La educación musical en Guayaquil de espaldas al siglo XXI

(Música Popular vs Música Clásica)

Por: Freddy Russo

La música popular del continente americano desarrolló importantes industrias en el siglo XX. Por un lado, el blues, jazz, rock and roll, rythm & blues, soul, funky, jazz latino y la salsa en Norteamérica; y por otro, el son, la guaracha, pasillo, bolero, merengue, mambo, calipso, reegae, tango, samba y la bossa nova en América Latina, impulsaron a gigantescas industrias como las siguientes: 1. Discográfica (discos de carbón, plástico, cassttes, CD y video- musicales); 2. La industria de los aparatos de sonido y amplificación (radios, televisores, vhs, dvd, grabadoras, walkmans, amplificadores de todo tipo, etc.). 3. La industria de instrumentos musicales (guitarras eléctricas (**), bajos, saxofones, flautas, baterías, pianos eléctricos, etc.) 4. La luminaria (luces para todo tipo de espectáculos). 5. La industria gráfica (periódicos, revistas, partituras, enciclopedias y libros especializados en biografías de compositores y músicos). 6. La industria del entretenimiento (discotecas, salsotecas, pubs, café concert y otros escenarios donde las presentaciones de artistas han sido constantes).

Todo este conglomerado de industrias han generado ganancias por miles de millones de dólares y lo que es más, proporcionaron plazas de trabajo a millones de personas en el siglo pasado. Esto demuestra que la música popular representa un rubro importantísimo para la economía de cualquier país, en especial en el campo del entretenimiento y de el desarrollo del turismo. En Guayaquil solo una pequeña industria discográfica: Ifesa de J.D. Feraud Guzmán, nació con la proliferación del pasillo en la década de los 60 y 70 en el siglo pasado, en meses pasados, quebró.

Guayaquil que se proyecta al siglo XXI, como una ciudad moderna y de gran desarrollo turístico, no puede seguir relegada al desarrollo económico-musical como ha estado hasta ahora. Y esto por dos razones: La primera, la educación musical en los centros especializados para este fin, como son los Conservatorios, continúan dando las espaldas a la música popular. Es decir, estos Institutos de música “clásica” europea, como sus nombres lo indican: Antonio Neumane, Rimsky Korsakov, Federico Chopin, Sergio Ramaninof, etc. Con sus métodos vetustos de los siglos XIX y principios del XX, continúan alejando a sus alumnos con adjetivos equivocados, diciéndoles que se trata de una música “vanal”, “vulgar” y “simplista”. Estos profesores seguirán teniendo una enrome culpabilidad por omitir lo propio, por dejar de lado nuestra identidad sentimental como ecuatorianos, como latinoamericanos y americanos. Esta posición equivocada significa enfrentarnos a nuestra realidad con preconceptos y prejuicios. No querer reconocerlo como propio, tan solo despreciarlo como música “vanal”, “vulgar” es perder la identidad, es negar la posibilidad de superar lo real por lo ideal. Cuando tratamos sobe la música popular, no podemos asumir el asunto como ajeno, como un “extranjero en nuestro propio continente”, porque eso es hacer el papel de loco manso autodestructivo y angustiado; del colonizado (europeizado) que no se ve. Eso es utilizar el lenguaje musical no solo para expresarse sino para desaparecerse. Y la segunda razón, que es aún más grave, es que con esta posición les impiden a los alumnos ganarse la vida como músicos útiles, para conformar tríos de jazz, quintetos de son, grupos de rock y orquestas de salsa, para que robustezcan la competitividad contra los grupos foráneos que vienen y se llevan el dinero a manos llenas, cada vez que hay las fiestas julianas u octubrinas.

Música es música y no solo es música la que se toca con frac en teatros elegantes y con púbico “culto”. La música forma parte de la industria del entretenimiento y del turismo, y lo que menos existe en Guayaquil, con nuestros artistas, es eso. El pasillo, pasacalle y amorfino están en peligro de extinción. ¿No está nuestra música popular en agonía? Todo indica que sí, a no ser por unos cuantos “Festivales del Recuerdo” que se realizan esporádicamente.

En los Conservatorios de Música –verdaderas tumbas de la inspiración- solo les ilusionan a los educandos para ocupar una silla en algunas orquestas sinfónicas, las mismas que ya están todas ocupadas. Estos institutos continúan formando músicos frustrados, siempre aferrados a una enseñanza académica, rígida, apegada a la repetición rigurosa de partituras de compositores europeos de los siglos XVIII y XIX. Además, siguen perpetuando cánones vetustos. En todo el tiempo de existencia no han producido ni un solo compositor, cantante o artista que haya ganado un premio a nivel mundial, peor un Premio Grammy. No han producido un solo artista que haya vendido más de 200.000 discos ¿Tiene alguno de esos institutos –privados o públicos- la intención de formar alguna orquesta de entretenimiento, capaz de competir con el Grupo Niche de Colombia o el Gran Combo de Puerto Rico ?No, ni de lejos. ¿Existe la intención en el Conservatorio Antonio Neumane de formar una Gran Orquesta de música popular capaz de dar servicios para las distintas festividades de la ciudad? No. ¿Verdad? Sin embargo, directores, funcionarios, profesores, miran de manera cómplice, cómo se llevan a manos llenas el dinero –dolarizado-, empresarios, artistas y cantantes de otras latitudes. Se van felices con los bolsillos llenos, dejando nuestra economía más debilitada. Es más, los pocos artistas y cantantes nacionales que subsisten, no son tomados en cuenta como figuras principales, sino de relleno en las ferias internacionales como la de Durán.

Por otro lado, la música clásica hace más de 30 años que dejó de ser rentable, los discos se venden en oferta de 3 por 10 dólares y nadie los compra. Señores educadores de música clásica o académica europea, no miren la realidad con el telescopio al revés, para ustedes lo más cercano es lo más lejano.

En conclusión, la balanza se inclina en favor de la música popular, tanto en lo económico como en lo creativo. Si en Guayaquil, los Conservatorios persisten en guiar a sus alumnos hacia el pasado estéril de la música clásica, nuestra ciudad estará condenada al saqueo económico por parte de empresarios, artistas y cantantes de otras latitudes; y lo que es más penoso, a negar el futuro profesional a cientos de alumnos que verán sus ilusiones artísticas frustradas.

*Freddy Russo es un investigador italo-ecuatoriano. Doctor en Ciencias Filosóficas, especializado en Estética y Música.

** Solo en la década de los años 60 y 70 se vendieron y exportaron más de 5.000.000 de guitarras eléctricas en Estados Unidos y el continente americano.

Este artículo fue tomado de la Revista PODIUM Nº 6, febrero 2006, de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo.

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