El informe del ex CONEA sobre el estado de la educación superior en el Ecuador, y que tanto revuelo causó en el 2009, señala entre otras cosas: «Como se ha evidenciado en la evaluación, existen graves problemas ligados a la docencia universitaria. Esto involucra la formación académica e investigativa de las y los profesores; la pertinencia de dicha formación con la cátedra universitaria y la actividad investigativa; la dedicación, tanto en términos de horas semanales destinadas a estar frente a una clase, como en actividades académicas no docentes (dirección de tesis, tutorías, desarrollo de materiales de cátedra, participación en proyectos de investigación y programas de vinculación con la colectividad, etc.)… «.
El ex CONEA también menciona las regulaciones respecto a la estabilidad, los derechos y deberes de los docentes y su evaluación permanente por parte de las autoridades y los estudiantes; los esquemas categoriales y remunerativos que fomenten y promuevan el desarrollo pleno de la carrera académica; y la política de promoción y ascensos.
Como se ha visto, enfatiza, estos elementos presentan en las universidades y escuelas politécnicas del país una diversidad de concepciones y formas de aplicación. El docente es entendido y, por tanto,valorado desde múltiples y contradictorios “puntos de vista” que terminan rompiendo la idea de la docencia universitaria como comunidad científica, profesional y artística con autoridad, reconocimiento, legitimidad y debida protección en su medio.
Por ello, agrega, resulta urgente empezar a trabajar en el desarrollo de un sistema único de carrera del/a docente e investigador/a que pueda integrar estos elementos y otros relevantes para el desarrollo de la trayectoria académica de las y los profesores y que, al mismo tiempo, funcione como verdadero motor y estímulo del avance científico. Un sistema que pueda establecer reglas mínimas y comunes, a las que luego podrán sumarse las particularidades de cada casa de estudio.
Nadie puede dudar –concluye- que las y los profesores son un componente ineludible del cambio progresista de la universidad ecuatoriana. Sin ellos nada es posible. Por eso, una de las prioridades debe ser trabajar en este sistema, no solo para resolver el flagrante problema de la precarización laboral aquí diagnosticado, sino, fundamentalmente, para iniciar el proceso de “revalorización” de la figura del/a docente e investigador/a universitario como actor de cambio social.
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