Por: Mg. Luis Ernesto Pardo Rodríguez
Universidad de La Salle (Colombia)

Los estudiantes son la razón de ser de los profesores,
hacen parte de su proyecto de vida porque de manera mancomunada
construyen y reconstruyen sus conocimientos a lo largo de la vida.

La formación de personas desde el aula de clase es un desafío para los profesores. Privilegiar la formación en valores significa forjar las bases para un mejor futuro en que se superen las diferencias socioeconómicas, políticas y culturales, siempre pensando en la consolidación de una sociedad más justa, equitativa e igualitaria. Ello implica, concientizar a los estudiantes sobre como sus acciones individuales afectan la realidad social, teniendo como consecuencia dificultades en la construcción de una sociedad sostenible, a lo cual se integran temas de salud, educación, economía, empleo, y esto se refleja desde grandes consecuencias como la segregación social o económica. A su vez, las acciones como individuos impactan su contexto natural directo: el uso indiscriminado de combustibles fósiles, el consumo y uso indiscriminado e irresponsable de productos contaminantes, el gasto de recursos naturales no renovables, ya que todas estas acciones se reflejan en las catástrofes provocadas por el calentamiento global. Todo ello como consecuencia de una sociedad construida por individuos indolentes e indiferentes

En la cotidianidad del aula el profesor transmite información a sus estudiantes, discute sobre temas de actualidad que afectan al planeta, los países y las profesiones. De allí surgen interrogantes que guían los procesos de enseñanza y aprendizaje en el mismo espacio: ¿Cómo hace para que sus clases estén acordes con la realidad? La respuesta a esta pregunta implica pasión, vocación y proyecto de vida. El amor con que se hacen las cosas marca un recorrido en la vida de los seres humanos, no en vano, se privilegia el respeto, el afecto y la dedicación en la práctica pedagógica. ¿Cómo es el diálogo con sus estudiantes? El diálogo requiere persistencia, continuidad y tenacidad que favorezcan la confrontación de posturas frente a los temas de interés académico e intelectual, la resolución de inquietudes y las tareas que implican a futuro el descubrimiento de nuevos aconteceres. ¿Qué estrategias didácticas se establecen? las estrategias didácticas parten de la necesidad de fortalecer los contenidos y la apropiación de información para la creación y/o recreación de nuevo conocimiento. De esos momentos fraternos surgen reacciones, propuestas o tan solo una tímida apropiación de saberes para cumplir con las exigencias básicas de cada asignatura.

El profesor posee habilidades especiales que lo hacen imprescindible en la sociedad actual, la comunicación permanente con sus estudiantes, el reconocimiento de las competencias del otro como sujeto ávido de reconocer nuevos contenidos, de construir sus propios conocimientos, de distinguir autores que transformen su forma de pensar y le permitan consolidar su aprendizaje. Desde siempre, la figura del profesor constituye un baluarte en la sociedad, se le reconoce como formador de personas, más allá de transmitir conocimiento disciplinar e interdisciplinar, fomenta el trabajo en equipo, privilegia la autonomía, el autoaprendizaje, el reconocimiento de la capacidad de los estudiantes mediante la asignación de roles en el trabajo académico e investigativo que motivan la participación individual y colectiva para la consolidación de los proyectos integrales de aula.

¿Cuáles conocimientos impartidos en el aula o fuera de ella son útiles en el contexto profesional, laboral, social y personal? Deben potenciarse las competencias básicas de los estudiantes como lectura, la escritura, informacionales, composición de escritos académicos, elaboración de productos multimedia, la incursión en el ámbito del diseño y producción de piezas y representación gráficas de conocimiento. Todo un mundo por explorar y aplicar en los productos académicos a partir de la integración de competencias básicas y competencias específicas relacionadas con la búsqueda de los estudiantes como profesionales. La intelectualidad de los profesores y estudiantes se complementa con la información externa, aquella que se encuentra por medios tradicionales de comunicación masiva que tienen que ver con la actualidad política y socioeconómica de una zona específica, temas que emergen como parte de la opinión pública; también por medio de nuevos medios de comunicación integrados a nuevas tecnologías, que permiten la comunicación y transmisión directa de información de dos o más individuos localizados en diferentes lugares del mundo.

El profesor es un modelo o un antimodelo en la jerarquía social y académica, las relaciones en el aula de clase provocan retos, tensiones y caminos por recorrer que se representan con acuerdos y desacuerdos. El profesor modelo es mentor, tutor o consejero que trasciende en la vida de sus estudiantes, que configura formas de: pensar, actuar y la proyección de un mundo mejor. El profesor antimodelo es aquel personaje que no despierta afecto o disposición por parte de sus estudiantes, tan solo evocaciones o recuerdos superficiales que se diluyen en el tiempo. A manera de síntesis, vale la reflexión sobre el reconocimiento del profesor como una persona que guía el aprendizaje autónomo desde procesos de enseñanza significativos que permitan a los estudiantes comprender el aprendizaje como motivo de evolución individual, familiar y colectivo para ser ante todo mejores personas en una sociedad desprovista de ciudadanos educados que gestionen el cambio para la transformación social.

El profesor manifiesta confianza en sus estudiantes, parte de sus propias debilidades y fortalezas, expone su carácter de sujeto perfectible en constante crecimiento. La enseñanza es un acto de reconocimiento, de respeto por los estudiantes para potenciar en ellos las competencias, habilidades, destrezas y actitudes que los convertirán en sujetos íntegros. El aprendizaje, de manera particular, en lectura, escritura e investigación requiere de paciencia infinita por parte del profesor, la revisión de los avances de un escrito académico, de un proyecto integral de aula, generan diversas sensaciones: evolución o estancamiento, motivación o desmotivación, descubrimiento u ocultamiento, tolerancia o desesperación, sentimientos de frustración que generan en cada aprendiz, incluido el profesor, oportunidades de madurez personal y profesional.

El principio fundante de todo profesor es el dominio de los temas de sus asignaturas y la capacidad para transmitir esos saberes construidos de la mejor manera posible. Pero más allá del dominio de los contenidos de una asignatura, se requiere un profesor que estimule, que provoque las ganas de aprender, de confrontar ideas, de comprender e interpretar la postura de grandes autores y corrientes de pensamiento, de concretar sus propios saberes, sin olvidar la responsabilidad frente a los deberes y el sentido ético de la realidad social. Aunado a lo anterior, se requiere con urgencia la formación del pensamiento crítico para discernir frente a la cantidad exponencial de información que se recibe a diario de los diferentes medios de comunicación masiva nuevos o tradicionales con el propósito de aprehender datos útiles, información veraz para la toma de decisiones y la creación de saberes propios

El compromiso del profesor parte de ser un gran lector, debe sacar provecho de la multiplicidad de formatos de consulta de escritos académicos, ensayos, blogs, noticias y artículos científicos y de divulgación general. De igual manera, debe consolidar sus saberes mediante la escritura, la organización y sistematización de su práctica pedagógica que le permita reflexionar y acatar el cambio como un hito de superación consciente e inacabado. La formación del pensamiento crítico del profesor es un imperativo en su formación, su deber es guiar el discernimiento de los estudiantes para seleccionar información relevante de: los medios de información, bases de datos, colecciones documentales de las bibliotecas, sin olvidar el respeto de las ideas ajenas mediante la citación de las fuentes y recursos de información para generar en los estudiantes posturas propias frente a la realidad. La lectura es un proceso clave en el aprendizaje permanente y aún más significativo en la formación de los profesores. La práctica diaria de la lectura traza un recorrido para explorar y descubrir nuevas teorías, conceptos, instrumentos, técnicas, procedimientos que conduzcan al mejoramiento de las didácticas que propicien la apropiación de información para la creación de nuevo conocimiento.

Si bien el profesor manifiesta de manera temprana o tardía su disposición hacia la docencia, él no nace, se educa y se vuelve a educar a sí mismo a través del tiempo en el trabajo diario en el aula de clase que le permite reafirmar desde su experticia el camino a seguir para la formación de los estudiantes como personas íntegras y ciudadanos útiles a la sociedad.