Miguel Rojas Mix y sus doce claves para la Universidad del Siglo XXI

Escritor y académico, Miguel Rojas Mix es Doctor en Filosofía en la Universidad de Köln (Alemania) y Doctor de estado «ès lettres» en la Universidad de la Sorbonne. También licenciado en Derecho y profesor de Estado de Historia en la Universidad de Chile, donde inició su trayectoria académica. Hoy nos presenta las “Doce claves que debemos tener presentes al pensar la universidad pública republicana del siglo XXI”.

Catedrático desde 1961,Miguel Roja Mix fue Secretario de Redacción de los Anales de la Universidad de Chile, miembro de la Comisión Central de Investigación Científica y en 1969 fundó y dirigió el Instituto de Arte y Cultura Latinoamericano, donde se creó el Museo de la Solidaridad, hoy Museo Salvador Allende. En 1973 se exilió en Francia, donde ha sido profesor de la Sorbonne y Vicennes y Director de Investigación en el Instituto de Altas Estudios para América Latina.

Entre sus libros destacan: La plaza Mayor, el urbanismo instrumento de dominio colonial; La tierra de Paloma, pequeña historia de América Latina para nuestros hijos en exilio; Los cien nombres de América y América Imaginaria. En 2002 crea los talleres del imaginario que se han constituido en diversas universidades de América Latina, en España e Italia y que expresan sus dos mayores preocupaciones científicas: los estudios sobre identidad y las cuestiones epitemológicas que implica el desarrollo creciente del conocimiento visual.

“Doce claves que debemos tener presentes al pensar la universidad pública republicana del siglo XXI”

De una larga conferencia de 18 páginas que diera en el CONESUP, en el 2008, extraemos sus conclusiones en las que precisa sus doce claves que tenemos que tener presentes al pensar la universidad pública republicana del siglo XXI.

1.-  Su naturaleza como servicio público.

2.-  Es una comunidad de estudiantes, investigadores y docentes. No es una empresa de enseñantes y clientes.

3.-  Su unidad básica deben ser los grupos pluridisciplinarios de trabajo, organizados en redes multi-universitarias de investigación y docencia. Máxime cuando constatamos que los conocimientos innovadores suelen germinar en las zonas fronterizas.

4.-  La necesidad de que asuma su propia y rigurosa evaluación para garantizar la calidad.

5.- Debe potenciar el intercambio académico.

6.-  Ha de estimular la interdisciplinariedad.

7.- Reforzar el vínculo entre enseñanza e investigación, dejando de lado la añeja idea de que en la universidad se hace esencialmente ciencia básica (en la “torre de marfil”), que luego da origen a las tecnologías, esto es a la ciencia aplicada. En realidad si miramos a lo largo de la historia vemos que el motor básico de la ciencia ha sido la búsqueda del conocimiento útil. Basta contemplar los diseños científicos de un artista como Leonardo da Vinci para darse cuenta de la veracidad de este aserto. Lo que era inútil en su época se convirtió en artefactos de la mayor utilidad cuatro siglos después.

8.- Debe asumir los desafíos de la globalización. Atender a desarrollar la economía del conocimiento, pero armonizándola con la sociedad del conocimiento y manteniendo su responsabilidad social. En la economía del conocimiento todo el mundo entiende que el progreso pasa por I+D+i. Pero –sobre esto hay que mentalizarse- es necesario que la innovación no dependa de tecnologías adquiridas en el exterior.

9.- Debe precisar la autonomía sobre dos tableros: la transparencia de la gestión y la independencia del pensamiento. Es claro a qué me refiero cuando menciono transparencia en la gestión. Quiero precisar el segundo punto. La universidad escolástica se concentra en enseñar a citar, la universidad republicana debe enseñar a pensar. La autonomía intelectual se funda sobre el pensamiento crítico y la esencia del pensamiento crítico es enseñar a dudar. Ortega y Gasset condensaba: “Siempre que enseñes enseña a la vez a dudar de lo que enseñas” .Enseñar a dudar es enseñar a preguntar y a preguntarse. Desarrollar la capacidad de preguntar lleva a problematizar el conocimiento. El pensamiento crítico consiste en saber hacerse las preguntas pertinentes. Por cierto que la capacidad de preguntar exige adquirir profusos saberes y confrontarlos con la experiencia. Ningún conocimiento es relevante en sí, separado del contexto. La relevancia descontextualizada es del dominio de la fe. La mayoría de las preguntas relevantes surgen en las fronteras de las disciplinas. De escolasticismo podemos hablar refiriéndonos a una forma clasista de entender la enseñanza como entrenamiento de las élites, administrada a menudo por instituciones religiosas. Dos virus encontrados afectan la formación universitaria: un tradicionalismo asfixiante y la inmadura admiración por lo nuevo cuando viene de fuera. Por otra parte es un hecho que cuando yo estudiaba la universidad se dedicaba a hacer lo que ella quería y ahora se le pide que haga lo que la sociedad quiere.

10.- Debe tener una auténtica y viva conexión con la sociedad para precisar desde el bien común su responsabilidad social, actualizar y contextualizar los saberes y definir los criterios de pertinencia que le permitan ser un agente activo en la construcción de la sociedad del conocimiento. Información y conocimiento no son la misma cosa. La sociedad del conocimiento es la información seleccionada por su relevancia de acuerdo a criterios de pertinencia. La sociedad del conocimiento es pluralista y multicultural en la medida que el conocimiento se comporta propicio al surgimiento del conocimiento heterogéneo y participativo que sepa valorar el saber autóctono y popular e integrar en vez de excluir.

11.-  Para adaptarse a los cambios la universidad tiene que dar un giro copernicano. El aggiornamento universitario debe otorgar un papel más importante a la investigación que no debe finalizar en el laboratorio sino tener como objetivos concretos contribuir al desarrollo real de la sociedad; debe crear nuevos contextos de aprendizaje. Métodos que estimulen a los estudiantes a la búsqueda personal del conocimiento. Dada la abundancia de fuentes de información, hay que repensar las pedagogías. Esto reclama profesores que sean capaces de establecer diálogos participativos. Nada ha contribuido más a la falta de participación de nuestros alumnos que la obsoleta concepción de la clase magistral, donde el instrumento principal de transmisión ha sido la fotocopiadora. La universidad del siglo XXI tiene que ser un espacio que incite a los estudiantes a ser creativos.

12.- Finalmente es preciso tener conciencia que el camino más expedito para avanzar en la integración académica es hoy la Universidad virtual, mantenida por equipos pluridisciplinarios e interuniversitarios de la más alta calidad, que constituyan ofertas interesantes para retener a nuestros estudiantes de posgrado.

Por último y para concluir, el gran reto global de la universidad para el siglo XXI es formar para configurar un futuro, un nuevo orden mundial en que la equidad planetaria y los derechos humanos constituyan la base de los derechos políticos y humanos. El riesgo es que entre los diversos futuros posibles, en lugar de crear uno a nuestra medida tengamos que sufrir un futuro residual fruto de esa ignava ratio, esa razón perezosa a la que nos lleva el conformismo, el pensamiento único y la reflexión mimética y que, en lugar de disfrutar el futuro, tengamos que soportarlo.

Nota: Toda la conferencia está disponible en la sección Documentos de EcuadorUniversitario.Com

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