Los zoológicos y acuarios de todo el mundo acogen cada año más de 700 millones de visitantes. Hoy estos centros no solo ofrecen diversión, como hace un tiempo, sino que contribuyen a la preservación de la biodiversidad con programas de conservación, educación e investigación. Sin ellos, muchos animales varados o malheridos en estado salvaje no podrían ser salvados.
Adeline Marcos | 15 abril 2019
Chelo Rubio, veterinaria y coordinadora de investigación de la Fundación Oceanogràfic, en la piscina de las belugas. / Fundación Oceanogràfic
Desde el otro lado del cristal, un grupo de niños observa a un delfín sumergirse en el agua de una piscina. El mamífero gira, revolotea, salta a la superficie del tanque y sigue las instrucciones de su entrenadora en busca de una recompensa.
Esta imagen, que se repite en la mayoría de los acuarios de todo el mundo, no complace a todos. Los delfinarios son considerados grandes jaulas que impiden el bienestar de los mamíferos marinos. Francia, Inglaterra e incluso la ciudad de Barcelona ya han iniciado el desmantelamiento de estas instalaciones. Pero, ¿y si no todo es entretenimiento?
“Al millón de visitantes que hay cada año con el show de delfines en el Oceanogràfic se le explica que si te encuentras un animal varado hay que llamar al 112 para que vayamos a rescatarlo. Eso es en realidad lo que se llevan a su casa. Esa llamada puede hacer que lleguemos a tiempo y podamos salvar al animal”, explica a Sinc Chelo Rubio, veterinaria y coordinadora de investigación de la Fundación Oceanogràfic en Valencia.
Junto al equipo de investigadores del centro, Chelo se dedica a estudiar los animales en cautividad para entender mejor a los ejemplares salvajes. Sus trabajos están directamente relacionados con la conservación de especies. De hecho, “esa es su premisa”, cuenta a Sinc frente a la piscina de los únicos tres ejemplares de beluga en cautividad en Europa.
“En realidad lo que hacemos es extrapolar lo que encontramos en los animales cautivos con los animales salvajes. Ese es nuestro principal objetivo”, concreta la científica. Los parques y centros zoológicos no tienen nada que ver ahora con lo que eran hace diez o quince años, asegura.
Nuevos centros de investigación
Los zoos y acuarios se han convertido en organizaciones que participan activamente en la conservación de la biodiversidad. Existen diferentes asociaciones nacionales, europeas y mundiales como la European Association of Zoos and Aquaria (EAZA) –a la que pertenece el Oceanogràfic– o la World Association of Zoos and Aquariums(WAZA) que reagrupan muchos de estos centros, acreditados por sus programas de conservación, iniciativas de educación y cuidado de los animales.
Ejemplo de ello son los trabajos de investigación realizados por los 228 miembros de la Asociación de Zoológicos y Acuarios (AZA), una organización sin ánimo de lucro fundada en 1924 en EE UU, que han permitido publicar 5.175 artículos científicos entre 1993 y 2013, según el primer trabajo que cuantifica la labor de zoos y acuarios en la actividad investigadora. La mayoría de los estudios estaba relacionada con las áreas de Zoología y Ciencias Veterinarias.
En la Fundación Oceanogràfic, la doctora Chelo Rubio lidera una investigación pionera para determinar biomarcadores y se centra en el estudio de la inmunidad en delfines con un objetivo: la medicina preventiva. Los científicos necesitan conocer cuáles son los niveles normales del estado de salud de los animales para asegurar la supervivencia de los delfines varados.
“La fundación se encarga de los varamientos y de cualquier emergencia relacionada con un animal marino en la Comunidad Valenciana, y es la misma institución la que coordina los trabajos”, explica a Sinc Oriol Talló, veterinario e investigador en bienestar animal en el Centro de Educación en Bienestar de Animales de Zoológico (ZAWEC) de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) que colabora con el Oceanogràfic.
Cuando los animales llegan a la costa están tan enfermos que solo con el manejo –que les genera mucho estrés– pueden morir. Si sobreviven, suelen presentar infecciones y estar inmunodeprimidos. Por eso, Rubio trata de demostrar el origen de esta inmunodepresión, asociada al estrés en el caso de los humanos, con los cetáceos que están en cautividad, que se convierten en “centinelas del mar”. “Así se pueden tener muestras de control que se pueden comparar con las que llegan de los varamientos”, añade Talló.
La investigadora analiza los telómeros, situados en el extremo del cromosoma, que van acortándose de manera normal a lo largo de la vida. “En humanos se ha encontrado que estos telómeros están más acortados que lo que tocaría para tu edad si sufres depresión crónica o si has sufrido maltrato en la infancia. Nosotros intentamos correlacionarlo con los delfines”, aclara Rubio.
Lo primero que los científicos deben saber es el tamaño normal del telómero para cada edad. De los 16 delfines con los que cuenta el Oceanogràfic, solo se conoce la edad exacta de algunos. “El estudio es a largo plazo”, confiesa la veterinaria, que requerirá de la colaboración de otros acuarios y de mucho tiempo porque la muestra, a pesar de todo, es pequeña para conseguir la cantidad de datos suficiente.
“Si ya tenemos difícil realizar estas investigaciones en animales que conocemos de años, imagina intentar desarrollar indicadores de bienestar, de impacto de contaminantes, o de cambio climático en animales salvajes que no podemos ni pesar, y de los que apenas se sabe el sexo o si es una cría. Es imposible”, zanja el investigador y doctor de la UAB.
Zona geográfica: Comunidad Valenciana
Fuente: Agencia SINC
Adeline Marcos es periodista especializada en medio ambiente. Redactora del área de ciencias naturales en SINC