Por: Fernando Naranjo Villacís
Aunque sea un día cada año para celebrarlo, a pesar de que debe ser todos los días, todos los años, toda la vida. La madre es el ser universal. El personaje total. Ella, nuestro primer amor, nuestra primera maestra. Fue con ella el llanto inicial que daba cuenta de nuestro feliz nacimiento.
Todos debemos tener una actitud especial, deferente, pues aún el más fuerte, encumbrado y poderoso, ante el ser que le dio la vida, niño siempre será. Porque es así como fue concebido, con la sana expresión de ternura, de pureza, de sinceridad.
Pensadores, filósofos y maestros, nos hablan del niño interior. De mantenerlo en estado presente para que la vida tenga especial sentido. Ser niños, reencontrarnos con la autenticidad de lo humano. La alegría de vivir expresada con las caricias, sonrisas y emociones propias de esa edad irrepetible.
Hermosos recuerdos que nos llevan a volar en alas del tiempo y remontar aquellas añoranzas donde somos uno, en ese intenso amor propiciado por el ser angélico que hizo posible nuestra crianza llena de cuidados, mimos y enseñanzas.
Ella es la máxima expresión del amor, de lo humano. Sin esas dos premisas, nosotros seríamos sencillamente uno más en esta existencia. Es el amor lo que nos otorga ese valor agregado para ser personas de bien, cosa que se está convirtiendo en algo extraño en esta sociedad compleja e injusta.
Aspiramos a que los afectos maternales, que perduran en nuestros recuerdos, sigan teniendo vigencia y lo digo por todos esos cambios que nos toca vivir y las madres van adquiriendo un rol distinto. Muchas son solteras, tienen que trabajar, otras ausentarse de la crianza para atender nuevas prioridades dentro de sus compromisos como líderes políticos, empresariales, industriales, profesionales, etc. Es decir, esa tierna dedicación total a la crianza, ahora queda en manos de la nana o de las guarderías. Eso no suple los especiales cuidados de la madre.
¿Quién sabe cómo será el futuro? ¿qué pasará con esta etapa realmente mágica, donde la estimulación temprana no puede ser delegada, ya que la presencia de una madre, constituye la energía vital para esos momentos determinantes de la educación y formación del ser humano?. Posiblemente con lo avanzado de la robótica pudiera darse esa posibilidad. Mas, aún con todos los adelantos de la ciencia y la tecnología, siempre se requerirá de la poderosa sensitividad maternal.
Disfrutemos este día especial. Si la madre está aún con nosotros, ¡Qué mejor! ¡Qué bendición! Rodearla de amor. Que las flores lleguen con su belleza y llenen con aromas todos los rincones, pues este es el momento para el disfrute. No postergarlo para cuando deje de respirar y lamentar su ausencia.
En mi caso, doña Victoria está feliz en el cielo. Hacíamos de cada día un motivo de celebración. Por eso no hay tristezas. Hay bellos recuerdos que nos inspiran, nos colman de salud y acumulan juventud. Besos y abracísimos… Querida mamá.