Derecho Público y Economía Política y Medicina. Solemnes y pintorescas son las ceremonias prescritas por los Estatutos para apertura de cursos, grados y otros actos universitarios importantes. Cada grado de Bachiller, Licenciado o Doctor, tenía su ceremonia especial.

 Alfredo Pérez Guerrero, 1952

Lo aquí publicado corresponde  a un fragmento del  artículo «Biografía y símbolo de la Universidad de Quito» presentado en la Revista Anuales de la Universidad Central del Ecuador. LXXX, 333-334 (1952) 7-20

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