Alimentos, vituallas, medicinas y ropa son algunas de las donaciones que la ciudadanía entregó a la Universidad Andina Simón Bolívar desde el 8 de octubre. Funcionarios, profesores, estudiantes y personal de servicios de esta casa de estudios participaron activamente en la atención humanitaria a comunidades indígenas que llegaron a la capital para exigir la derogatoria del Decreto Ejecutivo 883 que liberó los recios de los combustibles.
“La academia no es solo libros y palabras; es sobre todo humanidad, y con esa misión cumplió la Universidad”, expresó Virginia Alta, secretaria general de la Universidad Andina.
Informó que un promedio de 600 personas de las comunidades Otavalos, Cayambis, Panzaleos, Cotacachis, Chibuleos, Puruhaes y Shuar fueron acogidas durante estos días, en espacios determinados del campus.
Estudiantes y profesores de varias áreas académicas estuvieron presentes, junto a los presidentes de las asociaciones de docentes, funcionarios, y estudiantes, además de profesores del Programa Andino de Derechos Humanos, recalcó.
Adicionalmente, funcionarios administrativos se organizaron para clasificar las donaciones, preparar y servir alimentos para las personas acogidas, además de arreglar los espacios para que pudieran dormir durante la noche. Se priorizó la atención a mujeres y niños; los estudiantes del doctorado en Salud Colectiva, Ambiente y Sociedad, dieron atención prioritaria en salud.
“Me siento orgullosa de que la Andina los haya acogido en estos días de crisis, brindándoles acogida humanitaria y solidaria, atendiendo con cobijo y alimentación caliente”, subrayó Virginia Alta.
Silvana Ayala, funcionaria de la Universidad comentó que a las 05:30 horas empezaba el movimiento en la cocina del comedor de la Universidad. “De las personas que pudimos llegar para colaborar, unas preparábamos la alimentación, otras recibían donaciones y otras las clasificaban: ropa, alimentos, medicinas, artículos de higiene. Fueron días muy intensos”, enfatizó.
Dijo que la Universidad Andina recibió una gran cantidad de pan, incluso mayor de lo que se necesitaba. Ángel Castro, junto con otros funcionarios, llevó el pan como donación a la cárcel de Quito.
Otras donaciones que se direccionaron fueron los dulces, chocolates, pañales, que se envió a la Casa de la Cultura, puesto que en ese espacio se albergaba la mayor cantidad de niños.
De esta manera, la Universidad Andina fue un espacio de acopio para donaciones, y zona de acogida humanitaria, siendo fiel a sus principios de defensa de derechos humanos, sobre todo, con las comunidades cercanas en su quehacer académico y de vinculación con la sociedad.
En un comunicado de la Asociación de Funcionarios y Empleados se manifestó: “Nuestra universidad tomó la decisión acertada de constituirse en un espacio de paz y de atención solidaria a nuestros compañeros de los pueblos y organizaciones indígenas, en consonancia con su trayectoria histórica de cercanía, compromiso y acompañamiento del mundo académico con las organizaciones sociales populares”.
Para Virginia Alta, es importante agradecer al rector César Montaño Galarza, “quien personalmente lideró esta iniciativa, así como al equipo que trabajó incansablemente en estos días”.
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