Cada cinco años la colección titulada Informe de la UNESCO sobre la Ciencia actualiza la situación de la ciencia en todo el mundo.
Esta última edición ofrece un panorama global de las principales novedades y tendencias en la investigación científica, la innovación y la educación superior en todo el mundo desde la publicación del Informe 2005. Como sus predecesores, el Informe de la UNESCO sobre la Ciencia, 2010 está redactado por un equipo de expertos independientes, cada uno de los cuales examina su país o región de origen.
Las conclusiones que a continuación les presentamos, corresponde al resumen del primer capítulo del Informe de la UNESCO sobre la Ciencia, 2010.
Conclusiones
Dicen los autores del resumen del primer capítulo del estado actual de la ciencia en el mundo:
En primer lugar y ante todo, sigue llamando la atención la disparidad en los niveles de desarrollo entre países y regiones. En 2007 se calculaba que la renta per cápita en los Estados Unidos era en promedio 30 veces mayor que en el África subsahariana. Las diferencias en las tasas de crecimiento económico se han agravado con el paso de los años, conduciendo a un fenómeno de “divergencia en grande” entre los niveles de renta de países ricos y pobres en el último siglo y medio. A finales del siglo XIX, por ejemplo, se consideraba que Nigeria sólo estaba una década por detrás del Reino Unido en cuanto a desarrollo tecnológico. El origen de esta divergencia en el crecimiento económico se puede hallar en los niveles dispares de inversión en conocimiento a lo largo de periodos dilatados. Todavía hoy, los Estados Unidos de América invierten más en I + D que los demás países del G-7 juntos. También cuatro de cada cinco de las mejores universidades del mundo se encuentran en suelo estadounidense.
Durante el decenio pasado se ha alterado ese panorama, en gran medida gracias a la proliferación de las TIC digitales, que han hecho que se pueda acceder al conocimiento codificado desde todo el mundo. Es verdad que algunos de los primeros recién llegados, como la República de Corea, han experimentado desde el siglo XX un acercamiento progresivo e incluso un adelantamiento con respecto a otros países, al desarrollar primero su capacidad industrial y después su ciencia y su tecnología. Pero otros, como China, el Brasil o la India, han iniciado un nuevo proceso de convergencia por tres vías, simultáneamente en las esferas industrial, científica y tecnológica.
El resultado es que en los últimos cinco años, el periodo tratado en el presente Informe de la UNESCO sobre la Ciencia, se ha empezado realmente a cuestionar el liderazgo tradicional de los Estados Unidos. La recesión de la economía mundial ha acelerado el proceso, aunque todavía sea demasiado pronto para que los datos lo reflejen plenamente. Los Estados Unidos han salido más perjudicados que el Brasil, China o la India, lo que ha permitido a estos tres países avanzar más deprisa de como lo habrían hecho en otras condiciones. Además, y según se pone de relieve en los capítulos dedicados a China y la India, parece inminente una ruptura estructural en la pauta de la contribución del conocimiento al crecimiento a nivel de la economía mundial. Reflejo de ello es también la llegada al escenario mundial de grandes empresas multinacionales nacidas en países emergentes, que están entrando en una amplia gama de sectores, desde las industrias maduras como la siderurgia, la fabricación de automóviles y los bienes de consumo, hasta las industrias de alta tecnología como la farmacéutica y la aeronáutica. Cada día es más frecuente que las empresas de esas economías emergentes se valgan de fusiones y adquisiciones transfronterizas para hacerse con conocimientos tecnológicos de un día para otro.
En tercer lugar, el aumento del caudal de “conocimiento mundial”, que representan las nuevas tecnologías digitales y los descubrimientos en las ciencias biológicas o las nanotecnologías, está brindando extraordinarias oportunidades a los países emergentes para que alcancen niveles más altos de bienestar social y productividad. Es en este sentido como hoy el viejo concepto de brecha tecnológica se puede considerar una bendición para las economías que cuentan con capacidad de absorción y eficiencia suficientes para permitirles explotar su “ventaja de atraso relativo”. Los países rezagados pueden crecer más deprisa que los líderes tecnológicos de la primera hora, aprovechando la reserva de tecnologías no explotadas y beneficiándose de menores niveles de riesgo. Ya están consiguiendo ahorrarse las costosas inversiones en infraestructura que movilizaron las finanzas de los países desarrollados en el siglo XX, gracias al desarrollo de medios inalámbricos en las telecomunicaciones y la educación (vía satélite, etc.), la energía (generadores eólicos, paneles solares, etc.) y la sanidad (telemedicina, escáneres clínicos portátiles, etc.).
También otros factores ofrecen ventajas únicas en cuanto al aumento de los conocimientos. Una buena ilustración es la rápida expansión de la mano de obra muy cualificada en China y la India, entre otros países; los numerosos trabajadores excedentes en la agricultura y el pequeño comercio; la ganancia relativa en la sustitución de equipo obsoleto por tecnologías de última generación, y los efectos indirectos de la inversión en nuevas tecnologías.
El reconocimiento de la importancia de la adquisición de conocimiento es un elemento común en todos los capítulos. En Bangladesh, por ejemplo, la ingeniería ligera está dando productos de sustitución de las importaciones que crean empleo y reducen la pobreza. Las tecnologías endógenas se aplican a la producción de transbordadores, centrales eléctricas, maquinaria y repuestos. Pero Bangladesh está desarrollando también un sector de alta tecnología, el de los fármacos. Ahora su autosuficiencia en la producción de fármacos llega al 97%, e incluso los exporta a Europa.
En cuarto lugar, cada vez está más extendido el reconocimiento de que lo que cuenta a la hora de trazar una estrategia de crecimiento acertada, como se vio en el Gráfico 5, es la “congruencia” sistémica entre los diferentes componentes de conocimiento del sistema de innovación. En muchos países de rentas básicamente medias y altas se está produciendo un claro desplazamiento de la política de ciencia y tecnología a la política de ciencia, tecnología e innovación. El efecto que esto produce es apartar a los países del planteamiento lineal que empezaba por la investigación básica y acababa en la innovación, hacia conceptos de la innovación más complejos y sistémicos. La colaboración entre la universidad y la industria, los centros de excelencia y la financiación de investigación competitiva son tres fórmulas que los países que aspiran a incrementar su capacidad en materia de CTI están adoptando cada vez más. Sin embargo, como ilustra el capítulo dedicado al Japón, no es fácil impulsar esos cambios. En una época en que la influencia mundial del Japón en I + D se debilita, el autor de ese capítulo sostiene que las políticas “importadas” que acabamos de citar pueden haber sido perjudiciales para el sistema académico existente en el Japón, favoreciendo a las mejores instituciones en detrimento de otras a las que se ha dejado quedarse atrás. Es verdad que, de vez en cuando, las políticas “importadas” entran en conflicto con las políticas “autóctonas”. Para complicar aún más las cosas, incluso países que han incorporado a sus políticas de CTI esa congruencia sistémica tienden todavía a subestimarla en el conjunto de sus políticas de desarrollo.
En quinto lugar, dentro de las políticas de CTI se hace cada vez más hincapié en la sostenibilidad y las tecnologías ecológicas. Esa tendencia se encuentra prácticamente en todos y cada uno de los capítulos del Informe de la UNESCO sobre la Ciencia, incluso en partes del mundo que en general no se caracterizan por un gran esfuerzo en materia de CTI, como los Estados árabes y el África subsahariana. Lo dicho vale no sólo para la investigación sobre energías limpias y clima, sino también para las repercusiones en las fases iniciales de la ciencia y tecnología. La ciencia y la tecnología espaciales, por ejemplo, están creciendo rápidamente en muchos países emergentes y en desarrollo. Empujados por la preocupación por el cambio climático y el deterioro del medio ambiente, los países en desarrollo tratan de ejercer una vigilancia más rigurosa de su territorio, a menudo mediante la colaboración Norte-Sur o Sur-Sur, como en el caso del Brasil y China para el diseño de satélites de observación terrestre, o mediante proyectos como Copérnico-África, en el que colaboran la Unión Africana y la Unión Europea. Al mismo tiempo y como es lógico, la ciencia y la tecnología espaciales se están poniendo al servicio de la creación de infraestructuras de TIC de uso inalámbrico en la sanidad, la educación y otras esferas. La investigación relacionada con el cambio climático ha pasado a ser una prioridad en materia de I + D, cuando estaba casi totalmente ausente del Informe de la UNESCO sobre la Ciencia, 2005. Como comentario sobre las políticas en términos generales, hoy sería razonable sostener que las regiones o naciones rezagadas siempre harán bien en mejorar su capacidad de absorción y eliminar cualquier tipo de “barreras” que impidan la divulgación positiva de tecnologías procedentes de las economías líderes al respecto, ya sean del Norte o del Sur.
Por último pero no menos importante, es evidente que hoy día las políticas nacionales de CTI se enfrentan a un panorama mundial radicalmente nuevo, en el que el énfasis en las políticas territoriales se ve sometido a fuertes presiones. Por una parte, la abrupta caída del coste marginal de la reproducción y difusión de información ha conducido a un mundo en el que las fronteras geográficas son cada vez menos importantes para la investigación y la innovación. La acumulación y la difusión del conocimiento pueden producirse a un ritmo más rápido, englobando a un número creciente de nuevos participantes y constituyendo una amenaza para las instituciones y posiciones establecidas. Esa tendencia globalizadora afecta a la investigación y la innovación de diversas maneras. Por otra parte, y contra lo que afirma un razonamiento que quizá sea algo simplista, la globalización no conduce a un mundo plano, en el que las brechas en las capacidades de investigación e innovación entre países y regiones se reducen constantemente. Por el contrario, si bien hay indicios claros de que se está produciendo una concentración de la producción del conocimiento y de la innovación en una diversidad de países más amplia que antes en Asia, África y América Latina, ese conocimiento está creciendo a un ritmo muy diferenciado dentro de los países.
Nota del Editor: Estas conclusiones han sido elaboradas por Hugo Hollanders y Luc Soete, autores del resumen del primer capítulo del estado actual de la ciencia en el mundo.
El equipo de la División de Política Científica y Desarrollo Sostenible de la UNESCO que ha producido el Informe de la UNESCO sobre la Ciencia, 2010, es el siguiente:
Directora de la publicación: Lidia Brito
Editora: Susan Schneegans
Asistente administrativa:Sarah Colautti
El Informe de la UNESCO sobre la Ciencia, 2010 se puede consultar en el siguiente enlace: Click aquí
Fuente: UNESCO